Escenario

Serendipia

Ha sido para mí una grata sorpresa encontrar que la palabra inglesa "serendipity"  se españolizó y está incluida como "serendipia" en el nuevo Diccionario de la lengua española.

María del Rosario Molina, escritora. (Foto Prensa Libre: Cortesía María del Rosario Molina)

María del Rosario Molina, escritora. (Foto Prensa Libre: Cortesía María del Rosario Molina)

Recuerdo que en junio del 2004 publiqué en esta columna, “Horrores idiomáticos y algo más”, un artículo titulado “Serendipity”. Me motivó  la necesidad de tener en español un término indicador de que se descubre algo que no se buscaba. La palabra la acuñó en inglés el escritor Horace Walpole  (siglo XVIII) al relatarle a un amigo las aventuras fantásticas de tres príncipes que viajaban por su reino, Serendip (Ceylán y ahora Sri Lanka), e iban haciendo hallazgos por casualidad. Creí entonces que la aventura de los tres príncipes la había escrito Walpole, mas luego “descubrí” y no por casualidad, sino estudiándolo, que Walpole se limitó a narrar esa historia que era parte de los cuentos del mundo oriental.

Entre “descubrimiento” y “serendipia” hay mucha diferencia. En la acepción que aquí interesa, el primer término es la acción y efecto de “descubrir”, es decir: “Hallar lo que estaba ignorado o escondido, principalmente tierras o mares desconocidos”. También se descubren, gracias a estudiar el espacio con la tecnología moderna, planetas de otros sistemas solares, lejanos astros, galaxias desconocidas. Cuando Cristóbal Colón encontró para España nuestro continente, se había comprobado en teoría la redondez de la Tierra, pero fue él quien la demostró empíricamente gracias a la gran aventura que emprendió, seguro de que encontraría una ruta más cercana a las Islas de Especiería y sus codiciados productos, las especias, amén de las que conducían a Persia, manufacturera de damascos, y al Celeste Imperio, Catay o China (los tres nombres tenía) en donde se obtenía la seda. Ese descubrimiento planeado y estudiado, aunque no  era lo buscado, no fue casual, pues Colón no navegaba sin rumbo ni al azar: el gran navegante dedujo que si la Tierra es redonda, saliendo de un punto en dirección opuesta a la habitual travesía de los mercaderes tendría que llegar a los mismos recónditos lugares. No imaginó el osado marino que entre Europa y su meta se interponía un continente y creyó que había arribado a  las “Indias Occidentales”.

Siempre me he preguntado cómo descubrieron el fuego los cavernícolas y razono que fue “serendipia”: Algún cazador vio cuando un rayo caía sobre un árbol y que este y otros cercanos se incendiaban. Observó que el fuego cocinaba la carne de los animales que no alcanzaron a huir, sintió el calor que generaba, lo llevó a su cueva, lo compartió y jamás permitió que se apagara. Se volvió objeto de culto, tanto que cientos de siglos después, en Roma, las vestales cuidaban de que el fuego sagrado estuviera siempre encendido. Fue un “invento” (tiene un método) frotar piedras o trocitos de madera para hacer fuego, cuando por descuido la hoguera se había apagado.

selene1955@yahoo.com

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