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La catarsis de Henry López

Con apenas 8 años, Henry David López Guerra decidió, junto a sus padres, insertarse en una trabajosa y paciente travesía por convertirse en un futbolista profesional. El primer tren que se encargó de trasladarlo en su etapa formativa fue Municipal, el eterno dueño de su corazón.

Henry López posa con la camisola de la Selección Nacional, la cual espera volver a vestir ahora camino al Mundial de Rusia 2018. (Foto Prensa Libre: FERNANDO LÓPEZ R.)

Henry López posa con la camisola de la Selección Nacional, la cual espera volver a vestir ahora camino al Mundial de Rusia 2018. (Foto Prensa Libre: FERNANDO LÓPEZ R.)

Después de 15 años, y con varios golpes que lo han desestabilizado y sacardo de su periplo, el delantero guatemalteco comienza a tomar protagonismo en el Apertura 2015 con los rojos, brindando señales fuertes que sigue siendo parte del mapa futbolístico.

Aquel niño que corría como loco en los campos del Cejusa y del Marco Tulio Baldetti —ahora convertido en centro comercial— por la emoción de conseguir un gol con su amada camisola de los escarlatas, ha ganado en madurez y en seguridad por las “benditas” vicisitudes a las que se ha enfrentado.

“Hoy quisiera tener el número de teléfono de la persona que me extorsionó hace seis años para agradecerle. Fue una bendición esa comunicación”, relata con una vigorosa sonrisa el 92 edil, quien recuerda que la acción intimidatoria sucedió cuando jugaba con la Selección Sub 17 un Premundial en México.

“Al principio pensé que la decisión de irnos a Estados Unidos con mi familia acabaría con mis sueños. Sin embargo, fue todo lo contrario. Recuerdo que le decían a mi madre que debía pagar US$15 mil para que no me mataran”, recuerda el también seleccionado nacional mayor, en la época de Éver Hugo Almeida —jugó la Copa Oro del 2011 y estuvo en la clasificatoria rumbo al Mundial de Brasil 2014—.

Sus seis goles en el Apertura 2015 con el tren que lo movilizó durante ocho años desde sus primeros zapatazos, y a quien, dentro de esas rarezas que solo suceden en el balompié, tuvo que pagarle sus derechos de formación para poder jugar en el exterior, lo convierten en el mejor artillero de su equipo.


“No me considero la solución para Municipal, pero sé que puedo aportar mucho. He sufrido como aficionado al ver la seguidilla de títulos de Comunicaciones y en algún momento hay que empezarles a ganar. Quiero que las cosas vuelvan a la normalidad”, indica lleno de positivismo el orgullo de las Ilusiones, de la zona 18 capitalina.

Forastero

Dentro de su exilio obligatorio, y compulsivo con sus pensamientos, lo primero que hace López en Estados Unidos —Manassas, Virginia— fue buscar un club que le diera la oportunidad de no abandonar su sueño.

“Comencé a entrenar en el Real Maryland, de la USL, en la Sub 17 y en la Sub 20. Llegué a ser capitán”, hace memoria el intrépido y habilidoso atacante, quien apunta que su estatura (1.69 metros) nunca ha sido un impedimento para practicar el futbol.

En forma inesperada, López viaja un año después —tenía 18— con rumbo a España para probar suerte en el Sporting de Gijón.

“A un visor de Estados Unidos le gustó mi forma de jugar y me llevó hasta España para hacer una prueba con el Sporting de Gijón. Gracias a Dios superé todo, pero al no tener pasaporte europeo se me cerraron las puertas. Incluso como acababa de cumplir los 18 años me ofrecieron que me podían conseguir a alguien para casarme y poder optar al pasaporte. Situación que lógicamente rechacé”, subraya el futbolista que a los 14 años debutó en la categoría especial de los ediles.


Sin tomarle mayor importancia a la puerta que se le había cerrado, Henry siguió a todo vapor, con su inobjetable actitud, su travesía futbolera. El destino premiaría ese esfuerzo llevándolo al futbol brasileño, que sería el preludio a su primer gran éxito.

“El Noroeste me fichó y estuve un año y medio con ellos. Participé con la mayor y en la Sub 20 en la liga de ascenso de Brasil. Aprendí mucho. Jugando con ellos recibí el llamado del técnico Éver Almeida para integrar la Azul y Blanco Sub 20”, añade el admirador de los delanteros Carlos Tévez y Sergio el Kun Agüero.

Gol significativo

Después de dos años, el eterno nueve rojo volvía a colocarse la camisola de la Bicolor, ahora en la Sub 20; donde inscribiría su nombre en el libro sagrado de la historia del futbol guatemalteco, por conseguir el gol definitivo con el que la Sele fue al Mundial de Colombia 2011.

“Cuando le pegué a esa pelota hubo un silencio total en el Mateo Flores. Después toda la gente estaba celebrando. Fue algo excepcional”, puntualiza el ariete, quien no se cansa de ver el partido completo donde anotó ese tanto —victoria de 2-1 contra Estados Unidos, el 6 de abril del 2011—.

La bonificación especial que recibió López por esa anotación fue ser parte del primer grupo de futbolistas guatemaltecos mundialistas. “Ha sido la mejor experiencia de mi vida”, menciona.

La Sele quedaba atrás y Henry tenía que volver a ocuparse de su equipo. Brasil siguió siendo su parada. Sin embargo, el seleccionador Almeida le entregó un nuevo regalo, al convocarlo a la Bicolor mayor.

“Me sorprendí por la convocatoria. Éver Almeida es mi segundo padre futbolístico, después de Edy el Topo Espinoza. Él me dio mucha confianza. Por él me pude reencontrar con mi familia después de un año, porque con ese llamado pude recuperar mi visa, ya que en Brasil me la habían cancelado”, agrega Henry.

Tortura

Sus dotes futbolísticos llevarían a López al histórico NY Cosmos de EE. UU., donde jugó el mítico Pelé. Para ganarse su contratación el gol dorado tuvo que pasar por delante de 350 futbolistas. Un poco antes había sido pretendido por el Tigres de México.

El plan seguía su marcha. Las maletas de López se mantenían en el extranjero. Con el Cosmos ganó su primer anillo como campeón de invierno, uno de los regalos que le había prometido a sus padres. “Ese día los hice llorar otra vez”, señala orgulloso el mundialista.

En un abrir y cerrar de ojos, la fortuna, que le había estado acompañando, desaparece para Henryto, como le conocen en la zona 18. El Cosmos lo desestima por no tener residencia.

“Fue un momento muy duro. Creo que el peor de mi carrera. Me quedé sin equipo y no podía salir del país por el proceso de residencia que tenía abierto. Pasé 10 meses entrenándome en la soledad y oscuridad”, rememora con tristeza López, quien tuvo que trabajar en un hotel para ayudar en los gastos de su hogar.

Acostumbrado a superar los desafíos, el colmillo y su convicción vuelve a premiarle con la entrega de su residencia americana.

“Después de que sentí que me habían cortado las piernas volví a sonreír. Me enrolé rápidamente al DC United de la MLS. Y de allí a Municipal. Todo fue muy rápido”, relata López.

En su segunda etapa con Municipal, López vuelve a sentirse tranquilo, después de varias alegrías y altibajos.

“No sé si me tocó la varita mágica, pero sigo haciendo lo que más me gusta y lo que siempre soñé. Hubo gente que me dijo que nunca volvería a jugar, pero acá estoy”, afirma el inalcanzable López.

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