Escenario

Pedro Nolasco Estrada Aristondo, creador de música sacra

Todavía no empezaban los trabajos de la actual Catedral de Guatemala y la sede del arzobispo estaba aún en el templo de Santa Rosa. Corría diciembre de 1783, cuando debutaron dos jóvenes compositores: Mariano y Pedro Nolasco Estrada Aristondo.

Eran hermanos menores de José Estrada Aristondo, quien a su vez pertenecía a la capilla catedralicia desde antes del traslado a la Nueva Guatemala en noviembre de 1775.

La música de Mariano refleja un refinado dominio de las técnicas europeas, como se manifiesta en la versión instrumental del aria perteneciente a la cantata Hoy el Padre, la cual está dedicada a la Inmaculada Concepción, que se distingue por su fluido y elocuente estilo.

Sin embargo, Pedro Nolasco Estrada Aristondo fue autor de numerosos villancicos y obras litúrgicas, cantante de coro y maestro de capilla de 1796 a 1803, discípulo de Rafael Antonio Castellanos.

Se tiene poca información sobre este compositor, pero han quedado testimonios como el que el músico Pantaleón Cilieza (Siliézar) escribió sobre Pedro Nolasco, en el que describe con detalle sus cualidades artísticas: “Es un hombre sumamente hábil y de mucha inteligencia en la música y capaz de desempeñar todo género de funciones; su oído es delicado; tiene muy buena voz, porque es competente, sonora y agradable; su destreza y buen estilo para cantar y tocar varios instrumentos es grande, particularmente el violín, que es el más acomodado y preciso”.

En octubre de 1796 se convocó a elecciones entre los músicos para ocupar el cargo de maestro de capilla de la Catedral, y ganó Pedro Nolasco.

Durante la época de este maestro se mandó a reconstruir el órgano catedralicio.

Mientras se efectuaban los trabajos, el Cabildo accedió a comprar un piano, el cual, más tarde, quedó en servicio junto al órgano. Vicente Sáenz sucedió a Estrada Aristondo para hacerse cargo de la capilla en 1803.

AUTOR DE VILLANCICOS

La Natividad era su tema predilecto.

Entre estos destacan Don del valentón (1784); Amigo extranjero (1785); Adorad, mortales (1785); Niño mío (1783); Un preceptor (1785); Xcarilla, xcarilla (1786); Un rodrigón (1787).

También Las zagalejas de antaño (1787); Diga a quién busca (1788); No son rayos, no (1789); Ea, pastorcillos (1790); Hoy que el mayor de los reyes llega al mundo (1790), y Demócrito y Heráclito (1790).

Sobresalen  sus villancicos de Navidad, que escribió de 1783 a 1790.

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