Comunitario

Historias de generosidad y fortaleza

Las manos de una madre son “dos milagros blancos apaciguando angustias”, escribió Mario Benedetti. Prensa Libre comparte seis historias de una docena de manos que “hicieron florecer estrellas”, como diría el poeta.

Rosa Díaz Nufio. junto a su hija Alba Michelle. durante un paseo familiar. (Foto Prensa Libre: Cortesía)

Rosa Díaz Nufio. junto a su hija Alba Michelle. durante un paseo familiar. (Foto Prensa Libre: Cortesía)

Sebastiana Chalí, una nonagenaria vendedora de dulces, encabeza una generación de mujeres valientes, la mayoría madres solteras, que desafiaron la adversidad.

No importa si el hijo se llevó en las entrañas o no se sintieron los dolores de parto. Tita Mendoza, una actriz de profesión, descubrió cómo ser “una mamá de corazón” al criar a dos hijos adoptivos.

María Tzamol es la voceadora que solo veía los dibujos de los ejemplares de Prensa Libre que vende porque no sabía leer. Este año se graduará de bachiller porque quiere ser ejemplo para sus hijos.

Flor de María Cuyuch crio a sus tres hijos con lo que ganó detrás del volante de un taxi. Perdió a dos de ellos en el alud ocurrido en El Cambray.

Gilda Cruz y Rosa Díaz comparten la tragedia de haber perdido una hija. Sin embargo, una sola palabra define su carácter: coraje.

El recuerdo de la dulce Alba

Alba Michelle España Díaz desapareció el 14 de junio de 2007,  dos días antes de cumplir los  9 años. A la mañana siguiente su cuerpo apareció destrozado. Aunque de forma tardía, las agresoras fueron capturadas y condenadas.

Su trágica muerte y la de otro pequeño dio vida a la  Ley del Sistema de Alerta Alba-Keneth.  Antes de ser aprobada esta norma, la Policía esperaba de 24 a 48 horas para comenzar la búsqueda de un menor. 

“No soy una niña normal”, solía afirmar Alba, pues su padre vivía en Estados Unidos, no tenía hermanos  y era zurda, recuerda su madre, Rosa Díaz Nufio.  

Los cuadernos  de ese último año de colegio  siguen intactos, la mochila permanece como si fuera a usarla a la mañana siguiente.   Estaba en cuarto primaria —iba un año adelantada— . Era servicial,  reía mucho y en su corta existencia acumuló ocho reinados. Era difícil que esta morena clara, alta, de mirada penetrante y dueña de una mata de cabello negro  no pudiera conquistar a alguien.

Rosa  es ahora  madre de un niño de 4 años. Renunció a la escuela de párvulos en la que trabajaba, luego de  la tragedia, pues no le daban permiso para ir a las audiencias.  Hoy es dueña de un comedor.

Junto a su pequeño revisa   de vez en cuando la maleta con las cosas de Alba: su primera pacha, su primer par de zapatos, su primer vestido. “Trato de explicarle muchas cosas. Me convertí en una mamá sobreprotectora. La sola idea de que algo le suceda a mi hijo  no la resisto”, afirma.

Hace pocas semanas el pequeño la sorprendió cuando le dijo: “Vine aquí para que no lloraras más, mamá, solo para eso”.