Comunitario

Una tarde con las hermanas de Santa Claus

Lo que inició con unos dulces y 50 niños, se convirtió en una fiesta a la que asisten más de siete mil personas del Amparo I y II, del Granizo y de los asentamientos aledaños, en la zona 7 capitalina.

Decenas de niños que viven en el Amparo I y II, El Granizo y en los asentamientos aledaños, en la zona 7, siguen con atención las indicaciones de las hermanas Catalán, quienes cada año les llevan el calor y la alegría navideña.

Decenas de niños que viven en el Amparo I y II, El Granizo y en los asentamientos aledaños, en la zona 7, siguen con atención las indicaciones de las hermanas Catalán, quienes cada año les llevan el calor y la alegría navideña.

Todo ello, luego de la idea de dos hermanas, quienes quisieron agradar a los menores que se reunían en una escuela dominical cercana.

Lesvia y Norma Catalán, junto con Irma, su madre, empezaron hace nueve años entregando bolsitas de dulces. A la Navidad siguiente se juntaron más niños, y ellas también se prepararon con algunos juguetes, pero ello atrajo cada año a más menores, hasta llegar a una fiesta con piñatas, dulces y varios espectáculos.

La mayoría de obsequios los compra la familia Catalán, pero su bondad contagió a más vecinos, así como a Domino's Pizza que este año donó siete mil 500 porciones.

Mientras algunas personas colaboran con juguetes nuevos y usados, otras llevan vestidos para las niñas.

Lesvia recuerda que en una oportunidad una de las pequeñas se acercó a ella llorando de alegría y le dijo que nunca había estrenado para Navidad, y que esta vez se sentía como una princesa.

“No hay que tener mucho dinero para hacer felices a los niños, la sonrisa de todos los seres humanos puede cambiar el mundo”, explica Irma, a quien más tarde se le llenaron los ojos de lágrimas cuando contó acerca de una madre soltera, con seis hijos, que sobrevive con Q30 al día.

La convocatoria para la fiesta era para las 15.30 horas, pero desde una hora antes inició el movimiento.

Dos horas después, el lugar estaba lleno de niños que corrían de un lado a otro. En sus rostros se veía alegría, que escondía por un rato su realidad.

Desconsuelo

“Yo vine con mis nietos, porque esta será la única oportunidad de que tengan un regalo en Navidad”, relató Judith González, quien a pesar de ser de avanzada edad y de tener serios problemas en la cadera, cuida a dos de sus nietos.

Además cuida de Alejandro, de 8 años y a Zury, 5, quienes le fueron encomendados por una vecina —Grace—, quien debió partir a Salamá por trabajo.

Alejandro cuenta que no ve a su mamá desde hace un mes y la extraña mucho. Según doña Judith, ella es madre soltera, una historia más de desintegración familiar.

“Grace va a estar allá dos años, dejó a sus hijos, porque no conocía a nadie y temió que les pasara algo”, detalló.

No son los únicos que buscan distraerse, Rosalinda, otra madre soltera de 30 años y con cuatro hijos entre 7 años y 9 meses, recuerda que hace seis meses las lluvias la dejaron sin hogar, una champa en uno de los asentamientos del lugar.

“Perdimos todo, no he podido recuperar nada porque gano Q40 al día. Venimos hoy porque quiero que mis hijos vean que aún se puede ser feliz”, manifestó.

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