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Compromisos continúan sin ser cumplidos

Aunque Guatemala adoptó la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas en el 2007, los compromisos allí contenidos siguen sin cumplirse, lo cual afecta el desarrollo de esas comunidades y es visto por expertos como una forma de racismo.

La deuda del Estado con los pueblos indígenas, en cuanto a reconocer y velar por el cumplimiento de sus derechos, se mantiene. (Foto Prensa Libre: HemerotecaPL)

La deuda del Estado con los pueblos indígenas, en cuanto a reconocer y velar por el cumplimiento de sus derechos, se mantiene. (Foto Prensa Libre: HemerotecaPL)

La reciente publicación del Índice Nacional de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) destaca cómo las desigualdades se han incrementado a pesar de que el crecimiento económico se ha mantenido estable en el país.

Esto se marca aún más cuando se fija la atención en los departamentos más pobres, que son aquellos con mayoría de población indígena.

Por ejemplo, la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi 2014) señala que el 60% de la población vive en pobreza, la cual aumenta en los indígenas —80%—.

Recientemente se desarrolló el seminario internacional sobre los avances y desafíos en la aplicación de ese acuerdo, a una década de su adopción y a 20 de la firma de los acuerdos de paz.

Antidiscriminación

Andrea Carmen, directora ejecutiva del Consejo Internacional de Tratados Indios (Citi), recordó que la Declaración es un mecanismo para combatir la discriminación, marginación y violaciones de los derechos humanos de los pueblos indígenas.

En cuanto a su cumplimiento, señaló que la situación de Guatemala no es muy diferente de otros países que han adoptado este instrumento, el cual considera bueno pero que no ha sido adecuadamente divulgado ni se ha emprendido la ruta legal y estructural para hacer esos cambios. Considera que hace falta más información.

Mario Ibarra, experto chileno en la causa de los pueblos indígenas, aseveró que es necesario entender que la Declaración de la Naciones Unidas, el Convenio 169 sobre Pueblos Indígenas y Tribales y, en gran medida, los acuerdos de paz son para construir una sociedad más justa, sin discriminación, equitativa, sin negar a nadie la participación.

“En los acuerdos de paz se concreta un sueño de todos los guatemaltecos, desde el canchito que vive en Bosques de las Luces, en carretera a El Salvador, hasta el viejo sabio que está en la montaña de los Cuchumatanes”, indicó.

Enfatizó que para construir una sociedad libre y democrática es necesario terminar con el racismo en cualquiera de sus formas y educar a los funcionarios y otros sectores en el tema.

“No hay que olvidar, la dignidad de los pueblos, de las personas, eso es fundamental”, aseveró.

Ve avances

Para el ex vicepresidente Eduardo Stein, mucho de lo que se ha avanzado en los derechos de los pueblos indígenas es porque los temas contenidos en la Declaración están hermanados con otros de Naciones Unidas, como el de derechos de la mujer.

“Todavía prevalece en muchos países a nivel mundial un muy vigoroso racismo que impide una transformación cultural y política necesaria para reconocernos como diferentes y no sea considerada un lastre o un elemento negativo, sino al revés: que precisamente las diferencia sean fuentes de riqueza y de desarrollo”, indicó.

Agregó que la conversión cultural en todos los países en donde ha ocurrido tarda tiempo.

“En Guatemala, específicamente, cargamos con una manera de contar la historia que necesita ser revisada… Pasa por una serie de servicios que da el Estado, pero que en su concepción, diseño y planificación responden a una manera de entender la realidad, en donde históricamente el peso ha estado de la concepción ladina de las cosas, interpretando, por lo tanto, que las culturas indígenas deben ser asimiladas a las prácticas occidentales, y no una apertura multicultural verdadera. Nosotros somos una realidad multicultural, pero todavía no intercultural”, puntualizó.

Conflictividad

El informe del PNUD señala cómo las desigualdades que afectan a las mayorías se han transformado en conflictividad. En el 2015 se registraron mil 476 casos de conflictos agrarios en el país.

Ibarra señaló que la oposición de los indígenas a ciertos proyectos, que para unos son desarrollo, llegan a convertirse en conflicto porque desacralizan la tierra, matan los espíritus de un territorio, la historia de las comunidades.

¿Qué pasaría si yo propongo crear una represa que inunde la Ciudad de Guatemala, para producir electricidad para el desarrollo? ¿Con qué me van a salir? Que no puede ser que van a inundar la ciudad, que allí está el cementerio, la Catedral…, pero si se trata de una comunidad indígena, inundémosla, qué importan los dioses, qué importan los pájaros… Eso se llama racismo”, aseveró, y agregó que para reducirlo resulta de gran utilidad respetar e implementar lo acordado en Naciones Unidas.

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