Economía

El valor económico del agua

El agua municipal debería ser regalada porque viene del cielo- dijo molesto un habitante de un municipio cuando le notificaron que le pondrían un contador al ingreso del agua entubada que se rebalsaba sin control en la pila de su casa.

En la costa sur varios ríos han sido desviados arbitrariamente hacia fincas de un diputado y varias fábricas vierten sus aguas residuales a comunidades y asentamientos humanos.

Todos sabemos que el agua es un regalo de la naturaleza y por su relación con ella la calificamos de recurso natural y por su importancia en la vida del hombre, de recurso vital.

Tristemente, el deterioro ambiental se ha hecho evidente en el agua, sobre todo en los ríos y los cuerpos de agua, mismos que se han venido utilizando para beneficio económico de muchas personas y sectores sin que nadie le retribuya ningún costo. Solamente se la toma, se usa y se devuelve ya contaminada, por lo que cabe preguntarse: ¿el agua es un bien económico?

Frente a esta realidad, La Agenda 21 y los Principios de Dublín situaron el concepto del agua como “BIEN ECONÓMICO Y SOCIAL” y ha recibido una gran aceptación de parte de los profesionales del mundo hídrico.

Y es que en la sociedad moderna, el agua, además de valor de uso, tiene ahora valor de “cambio”. Decimos, en rigor, el uso del recurso se convirtió, directa o indirectamente, en “mercancía” y por tanto en un bien económico. Con esta declaración en el año 2001 se trató de poner el recurso agua en una nueva dimensión: un bien económico al servicio del hombre pero con una alta responsabilidad social.

Dice José Miguel Olmeda Pascual de la Universidad de Castilla-La Mancha: Debemos aceptar que el agua dulce es un recurso escaso, susceptible de usos alternativos y cuya gestión debe hacer frente a elevados costes, por lo que es factible su tratamiento dentro de la esfera económica, otorgándosele un carácter multifuncional: económico, social y ecológico.

De manera que debe considerarse que “el agua es más que un factor de producción, es sobre todo un factor de cohesión social, económica y ambiental” (Aguilera, 1996).

Por lo tanto podemos afirmar categóricamente que el agua tiene un valor económico y, en la medida en que aumenta su escasez tanto por el incremento del consumo como por el mayor desperdicio, dicho valor tenderá a crecer, expresándose en muchos casos en un precio adicional para productores y usuarios finales. Los datos de las Naciones Unidas indican que en los países de ingresos medios y bajos el líquido se utiliza mayormente en la agricultura, mientras que en las naciones ricas se emplea en la industria.

Esos datos muestran cómo en el curso del último siglo el desperdicio del agua se intensificó en todos los sectores y se prevé que esa tendencia se mantendrá en las próximas décadas.

En México se extraen en promedio 693 metros cúbicos por habitante al año, cifra que contrasta con la de Estados Unidos, que es de mil 722, mientras que en Guatemala el promedio es tan solo de 176, esto evidencia también que el agua es un recurso indispensable para el nivel de vida de las personas, y tiene mucha relación con el desempeño de la industria y la agricultura.

Entonces, por la condición especial del agua de ser un bien económico, un bien natural, vital y de dominio público; que como riqueza nacional participa en el mercado, el Estado debería estar en la obligación de proteger, controlar y regular su adecuada utilización por medio de leyes que estimulen su buen uso y castiguen su depredación, contaminación y mal uso, tal como lo hizo Chile que es uno de los países que ha efectuado reformas radicales al marco legal del agua.

Es fácil observar que derivado del uso del agua se produce contaminación y deterioro de otros recursos naturales como el bosque, la tierra, las fuentes y las cuencas hídricas sin que se cuantifiquen los costos y se generen recursos financieros para la adecuada gestión del recurso, su gobernabilidad y sostenibilidad.

Se hace necesario entonces, tomar conciencia que siendo el agua un bien económico, sujeto a los defectos del mercado con sus efectos sociales adversos, es también un recurso natural y vital para el equilibrio social, que debe ser gestionado con un tratamiento integral y sostenible.

Por lo tanto, deben crearse mecanismos para coordinar y promover la práctica de la Gestión Integrada de los Recursos Hídricos que proponga, mediante el diálogo social y la toma de conciencia, alcanzar una buena gobernabilidad, equidad y sostenibilidad ambiental de tan preciado recurso antes de que sea demasiado tarde.

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