Escenario

Una creación mundial adaptada a niños lleva El principito a la ópera

El principito, la obra en francés más leída y traducida de la historia, acaba de estrenarse en su versión ópera en el Gran Teatro de Ginebra, en una creación mundial concebida de forma tal que la convierte en una obra dirigida tanto a niños como a adultos.

Fotografía facilitada por la editorial Sexto Piso, de una ilustración del libro El piloto y el Principito. (Foto Prensa Libre: EFE)

Fotografía facilitada por la editorial Sexto Piso, de una ilustración del libro El piloto y el Principito. (Foto Prensa Libre: EFE)

GINEBRAEl francés Michael Levinas recibió la propuesta y aceptó la responsabilidad de componer la nueva ópera a partir del famoso libro de Antoine de Saint Exupéry, que le fue encargada conjuntamente por las operas de Ginebra y Lausana, Suiza, de Lille, Francia, y de Valonia, Bélgica.

El encargo que recibió fue claro, según declara a Efe después del estreno de la obra en Ginebra, elaborar un libreto lo más fiel posible al espíritu del texto y de sólo ochenta minutos, con el fin de adecuar su duración al público infantil.

Todo adquiere connotaciones poéticas en esta ópera, en la que Levinas se esforzó por escuchar “lo que decía la música del texto”, un cuento que ha sido adaptado desde su aparición, en 1943, a todos los formatos posibles, como el teatro, el cine, la televisión, el ballet y existe en diversos registros musicales, pero raramente ha adquirido la forma de ópera.

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El director suizo Lilo Baur consiguió crear para ella un universo fantástico y recrear en su primera opera -sus trabajos anteriores son teatrales- los planetas que atraviesa el principito, así como los personajes que encuentra y que tanto le decepcionan, pero con una inteligente adaptación a la contemporaneidad.

“Hacer un ópera basada en un texto que el público conoce casi de memoria ha hecho de esta experiencia algo muy único y fuerte”, confiesa Levinas.

En una sala en la que la mitad del público eran niños, el público mostró su complacencia por la adaptación del libro de Saint-Exupéry, repleto de alegorías de la amistad, del amor, del sentido de pérdida y de la soledad, y que el compositor Levinas quiso respetar al máximo.

Aclara, sin embargo, que el propósito “no fue simplemente hacer una ópera para los niños o hacerla fácil para que estos la comprendan”.

El esfuerzo consistió en encontrar la manera de que una forma compleja, como lo es la ópera o lo es un libro, se convierta en un mensaje universal manteniendo su dimensión intelectual, sin perder de vista la accesibilidad de los niños”, explica.

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Esta ópera consigue así respetar el lenguaje de gran pureza del libro, que vincula escritura y dibujos desbordantes de simbolismo, así como el mensaje de esperanza que “El pincipito” transmite y que era tan válido en plena Segunda Guerra Mundial, como lo es en el mundo de hoy, en el que los conflictos se multiplican sin cesar y sus víctimas aumentan por millones.

Baur también comprendió de inmediato que su tarea era difícil, pues el público llegaría con expectativas al espectáculo.

A ello se sumaba el hecho de que cuando comenzó a reflexionar al respecto con el coreógrafo británico Julian Crouch, la música todavía se estaba preparando, un inconveniente que no existe cuando se trabaja con una ópera de repertorio.

Por esa razón tuvo que concebir la puesta en escena sin basarse en una partitura, sin poder escuchar una grabación completa -aunque recibió ciertas secciones y maquetas sonoras- que le permitiera determinar las duraciones musicales para imaginar mejor lo que podría ocurrir en el escenario.

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Esto le obligó a guardar la mayor fidelidad a las imágenes de El principito, un desafío considerable si se piensa que la ópera de una hora y quince minutos contiene todo el hilo conductor esencial del texto original y que, como este, avanza con la naturalidad con la que se voltean las páginas de un libro para niños.

Levinas, quien cuenta con una discografía significativa y que con El pincipito firma su cuarta ópera, considera una “hermosa revelación” la que tuvo cuando descubrió la puesta en escena de su ópera, en la cual no intervino por “respeto” al trabajo del director.

Esta ópera se presenta en Ginebra hasta el próximo sábado, en febrero estará en el Teatro de Chatelet de París y posteriormente en la Opera Real de Valonia, en Bélgica.