LIBERAL SIN NEO

De la sartén a las brasas

Ten cuidado con lo que desees, porque podría convertirse en realidad. Algunos atribuyen este adagio a la fábula inferida en “El cuento de la pata del mono” (1902), de W. W. Jacobs. Otros citan a Goethe, quien alguna vez dijo: “Ten cuidado de lo que desees en la juventud, porque se cumplirá a la mitad de tu vida”. Se han hecho esfuerzos por encontrar su origen en algún proverbio chino, sin mucho éxito. Se le atribuye el dicho a Santa Teresa de Ávila, en relación a la infelicidad que puede acompañar al cumplimiento de deseos. En una fábula de Esopo (c. 550 a. C.), “El viejo y la muerte”, dice “con frecuencia nos lamentaríamos si nuestros deseos fueran gratificados”. No podría faltar el ingenio de Óscar Wilde, en “El Esposo Ideal” (1895): “cuando los Dioses nos quieren castigar, responden a nuestras plegarias”. Este viejo adagio se formula como una advertencia a quienes desean una cosa, pero podrían no darse cuenta de todas las consecuencias negativas que acompañarían el cumplimiento del deseo. Evoca el concepto de ir más allá de las consecuencias intencionadas y esperadas, para ver las no intencionadas ni previstas. Este es el caso de los cambios propuestos a la Ley Electoral y de Partidos Políticos (LEPP) y quizás sea desafortunado que se les anteponga la palabra reforma.

Reforma es una palabra de uso frecuente en el discurso de la política y del poder. Reforma es “aquello que se propone, proyecta o ejecuta como innovación o mejora en algo”. Idealmente, una reforma sería evolutiva; pasar de un estado más bajo o peor, hacia uno más alto o mejor. Pero el solo llamar reforma a un cambio, no necesariamente significa una innovación o mejora. Ya estamos acostumbrados, por ejemplo, a que cada nuevo gobierno impulsa aumentos en los tributos, que terminan por ser llamadas reformas tributarias.

¿Es necesario “reformar” —evolucionar— la LEPP? La respuesta parece obvia. La ley actual que regula el sistema electoral y a los partidos políticos tiene muchas falencias y propicia muchas de las consecuencias no intencionadas que aquejan al sistema. Pero los remedios propuestos son peores que la enfermedad y el momento no es el más oportuno. Guatemala y los guatemaltecos están hambrientos y deseosos de cambios estructurales que corrijan lo que se percibe como un sistema de privilegio y corrupción que no cumple su principal cometido, que es establecer un marco ordenado para que se desarrolle la representatividad democrática, de manera legítima y transparente.

Como ha advertido María Dolores Arias, no hay que caer en el juego de que quienes están a favor de los cambios propuestos a la LEPP son los buenos, y los que se oponen son los malos. Sin embargo, es importante entender que muchas de las ONG y grupos de presión que buscan con tanta avidez la aprobación de este proyecto tienen algo que ganar. Los embajadores y funcionarios de organismos de “ayuda” internacional que promueven este proyecto en Guatemala no encontrarían apoyo ni eco para imponer medidas similares en sus propios países.

La iniciativa de ley que se conoce en el Congreso y que contiene los cambios propuestos a la LEPP fortalece muchos de los vicios que corroen el sistema político e introduce novedades que arrastran peores males. Fortalece la partidocracia y el caciquismo. En búsqueda de la representatividad, introduce un sistema de cuotas, por sexo y etnia; mal concebido, impráctico e injusto, anulando el más fundamental principio de la igualdad ante la ley. Esta mal llamada reforma es un error precipitado.

fritzmthomas@gmail.com

ESCRITO POR:

Fritz Thomas

Doctor en Economía y profesor universitario. Fue gerente de la Bolsa de Valores Nacional, de Maya Holdings, Ltd., y cofundador del Centro de Investigaciones Económicas Nacionales (CIEN).