Economía

FAO: “Hay más hambre en las montañas”

Un nuevo estudio publicado por la FAO y la Alianza para las Montañas reveló que el número de personas que sufren inseguridad alimentaria en zonas de montaña se elevó un 30% entre 2000 y 2012. Los resultados fueron presentados en el marco del Día Internacional de las Montañas.

El informe denominado Mapeo de la vulnerabilidad de los pueblos de montaña a la inseguridad alimentaria señala que el número de personas con inseguridad alimentaria que vive en las regiones de montaña en los países en desarrollo aumentó a casi 329 millones en 2012, frente a 253 millones en 2000, a pesar de que la población total de las zonas de montaña del mundo se incrementó tan sólo un 16% durante ese mismo período.

Eso significa que uno de cada tres habitantes de las montañas -tanto urbanos como rurales-, en los países en desarrollo se enfrentan al hambre y la malnutrición, en comparación con una de cada nueve personas a nivel mundial.

Y si nos centramos sólo en las poblaciones rurales de montaña -que dependen de recursos naturales como la tierra, el agua y los bosques para su sustento- las cifras son aún más dramáticas: casi la mitad de ellos sufren inseguridad alimentaria.

En el 2011 ese indicador se registró en 53.71%, sin embargo ejecutivos del Banco Mundial, que apoyó la elaboración de varias encuestas refieren que no es comparable con ese año porque se usó otra metodología.

También se disparó la pobreza extrema nacional la cual en el 2014 subió a 23.4% mientras que en el 2000 y 2006 se registró en 15.7% y 15.3% respectivamente refiere la Encovi 2014 efectuada por el Instituto Nacional de Estadística (INE) y apoyada por el Banco Mundial.

Las zonas de montaña cubren el 22 por ciento de la superficie terrestre del planeta y son el hogar del 13 por ciento de la población.

“Las condiciones de vida de los pueblos de montaña se han deteriorado y su vulnerabilidad al hambre se ha incrementado. La dureza del clima y las dificultades del terreno, a menudo inaccesible, combinadas con la marginación política y social contribuyen sin duda a que los pueblos de montaña sean especialmente vulnerables a la escasez de alimentos”, asegura el Director General de la FAO, José Graziano da Silva, en el prólogo del estudio. “Comprometidos como estamos–añade- a alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, hacemos un llamamiento a la comunidad internacional y los socios de recursos para que inviertan en zonas de montaña y apoyen los esfuerzos de la FAO y de la Alianza para las Montañas”.

Diferencias regionales

Casi 59 millones de habitantes de las montañas de África fueron identificados como vulnerables a la inseguridad alimentaria en 2000, cifra que aumentó un 46 por ciento a 86 millones en 2012, reflejo en parte un de los aumentos en la población total de la región de los habitantes de las montañas. La mayoría de las personas vulnerables en el continente se encuentra en África oriental, que representa el 65 por ciento del número total de habitantes de las montañas que sufren inseguridad alimentaria en África.

En América Latina y el Caribe, el número total de habitantes de las montañas vulnerables aumentó en un 22 por ciento desde más de 39 millones en 2000 a casi 48 millones en 2012. Sin embargo, la proporción de las poblaciones de montaña vulnerables se mantuvo bastante estable, pasando del 30 al 31 por ciento en 12 años.

Las poblaciones de montaña de Asia son especialmente propensas a la vulnerabilidad. Los resultados del estudio muestran que más de 192 millones de personas se consideran vulnerables a la inseguridad alimentaria en el 2012, un incremento de más de 40 millones de personas -un 26 por ciento- desde 2000. El estudio también concluye que la proporción de personas vulnerables entre las poblaciones de montaña creció de 35 al 41 por ciento entre 2000 y 2012.

Las tierras altas, amenazadas por el cambio climático

La creciente amenaza del hambre no es el único reto que pesa sobre los habitantes de la montaña.

El noventa por ciento de ellos viven en países en desarrollo, donde la mayoría dependen de la agricultura de subsistencia, trabajando en ecosistemas frágiles que se ven fácilmente afectados por el cambio climático.

“Esto significa para los pueblos de montaña una injusticia lamentable: comunidades con una de las huellas de carbono más pequeños del mundo se encuentran entre los primeros en soportar el peso del cambio climático”, aseguró el Coordinador de la Secretaría de la Alianza para las Montañas, Thomas Hofer.

“Por ejemplo –añadió- las temperaturas más altas permiten que las plagas y enfermedades puedan ascender por las laderas de las montañas. Las malas cosechas y la pérdida de ganado son una realidad creciente. Además, una mayor incidencia de tormentas, avalanchas, deslizamientos de tierra e inundaciones de los lagos glaciares están costando vidas y la destrucción de infraestructuras, lo que altera el acceso de las comunidades de montaña a carreteras, escuelas, mercados y servicios de salud”.

Necesidad de un crecimiento inclusivo

Según la FAO, se necesita un fuerte compromiso político y acciones eficaces para invertir la tendencia de hambre y abordar las raíces de la inseguridad alimentaria en las montañas, colmando la brecha del hambre existente entre la población de las tierras bajas y las tierras altas.

Para los pueblos de montaña, el factor clave es el crecimiento inclusivo, lo que significa un crecimiento que promueva el acceso de todos a alimentos, bienes y recursos, en particular de los pobres y las mujeres, para que puedan desarrollar su potencial.

En las zonas de montaña, donde la agricultura familiar y la agricultura, silvicultura y la cría de animales en pequeña escala son los sistemas agrícolas prevalecientes, es clave crear un entorno institucional y normativo favorable en el que la población de montaña pueda tener acceso a servicios como la formación, información, crédito y asistencia sanitaria, junto a las infraestructuras adecuadas.

También se necesitan inversiones y apoyo técnico para diversificar e impulsar los sistemas de producción de la montaña a través de, por ejemplo, la integración de los conocimientos y tradiciones indígenas con las técnicas modernas.

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