Comunitario

Sometidas a la ignorancia sexual, las niñas de Guatemala pagan las consecuencias

Margarita* es una adolescente espigada y risueña que viste una camiseta de Mickey Mouse y zapatillas deportivas. También es madre de un bebé de su maestro, que la embarazó con 14 años cuando todavía no sabía de dónde venían los niños.

Las mujeres indígenas tienen menos probabilidades de finalizar la escuela, según testimonios de promotoras de educación sexual. (Foto Prensa Libre: Reuters)

Las mujeres indígenas tienen menos probabilidades de finalizar la escuela, según testimonios de promotoras de educación sexual. (Foto Prensa Libre: Reuters)

“Sabía que venían de la barriga, pero no sabía cómo se hacían”, dijo entrevistada en su vivienda, a unos 20 kilómetros de la capital.
 
Como Margarita, muchas niñas y mujeres en Guatemala tienen embarazos no deseados debido a la falta de información sobre salud sexual y reproductiva combinada con una violencia endémica contra la mujer, según activistas para la salud femenina.
 
Guatemala tiene una de las tasas de embarazo adolescente más altas de América Latina, lo que pone a las niñas en la senda de la pobreza y la dependencia, en vez de camino a la escuela o de un trabajo decente.
 
Estadísticas gubernamentales citadas por la Federación de Paternidad Planeada apuntan a más de 5 mil embarazos en niñas menores de 14 años en 2014 y cuatro de cada cinco casos el asaltante sexual fue un familiar como el padre, tío o abuelo.
 
Un 25 por ciento de los niños guatemaltecos tienen madres adolescentes, según los datos.

La ignorancia sobre la reproducción está profundamente arraigada en las tradiciones culturales y las enseñanzas de las iglesias Católica y evangélicas, donde las niñas aprenden que el sexo es blasfemo y prohibido, dijeron voluntarios del programa Abriendo Oportunidades.
 
Las madres a menudo no saben cómo explicarles a sus hijas el ciclo menstrual y el secretismo aumenta porque la mayoría de los embarazos son causados por violencia sexual dentro de las propias familias, dijeron activistas.
 
“Las madres no están informadas y sienten tal vergüenza que no pueden ni siquiera mencionar los nombres de las partes del cuerpo”, dijo Marta Alicia Caz Macz, trabajadora de 22 años de la fundación Abriendo en Chisec, en la frontera con México.

Educación Sexual

Aunque en las escuelas se enseña educación sexual en las escuelas, activistas aseguran que a menudo es incompleta o irrelevante, dado que menos de la mitad de las niñas en Guatemala asiste a la escuela.
 
Los servicios de salud materna y reproductiva son costosos y a menudo inaccesibles para aquellos que viven lejos de las ciudades en el vasto interior del país.
 
Dicen que los altos niveles de violencia sexual contra mujeres y niñas provienen del bajo nivel social de las mujeres, especialmente las indígenas de origen maya, en una sociedad patriarcal y machista como la guatemalteca.
 
Guatemala tiene una de las tasas más altas de muertes violentas de mujeres, con dos asesinatos al día, según ONU Mujeres, que cita estadísticas oficiales de 2013.


El país destina un 15 por ciento de los ingresos fiscales de las bebidas alcohólicas para financiar programas de salud sexual y planificación familiar, lo que supuso unos siete millones de dólares en 2015, según la Agencia de Desarrollo Internacional de Estados Unidos (USAID, por sus siglas en inglés).
 
Las leyes se endurecieron en 2015 cuando la edad mínima para el matrimonio fue subida a 18 años para mujeres y 16 para hombres, desde 14 años; pero todavía niñas de 16 años pueden contraer matrimonio con permiso de un juez.
 
Además, desde 2014 los embarazos en niñas menores de 14 años son reportados por ley como violaciones.
 
Interrumpir el embarazo está prohibido a menos que la vida de la madre corra peligro y activistas calculan que se practican 66 mil abortos al año en el país.

 “Una buena ley”

Margarita, que ahora tiene 15 años, dijo que el padre de su hija era su profesor en la escuela primaria. Aunque le llevaba siete años, se casó con él y tuvo que dejar la escuela durante un tiempo. Luego regresó.
 
Por ley, su boda sería ahora ilegal y su embarazo habría sido juzgado como una violación.

“Creo que es una buena ley”, dijo la entrevistada. “Cuando piensas que hay una ley ahí, a lo mejor no lo haces”.
 
El rostro aniñado de la adolescente se ilumina cuando describe a su hija de 15 meses. Dice es gordita y “le gusta romper cosas”.
 
Margarita ya no quiere tener más hijos y obtuvo unos implantes anticonceptivos de WINGS, una organización de derechos reproductivos. Quiere ser panadera cuando crezca, “porque me gusta comer pasteles”, contó entre risas.

 Violencia contra la mujer

 A los 19 años, la mayoría de las mujeres en Guatemala ya tienen dos hijos, dijo Alma Odeth Chacon de la organización Tierra Viva. “Se convierte en un círculo vicioso de pobreza y violencia del que no somos capaces de escapar”, dijo.
 
Dejar a las mujeres a merced de embarazos tempranos y no deseados es un medio eficaz de poder y control, dijo Justin Sitron, profesor del Centro para Estudios Sexuales Humanos de la Widener University en Pensilvania.
 
“Si las mujeres siguen siendo oprimidas y marginadas por las estructuras de poder no tendrán tiempo ni energía para defenderse a sí mismas y tratar de arrebatar el poder que monopolizan los hombres”, dijo en una entrevista.
 
Con la esperanza de romper este ciclo, otra joven de 19 años, está recibiendo inyecciones anticonceptivas en una clínica de la Asociación Pro-Bienestar de la Familia de Guatemala (Aprofam).
 
Tiene un bebé de tres meses y dijo que ella y su esposo no pueden permitirse más hijos por el momento. Ella cocina rellenitos, un postre típico guatemalteco, y su marido vende raspaditos helados en la calle.
 
“Quiero una familia pequeña. Las familias grandes tienen más problemas y más pobreza”, dijo Pérez, que será la primera mujer en su familia que usa anticonceptivos.
 
Elvira Cuc Cho, mentora de 24 años en la asociación Abriendo en Chisec, dijo que demasiadas mujeres y niñas permanecen en la ignorancia y lo ilustra rememorando una historia de su prima, quien quedó embarazada a los 17 años.
 
“No sabía lo que estaba pasando. Hasta que su cuerpo comenzó a cambiar y su madre le dijo: 'estás embarazada'”.
 
Fue forzada a casarse con el padre y acabó en un matrimonio violento, como atestiguan sus golpes y moratones.
 
“Está muy avergonzada y no quiere hablar de ello. Solo quiere hacerse daño a sí misma”, contó Cuc Cho.

*Margarita, nombre ficticioso, por seguridad.-