Economía

¿Corrupción? No hay solución sin ética

Me gustaría hacer una rápida prueba al lector de esta columna. Desde que se enteró el jueves pasado sobre los nuevos o viejos escándalos de defraudación fiscal, ¿qué actitud ha tomado?

1. ¿Descontento, indignación y, digamos, prestándose de voluntario para traer la gasolina y linchar a los corruptos? Bueno, tal vez solo se le salieron un par de insultos en Twitter.

2. ¿Temor y un urgente examen sobre actuaciones pasadas y presentes con temor a que lo puedan agarrar?

3. ¿Total neutralidad, mayor preocupación por los resultados de la Champions?

4. Si es empresario, ¿redefinió o afinó sus parámetros de comportamiento, para no acercarse a la tentación de ofrecer sobornos o engañar al fisco? ¿Lo informó a los encargados de ventas o de participación en licitaciones del Estado y los encargados de llevar la contabilidad? ¿Habló con el director ejecutivo de su gremio empresarial para solicitar iniciativas de mejora en la Ética Empresarial? Si es una escuela de negocios en una universidad, ¿está replanteando los cursos de ética? Si es dueño o director de un colegio o escuela, ¿se ha planteado charlas prácticas, conferencias, trabajos sobre temas éticos a los alumnos y los padres de los alumnos, sobre aspectos morales en el centro de estudio y en casa (plagio de trabajos, copiar o robar exámenes, etc)? Si es el párroco, ¿se ha propuesto tocar el tema impositivo en las próximas homilías?

Con un poco de valentía, determinemos nuestro compromiso en poner nuestro aporte —pequeño— para afrontar este problema nacional.

En artículos anteriores he propuesto algunas medidas relativas al “blindaje” de la SAT, hoy toca el turno al empresariado.

Toda tijera necesita las dos hojas para poder cortar. Las recientes acusaciones de defraudación indican la necesidad de analizar el tema desde la propia empresa. Para esto, debemos partir de varios supuestos, el primero, un principio moral aceptado de manera general: rechazo a la corrupción. Dudo que un padre de familia en su sano juicio anime diariamente a su hijo a robar lo de sus compañeros o copiar exámenes y deberes.

Segundo, no se vale decir “TODO EL MUNDO LO HACE”. Primero, porque no es cierto, no todo el mundo tiene doble contabilidad o fabrica empresas de cartón. He sido testigo de actos valientes de empresarios que de ninguna manera aceptan un chantaje aduanero y resisten semanas o meses de rechazo de una factura, por lo tanto de mercadería sin desaduanar, porque “parece” que no es legítima.

También es una falacia repetir que las prácticas de corrupción están aceptadas por todos, digamos, es un sobreprecio normal. Eso es tan válido como afirmar que en una sociedad con muchos crímenes, el secuestro y el robo están aceptados porque ocurren con mucha frecuencia. Repetir un error muchas veces no lo legitimiza (2+2 no será 5 aunque muchos sumemos mal).

Ya lo decía el profesor Antonio Argandoña, del IESE Business School: “No tengo una idea muy clara de cómo erradicar la corrupción en un país, pero algo sí les dije”, pero elabora sobre cinco temas.

1. Eliminar los incentivos. Reglas o procedimientos confusos que aumentan la discrecionalidad de funcionarios gubernamentales. Busquemos incentivos perversos en mecanismos para otorgar licencias, concesiones, contratos públicos, etc.

2. Premios y castigos. Buenos, excelentes jueces y fiscales. Seguramente, se puede modificar la ley para que lo recuperado en extinción de dominio se invierta en el MP y el Poder Judicial. La prioridad número 1 del presupuesto nacional debe estar enfocada aquí.

3. El problema que supone el financiamiento de partidos políticos y discrecionalidad en el Congreso para obras locales.

4. Transparencia. En la empresa implica que no puedo manipular la contabilidad. La transparencia en los medios de prensa, ¿cuál es el interés real de algunos para destapar o crear escándalos?

5. Más ética. Ya lo dice el profesor Argandoña: “No es —la— solución, pero no hay solución sin ética”.

Aprovecho para felicitar hoy a todas las madres. Y a la mía en el cielo.