Economía

La mejor agencia tributaria de Latinoamérica

La pasada semana, el presidente Morales completó los nombramientos superiores de la SAT, con Francisco Solórzano como superintendente, y anteriormente los miembros del Directorio. Lo anterior implica y concentra una dosis enorme de responsabilidad en la Presidencia.

El siguiente paso implicará igual responsabilidad: priorizar en la agenda de gobierno el proceso de reforma institucional, llegar a acuerdos técnicos con los organismos internacionales que pueden apoyar financiera y técnicamente (Banco Mundial, BID, FMI) para que el proceso sea ordenado, con plazos y metas medibles en el corto y mediano plazos, tratando de aprovechar el esfuerzo para crear y hacer funcionar una administración tributaria de las mejores de Latinoamérica. También lograr los consensos y negociaciones oportunas para conseguir el apoyo del Congreso, el otro ente que tiene responsabilidad compartida en todo este reto.

Una fuerte dosis de realismo basado en diagnósticos integrales son el mejor inicio para comenzar a construir una nueva administración tributaria —prefiero no seguirle llamando SAT— que en un tiempo prudencial puede convertirse en ejemplo o mejor práctica internacional, uno de esos casos de éxito que se mencionan en la Escuela de Gobierno de Harvard John F. Kennedy o en foros de alto nivel como el de Davos.

Posiblemente, uno de los mayores consensos en el país, fuera del deseo para que la Selección asista al próximo Mundial de Futbol Rusia 2018, es mejorar sustancialmente la SAT. Las recientes discusiones versan sobre la conveniencia de continuar o no con un Directorio, regresar al esquema de Dirección de Ingresos o de Aduanas y temas que pueden parecer fundamentales; sobre esto último, en reciente y excelente actividad regional sobre Fiscalización Expost, organizada por FMI-Captac, los expertos internacionales recomendaron, sabiamente, que si ambas administraciones —aduanas y tributos internos— están integradas, no convenía separarlas, si están separadas, mejor no integrarlas.

Todos sabemos que no es suficiente afirmar que queremos ser mejores, la pregunta importante es: ¿Dónde queremos posicionada a la nueva administración tributaria en uno, tres, cinco años? Ya tenemos experiencia negativa respecto a metas anuales de recaudación, un indicador útil pero no necesariamente el criterio para medir a la SAT. Las comparaciones son odiosas pero útiles, por eso usamos el ranquin de la FIFA o el Doing Bussiness del Banco Mundial. ¿Qué criterios de eficacia y eficiencia a nivel internacional podríamos usar? Posiblemente, medir eficacia en el sector aduanas es más sencillo, por ejemplo: se puede medir la cantidad de días u horas necesarias para desaduanar un contenedor en Santo Tomás de Castilla y compararlo con Balboa, en Panamá, o El Callao, en El Perú. El porcentaje de hallazgos irregulares cuando se realizan inspecciones físicas y compáralo con el SAT de México o el porcentaje de caídas del sistema informático SAQBE compararlo con caídas del sistema TICA de Costa Rica, o publicar el porcentaje de compras y contrataciones realizadas a través de Guatecompras, si comparamos con la aduana chilena, el Servicios de Aduanas de Chile utilizó en un 100% el sistema Chile Compras.

El nuevo superintendente mencionó que una de sus prioridades es retomar la credibilidad de los contribuyentes; tal vez lo hecho por Matthias Müller, CEO de VW, es ejemplar: “Mi tarea más urgente es recuperar la confianza”, y más que discursos inició sus actuaciones con gestos significativos para VW , por ejemplo, se desprendió del avión Airbus de la empresa y no permite que se le trate como “estrella de rock”, jubiló a toda una generación de gerentes acostumbrados a una cultura empresarial que no tiene cabida hoy día.

¿Por qué no soñar despiertos y poner como meta convertir a la SAT en la mejor agencia tributaria de Latinoamérica? Eso sí, con metas tangibles y públicas en el corto plazo.