Soy una mujer de 34 años, abogada, sin haber ejercido mi carrera por dedicarme por completo a mi hogar y a mi hijo. Vivo en el extranjero, pero mi esposo ha cambiado mucho; me trata con indiferencia. Descubrí que tiempo atrás le escribía a muchas mujeres por Facebook. Cuando lo confronté, me respondió: “Perdón, fui un tonto”. Tal vez no fue infiel físicamente, pero me afectó emocionalmente.
Mi idea es regresar en diciembre, cuando mi hijo salga del colegio. Yo le confiaba tanto, pero hoy empiezo a sentirme muy mal.
Fui con el médico y me ha dicho que estoy embarazada de seis meses. Fue algo inesperado. Ahora llevo 19 semanas y no sé qué hacer. Sé que debo tener dignidad, pero también este bebé necesita muchas cosas que solo él puede proporcionarle, por lo menos ahora, mientras yo regreso y consigo trabajo. Rina, estoy muy confundida.
Amiga:
Sí, pienso que usted está en medio de una encrucijada que la obliga a esperar. Aunque ninguna esposa tiene obligación de soportar la indiferencia, el rechazo y la infidelidad del cónyuge, hay circunstancias —como esta— que obligan a detener una decisión inmediata y terminante. Los impulsos y arrebatos no son buenos consejeros porque complican más la situación.
Tal es su caso. Ese nuevo ser que Dios mediante nace en pocas semanas, merece el sacrificio de esperar. Por su seguridad y por la suya. Su situación actual no está en condiciones de valerse por sí misma, por su embarazo y porque usted hasta ahora ha sido una mujer dependiente, que no tiene recursos para tomar las decisiones que debiera tomar.
Pero esto no significa que tan pronto usted pueda liberarse económicamente y regrese a su país, tome la determinación de salir de esa carga emocional que la está desgastando. Por alguna razón su esposo la mira como “cualquier cosa”, sin darle el aprecio, el amor y el lugar que merece. Esto, humanamente, no lo soporta ninguna mujer que se precie digna, por lo tanto, hay que tomar decisiones en cuanto las circunstancias lo permitan.
La psicóloga Alicia Chávez dice en su libro El Rechazo y sus máscaras, que el rechazo “es una espina que se clava en el corazón y duele y no nos atrevemos a sacarla con las manos, como es necesario para sacarla, porque tememos heridas”. Y la indiferencia de que es víctima esta mujer viene a ser lo mismo que el rechazo.
Siempre, después de la publicación de casos de mujeres agredidas o maltratadas física o psicológicamente, muchas se atreven a escribir el suyo a manera de desahogo, o buscando orientación y apoyo.
rina.montalvo@gmail.com