Comunitario

“Una prima vendió mi cuerpo por monedas”

Jenny —nombre ficticio—  es una adolescente de 16 años que hace menos de un mes se convirtió en madre. Su vida tomó un rumbo diferente luego de que su padre la abandonó.

Jenny, con su bebé en brazos, en una de las habitaciones de la casa hogar en la que se encuentra recluida. (Foto Prensa Libre: Gabriela López)

Jenny, con su bebé en brazos, en una de las habitaciones de la casa hogar en la que se encuentra recluida. (Foto Prensa Libre: Gabriela López)

A los 12 años, Jenny se mudó a la vivienda de su abuela, en donde pensaba que todo iba estar mejor. Ahí entabló amistad con Paola —nombre ficticio—, una prima cuatro años mayor, y ambas salían a fiestas y se llevaban bien, a pesar de que Paola consumía drogas.

En abril del 2015, por insistencia de Paola, Jenny asistió a una fiesta, con cinco “amigos” que no conocía. “Lo único que recuerdo de esa noche es que me insistían en que me tomara una cerveza, pero no acepté; entonces, me ofrecieron un vaso con gaseosa, y de allí no recuerdo nada, me dio mucho sueño”, relató.

Jenny, por el frío de la madrugada, despertó a la mañana siguiente. Se encontraba sola, en  el rincón de una pequeña casa, dentro de una granja que no conocía.


“Amanecí solo en ropa interior y muy adolorida de mis partes —íntimas—”, describió.

Recuerda que encontró su ropa, se la puso y caminó por horas hasta la casa de su abuela. Al llegar buscó a su prima, pero no estaba.

“Solo supe que ella había recibido dinero por mí, esa noche… No sé cuánto dinero fue, pero le dieron dinero para poder estar conmigo”, manifestó.

Como refugio a su atormentada vida empezó a consumir drogas. Recuerda que trabajaba en una fábrica donde ganaba Q500 semanales, los cuales utilizaba en su adicción. Su familia la internó en varios hogares de los cuales superaba el consumo, pero volvía a caer en él.

“Consumía marihuana, cocaína, piedra y también le hacía al pegamento. Me costó un montón dejar eso, consumía para pasar un rato   bien, ya no lo podía dejar. Siempre me daba ansiedad y perdía el control”, refirió.

En diciembre del 2015 se encontró con su prima, a quien se lanzó para pegarle. “Era mucha mi cólera. Ella juraba que no había hecho nada, que no sabía nada; pero no le creo”, insistió.

Un rayo de luz

El 31 de diciembre del año pasado, Jenny encontró el amor. Se unió a un joven dos años mayor, amigo y vecino en su colonia. “Con él me sentía protegida, me sentía bien,  me cuidaba”, indicó.

Cifras alarmantes

A escala centroamericana se calcula que hay un millón de casos por trata de personas.
Solo Guatemala registra alrededor de 800 mil casos.
Según un informe de Unicef, existen 48 mil 500 víctimas directas de explotación sexual.
Cerca de 150 mil niños están involucrados en actividades laborales en coheterías o tortillerías, pican piedra o desempeñan otros trabajos.
Más de 50 capturas por trata de personas reporta la Policía Nacional Civil en lo que va del año.
La Fiscalía contra la Trata de Personas del Ministerio Público reporta 307 denuncias.

Su adicción a las drogas disminuyó, pero debía regresar a otra casa hogar, donde fue internada tres meses después. Desde ese entonces no  ha vuelto a ver al muchacho.

Fruto de esa relación, Jenny se convirtió en madre a finales del mes pasado. Con su bebé en brazos y una mirada tierna hacia él, asegura que lo único que quiere es cuidarlo y seguir sus estudios para llegar a ser profesional. “Quiero ser abogada o doctora, para ayudar a las demás personas, a las adolescentes que pasen por la misma situación que la mía”, aseveró.

La menor confesó que teme salir a la calle y no controlar su adicción. Asegura que sus ganas de vivir por su hijo la hacen decir no más a las drogas. “Ser mamá me hace sentir más segura de lo que quiero hacer, siento felicidad, algo que no había sentido antes”, acotó.

Trata de personas

El caso de Jenny se considera trata de personas. Ese delito, en sus distintas modalidades, ha cobrado auge en Guatemala y es una forma de esclavitud moderna. Según Leonel Dubón, director de Refugio de la Niñez, las modalidades más fuertes en el país son la explotación laboral, sexual,  reclutamiento de menores de edad para actividades delictivas y mendicidad.

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