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El insólito día en que el Fondo Monetario Internacional criticó el neoliberalismo

Vivir para ver. Eso habrán exclamado, incrédulos, muchos críticos del Fondo Monetario Internacional (FMI) cuando leyeron hace un par de semanas un texto publicado en la página web de la entidad.

El escrito empieza diciendo: “En vez de llevar al crecimiento, algunas políticas neoliberales han aumentado la desigualdad, a la vez que ponen en peligro la expansión duradera”.

La declaración, insólita para el organismo que, más que ningún otro, es asociado en la imaginación popular con la expansión de políticas económicas ortodoxas o “neoliberales”, corresponde a un artículo de Jonathan D. Ostry, Prakash Loungani y Davide Furceri, todos ellos funcionarios del FMI.

Ostry es subdirector del Departamento de Investigaciones del organismo. Loungani es jefe de división y Furceri es economista en la misma dependencia.

Más desigualdad

Los tres pusieron su firma a un documento que dice en otro de sus pasajes: “Hay aspectos de la agenda neoliberal que no han funcionado como se esperaba”. Mencionan, entre otras cosas, que “los costos en términos de aumento de desigualdad son prominentes”.

Y que esa desigualdad “le hace daño al nivel y la sustentabilidad del crecimiento”.

BBC Mundo intentó comunicarse con los autores del artículo, titulado “Neoliberalism: Oversold?” (Neoliberalismo, sobrevendido?) pero no obtuvo respuesta alguna del Fondo Monetario Internacional a varias solicitudes de entrevista.

Las declaraciones de los tres funcionarios sorprenden por ser una aparente admisión de error por parte de expertos del FMI a las políticas que contra viento y marea buscó imponer la entidad a lo largo del mundo. Y que, según sus críticos, fueron adoptadas con un elevado costo social.

Planes de ajuste

El FMI fue creado después de la Segunda Guerra Mundial para ofrecer a los países apoyo financiero temporal cuando sufrieran crisis de divisas.

Sin embargo, a lo largo de las décadas, y en particular en América Latina, el organismo se hizo especialmente conocido (y frecuentemente criticado) por los planes de ajuste que imponía a los países receptores de sus créditos.

En América Latina, eso tuvo su expresión máxima durante la crisis de la deuda de la década de 1980.

La mayoría de los países de la región no pudieron seguir honrando la elevada deuda externa que habían adquirido en años de bonanza. Por lo que uno tras otro tuvieron que solicitar préstamos de emergencia ante el FMI.

Los que eran concedidos a cambio de compromisos en torno a planes de ajuste.

Estos planes requerían el desmantelamiento de entidades estatales, la apertura al libre comercio y la inversión extranjera, las privatizaciones y las disminuciones del gasto público en rubros que incluían muchas veces la inversión social.

En no pocos casos, las políticas de ajuste pusieron fin a la inestabilidad macroeconómica extrema que vivían esos países sitiados por la deuda y la hiperinflación.

Pero también son asociados, especialmente en los 1980, con un desempleo disparado y un deterioro tal en los niveles de vida, que muchos se refieren a ese periodo todavía como la “década perdida” de la economía latinoamericana.

Ventajas a largo plazo

Pocos discutían en ese entonces la existencia de costos de corto plazo en esas llamadas “terapias de choque” en las que el Estado despedía a miles de empleados y sometía súbitamente a los productores locales a la competencia externa.

Pero todo lo anterior, aseguraba el FMI , aumentaría en el largo plazo la eficiencia de la economía, y le permitiría a los países no solamente pagar sus deudas sino mejorar el crecimiento y el bienestar de sus habitantes.

El ajuste se defendía como el remedio doloroso, más necesario, para garantizar el éxito económico futuro de los países.
Un precepto que han puesto en duda los investigadores del FMI con su reciente artículo.

“Politización”

El texto ha llevado a críticas intensas al organismo a lo largo del espectro ideológico.

Voces izquierdistas lo ven como una contradicción de parte de un organismo que por muchos tiempo presentó las políticas ortodoxas como una verdad indiscutible.

Pero desde la otra orilla, las críticas no son menos intensas.

“El solo uso de la palabra 'neoliberal' en el título del artículo, refleja una politización de la discusión”, le dice a BBC Mundo Steve Hanke, economista asociado al Instituto Cato, un centro de investigación de corte conservador en Estados Unidos, y que fue asesor de numerosos gobiernos, incluyendo los de Venezuela e Indonesia, durante la aplicación de ese tipo de políticas.

“En América Latina la palabra 'neoliberal' es una expresión politizada usada por la izquierda para desacreditar a su enemigo ideológico” sin argumentos técnicos, añade Hanke.

“No hay evidencia de lo que los investigadores sostienen en su artículo”, insiste Hanke, reiterando que, en su opinión, no hay duda que medidas como las privatizaciones fueron las correctas.

Cuestión de fe

En su trabajo, los investigadores del FMI incluso ponen un manto de duda sobre la experiencia chilena con el llamado “neoliberalismo”, la más paradigmática en la región después de su implementación a partir de 1973 bajo el entonces presidente de facto Augusto Pinochet.

“La experiencia de Chile y la de otros países sugiere que ninguna agenda fija produce buenos resultados para todos los países en todas las circunstancias”,dicen los expertos.

Y el artículo termina con una frase que, quien lo creyera, parece sacada de las consignas que en los años ochenta gritaban los que se oponían a las políticas de ajuste del Fondo Monetario, calificándolas entonces de obsesión ideológica impulsada por dirigentes derechistas.

Asegura el artículo del FMI publicado este mes que “los diseñadores de políticas y las instituciones como el Fondo Monetario Internacional, que las aconsejan, deben ser guiadas no por la fe sino por la evidencia de lo que ha funcionado”.

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