Economía

La casa como símbolo de estatus social 

¡Aquí mando yo y de mi casa nadie me va a sacar!, dijo enérgicamente el dueño cuando los rescatistas le pidieron que desalojara.

Esta expresión representa el punto de referencia básico desde el cual una persona o un propietario construye su relación con el entorno, es decir, la colonia o el barrio, y en consecuencia, el vecindario. La casa es un lugar por el cual, aun en situaciones difíciles, las personas movilizan sus recursos y defensas para preservarlo.

Es curioso que todos utilizamos la palabra “casa” en vez de “vivienda”. La voz vivienda parece más adecuada para los discursos técnicos o políticos. Las personas dicen “mi casa” y casi nunca mi vivienda. Los políticos nunca hablan de “políticas de casas”, sino “políticas de vivienda”.

De manera que la casa no es cualquier espacio; es uno íntimo de alto contenido simbólico, condensador de sentidos, pero también es un espacio básico que ubica al ser humano de una manera particular en el mundo.

La expresión “tengo casa propia” corresponde a la necesidad que tenemos las personas de expresar la posesión de algo que actualmente ha venido a sustituir el que ocupaba en otro tiempo el “ser”. Mi abuela, propietaria de un comedor en el mercado de Chiquimula en los años 50, se dedicaba a comprar casas, repararlas y venderlas.

Tener cosas no era importante ni difícil, era más importante el “ser”, por ejemplo: ser un trabajador de tal empresa, ser un miembro de tal sociedad o ser maestro o licenciado fueron expresiones a las que se les daba mucha valoración social.

Hoy, el tener —sobre la base del sentido de la propiedad privada— ha venido a sustituir todo aquello y que está profundamente asociado con el consumo, sobre todo los que están dirigidos socialmente hacia ciertos productos, de los cuales se ha construido socio-culturalmente la importancia que implica “tenerlos” o el estatus social que puede adquirir su poseedor.

En este sentido, la casa propia se ha constituido en un verdadero “valor moderno”, como un código compartido, aceptado y por lo tanto no cuestionable; además, es algo emotivo, porque se torna en una forma de integración social.

Si se hace una reunión de vecinos, por lo regular se dice “invitemos solamente a propietarios, a inquilinos, no”.

La propiedad otorga existencia y visibilidad al propietario, volviéndolo más visible, no solo en términos de reconocimiento social, sino incluso en términos de reconocimiento político, generando seguridad para él y su familia.

Otro aspecto es el de asegurarse un techo para la vejez y la herencia —la transmisión—, es decir, asegurar un techo para los sucesores.

De manera que la casa “propia” goza de reconocimiento social, otorga la condición de “poseedores”, da la sensación de que han “mejorado”, no porque tengan mejores condiciones de vida, sino porque son “poseedores” de algo muy valorado.

Finalmente, se tiene la ubicación en el espacio social, sobre todo dentro de las clases medias, respecto de sus estrategias de ascenso a través del pasaje de la casa de colonia al condominio, a un edificio de apartamentos, o casa exclusiva a quien “la colonia le queda pequeña”, y que más que la casa como garantía de seguridad, lo que se está jugando es el estatus del “medio pelo”.

Entonces, lo más importante se convierte en ostentación y búsqueda de reconocimiento mediante la exhibición del “tener”, con la esperanza de alcanzar el “poder”.

Se busca ser propietario de casa dentro de un complejo con fama y prestigio, donde se pueda relacionar con familias económicamente reconocidas, con la idea que dicha relación le salpique y se extienda a la propia.

Surgen entonces tipologías urbanas como los condominios, que en muchos casos resultan ser el escalón iniciático del ritual de ascenso social.

Los desarrolladores buscan y buscarán diversas estrategias. Una de ellas resulta la muestra del show-room, donde las viviendas se decoran “como si” estuviesen habitadas y bajo la supervisión de decoradores de prestigio, para hacer sentir a los nuevos dueños que están cambiando de estatus, que son diferentes y que merecen esto y más.

Otra estrategia es recurrir a nombres ostentosos para identificar modelos de casa: Casa Canadiense, Casa Navarra Back Alley, Casa Picasso, Casa Mediterráneo, Casa Alhambra, con el fin de trasladar al potencial comprador, de aquella situación anterior de “medio pelo” o de bajo nivel, hacia uno superior.

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