Deporte Nacional

Una historia dorada

El orgullo de la familia Brol se refleja en cada sonrisa, en sus bromas, en la alegría que evoca las medallas de oro que cuelgan del cuello de Jean Pierre, Hebert, Enrique y Dany, quienes firmaron una de las mejores actuaciones del tiro en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Veracruz 2014 y ahora en los Juegos Panamericanos de Toronto 2015.

Hebert, Dany, Enrique y Jean Pierre Brol, tiradores nacionales, destacados en el ciclo olímpico. (Fotografía Prensa Libre: Óscar F. Quisque)

Hebert, Dany, Enrique y Jean Pierre Brol, tiradores nacionales, destacados en el ciclo olímpico. (Fotografía Prensa Libre: Óscar F. Quisque)

La historia de los tres hermanos y primo, célebres por ser fieles aliados en la aventura de la vida y dispuestos a compartir una ferviente pasión por el tiro con armas de caza, comenzó con Fernando Brol (Q.E.P.D.), pionero de este deporte, en la especialidad de foso olímpico.

Eran en aquel entonces tiempos esperanzadores en Guatemala, con el desenlace del conflicto armado interno y los acuerdos de paz. Una bocanada de ilusión se respiraba en las calles, mientras que, en un rinconcito de la capital, al margen de la consumación de la guerra civil, una dinastía, que en un futuro cercano traería grandes logros deportivos a Guatemala, tomaba forma.

Casi dos décadas han transcurrido desde que se sembraron los cimientos de este deporte en el corazón de los hermanos Brol, y en un marco de nostalgia, Enrique, Hebert y el más pequeño, Jean Pierre, atesoran en su memoria las enseñanzas de su padre.

“Siempre que voy a competir llevo un recuerdo en mi corazón, que es cuando salíamos a tirar con mis hermanos, mi papá y mi tío —Pedro Brol Cortinas-—. Eso me persigue siempre porque fueron los inicios que me formaron”, recapitula Enrique, acompañado de su inseparable sonrisa.

Claramente, este es un tema sensible, por el reciente fallecimiento del antecesor de los Brol. Sin embargo, los hermanos denotan una inquebrantable fortaleza que está vinculada con el amor y su irrompible creencia en Dios.

“Había veces que mientras tirábamos, yo fallaba. Recuerdo que mi papá se enojaba y mi tío salía a defenderme. Era una mezcla de presión y de apoyo. Todas esas memorias vienen a mi mente y es algo que siempre llevo conmigo. Ahora tenemos a mi tío como cobertura paternal. Se lo contamos todo por chat, en las competencias, y en mi caso, él me dice siempre las palabras que necesito”, manifiesta Quique.

Acompañando a sus tres sobrinos y a su hijo Dany, el vivaz Pedro Brol Cortinas se une a la conversación, pues es uno más entre los enamorados de la caza y principalmente un eslabón esencial en la familia.

“Don Francisco Romero -padre del atleta Juan Carlos- fue quien me dio su escopeta para que yo tirara por primera vez. Iba con mi hermano Fernando, quien era un hombre muy estricto y lo regañaba a uno y lo cushqueaba. Yo, la primera vez que tiré, quebré los tres platos y quedó asustado. Entonces mi hermano me estaba ayudando a poder ingresar al Club de Caza y Pesca, con ayuda de don Francisco”, relata Brol Cortinas.

“Una de las frases que mi hermano decía y que la llevamos con nosotros y se ha convertido en nuestro lema es: Cuando las cosas se aprenden bien, jamás se olvidan”, añade el ganador de un bronce en los Juegos Panamericanos de San Juan, Puerto Rico, en 1979.

De esta manera, lo que inició como un pretexto para convivir en familia fue tomando fuerza. Los años han pasado, con acontecimientos que han ido moldeando la vida de cada uno, tanto dentro como fuera de la pista de tiro hasta llegar a la actualidad. Cuatro ciclos olímpicos juntos, que se escriben fácil pero llevan una valija de anécdotas.

Dany, hijo de Pedro y también un tirador nacional de peso, que poco a poco escribe su historia con letras brillantes y que junto con los hermanos Brol tiene asegurado su pase a los Juegos Panamericanos de Toronto 2015, también forma parte de este linaje acostumbrado a triunfar.

“Si no fuera por Dios, nada de esto sería posible. Mi tío Fernando fue uno de los pioneros de este deporte y nos daba consejos y ayudaba mucho. Ahora los recordamos y sabemos que él está bien en algún lugar del cielo”, manifiesta.

Significativo

Recientemente, los hermanos Brol y su primo tuvieron una ilustre participación en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Veracruz 2014, lo que tiene un significado especial y se convirtió en un evento distinto, más allá de las cuatro preseas conquistadas.

“Creo que esta ha sido la mejor participación de Guatemala en Juegos CA y del Caribe —en tiro con armas de caza—. Es algo que significa mucho para nosotros, porque hicimos un gran trabajo en equipo y en familia”, dice el menor de los hermanos.

Jean Pierre, quien ganó una medalla de oro en la prueba por equipos y otra en inviduales de foso, varios días después de las competencias se muestra todavía un poco escéptico por los buenos resultados en Veracruz. “Todo lo logrado se lo dedicamos a mi papá”, enfatiza Jean Pierre. “Para mí es una responsabilidad ir a los Juegos.

Y traer medallas, y qué mejor si son de oro”, añade el tirador de 31 años, quien por el movimiento de sus manos y gestos deja clara su ansiedad por contar las experiencias en las justas.

Enrique, Hebert y Dany le dieron la medalla dorada a Guatemala, al sumar 390 puntos, por encima de Puerto Rico —385— y República Dominicana —373—.

Según los Brol, las condiciones climáticas fueron uno de los obstáculos más determinantes en la competencia. El viento, la lluvia y el frío querían truncar el sueño de los tiradores guatemaltecos.

“Yo me puse doble suéter y terminé con los pies mojados. Había mucho frío y mucha neblina”, recuerda Hebert, el segundo —34 años— de los Brol, quien además vivió en suelo veracruzano una de las finales más electrizantes que lo llevó a lucir el oro en la modalidad de doble fosa.

Digno de quedar plasmado en la historia como uno de los duelos más memorables fue el enfrentamiento entre Hebert y el puertorriqueño José Ángel Torres. El desenlace fue beneficioso para Guatemala: el himno nacional se escuchó en tierra mexicana y todo fue alegría después de una competencia saturada de nerviosismo.

“Yo me pongo más nervioso de ver competir a mis primos que cuando me toca competir a mí”, dice Dany. “La presión es impresionante. Cuando Hebert ganó, yo me quedé callado por un momento porque estaba en shock”, interviene Enrique.

“Durante la clasificación no me fue muy bien, pero el avanzar a la final fue una segunda oportunidad para mí porque empezamos desde cero, y eso fue una guinda en el pastel. Durante la final tuve muy presente un comentario que Pierre me hizo hace un par de meses mientras nos tomábamos un café: para ganar, rompe todos los platos y quién te va a quitar la medalla”, expresa Hebert.

Se une al relato de la exorbitante final Enrique, quien también compitió en esta prueba pero concluyó en la quinta posición.

“Teníamos muchos nervios. Yo le pedía al Señor que ganara Hebert, porque se lo merecía. Fue una competencia digna de un mundial. Cuando uno le dispara a los platos, normalmente se parten a la mitad o en varios pedacitos, pero Hebert y el puertorriqueño los hacían desaparecer de una vez, por la manera impresionante en la que estaban disparando”, refiere.

Hebert Danilo, protagonista de este emocionante episodio, afirma que una serie de pensamientos pasaron por su mente en plena acción. “Me repetía que esta era la oportunidad que esperaba por meses, para lo que tanto me preparé”.

Era el turno de Brol, y, ¡zaz! Acierto tras acierto. Torres, el boricua, no perdía el paso. Hasta que “estaba concentrado y un grito proveniente del público rompió con el silencio. Inmediatamente pensé que me querían desconcentrar. Tiré y fallé uno… Por mi mente pasó toda la película de que le entregaban el oro a Torres. Me dije: bien ganada la medalla de plata. Es un buen resultado”, cuenta Hebert.

Segundos después, un destello de esperanza se incrusta en Hebert y en Quique, Dany y Jean Pierre, quienes observaban cada santiamén de la competencia.

“Era el turno de él —Torres—, que venía casi perfecto y parecía imposible que se equivocara… Y entonces, ¡falló los dos tiros! Explotamos de felicidad. Todo era gritos y alegría. Después fuimos a celebrar de la única manera que hay que celebrar: comiendo mucho, mucho”, relata, agitado por la emoción, el medallista de oro en Veracruz 2014, Hebert Brol.

Si la satisfacción se pudiera plasmar en papel, si las sonrisas se pudieran escribir, si el orgullo se pudiera incrustar en las páginas, todo eso estaría aquí impreso, derivado de una familia que asegura que todo lo que es lo debe a su fe en Dios.

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