Economía

Capacidad de soporte de una región  

Don Raferino Machic, comerciante de Almolonga, observaba desde su negocio que la lluvia no cesaba, repentinamente apareció el río de piedras y lodo que entrando por todo el local, lo obligó a correr y ponerse a salvo mirando cómo todas sus cosas se perdían.

Según Machic, este problema ha sido todos los años y él cree que se debe a que en la zona alta los agricultores han cortado árboles para sembrar hortalizas debido a la demanda de estas.

La explicación de los siniestros ya no se limita a lamentar los “desastres naturales” y, en cambio, crece el cuestionamiento a las formas de uso y ocupación humana del territorio. Muy especialmente, la tala rasa producida por avance de la frontera agronómica, con el incremento de cultivos extensivos como las hortalizas o por el crecimiento urbano.

Esa relación entre el modelo productivo extractivista, el modelo de urbanización, o desurbanización, o suburbanización, como se prefiera llamarlo, y la capacidad de carga del territorio es uno de los factores más importantes para explicar los problemas de pobreza, calidad de vida y seguridad ambiental de la Ciudad de Guatemala, ver artículo anterior de Prensa Libre, 18-4-2015.

A lo largo del tiempo, el ser humano ha sido capaz de incrementar la capacidad de carga del sitio en que habita gracias a los avances tecnológicos o a las nuevas actitudes hacia el uso y consumo de los recursos naturales. Pero en muchos casos, la tecnología o un cambio en el comportamiento de los individuos no han sido suficientes u oportunos para evitar la devastación del entorno. Los sumerios, los teotihuacanos, los mayas, los pascuenses y otras civilizaciones, a pesar de su grandeza en áreas como la astronomía, la arquitectura y la navegación, fueron incapaces de gestionar de manera sustentable su territorio. No anticiparon los límites de reproducción de los recursos naturales y con ello se vieron obligados a abandonar muchos de sus asentamientos.

Por lo tanto, todo esto ocurre por el desconocimiento de la capacidad de soporte que tienen todos los asentamientos humanos, la agricultura, el turismo, las calles para el parque vehicular, etcétera.

La capacidad de soporte determina la cantidad máxima de viviendas, cultivos, turismo, vehículos, etcétera, que puede soportar una porción de territorio en condiciones de habitabilidad adecuada, determinadas por estándares de retención y recarga hídrica, reproducción de la flora y fauna, espacio público y equipamientos por persona y una movilidad óptima entre otros.

Este concepto es diferente al de huella ecológica, ya que la capacidad de carga hace referencia a la disponibilidad y consumo de recursos de un sitio en particular y la huella ecológica hace alusión al consumo de recursos tanto locales como foráneos que realizan las personas de una región. La diferencia entre la huella ecológica y la disponibilidad de recursos de una región resulta en el déficit ecológico.

Por lo tanto, es indispensable definir las normas de aprovechamientos en densidad de viviendas por hectárea neta, las densidades se deben fundamentar en el crecimiento de la población a futuro y que la población que pueda habitar un sector debe estar determinada por la capacidad de soporte del mismo de proveer unas condiciones mínimas de habitabilidad para sus habitantes.

Se hace necesario proponer una serie de consideraciones para calcular una capacidad de carga que incorpore políticas y actitudes de la gente del territorio sujeto a estudio y que dependa menos de los avances tecnológicos y cambios climáticos importantes.

Se debe trabajar con escalas más finas que la planetaria, en regiones bien definidas y, por otro lado, suponer una capacidad de carga válida para un período corto que a su término, la capacidad de carga debería ser evaluada y retroalimentada a fin de incorporar las nuevas tendencias.

El cálculo de la capacidad de carga para un determinado territorio se justifica por lo menos en cuatro sentidos:

1. Para generar escenarios acerca de la posible transformación de los recursos naturales.

2. Para dar soporte a las políticas ambientales y con ello tener más herramientas que permitan la negociación con los actores económicos y sociales de una región.

3. Para considerar el efecto acumulativo de algunas actividades que vistas de manera aislada pudieran parecer inofensivas a la sostenibilidad de una región.

5. Para la realización de cualquier diagnóstico del territorio.

Es necesario, y es un deber de ética profesional para quienes trabajamos en estos temas, incorporarlos a la discusión pública. Este año electoral es una buena oportunidad para que el problema llegue a cada departamento, municipio o región, y para que se convierta en una prioridad nacional y que no solamente se hagan propuestas abstractas o se reciten consignas o cancioncitas.

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