Guatemala

El caminante pide que nuevas autoridades respeten a la población 

Osbaldo Ochoa, conocido como el caminante, partió este martes de Antigua Guatemala, Sacatepéquez,  en su recorrido  hacia la capital, bajo el lema “La caminata de la proeza y la advertencia”, con la que pretende hacer un llamado a las nuevas autoridades de gobierno para que trabajen con transparencia.   

Un grupo de personas acompaña a Osbaldo Ochoa a su paso por Antigua Guatemala, Sacatepéquez. (Foto Prensa Libre: Miguel López).

Un grupo de personas acompaña a Osbaldo Ochoa a su paso por Antigua Guatemala, Sacatepéquez. (Foto Prensa Libre: Miguel López).

Ochoa hizo el llamado a los guatemaltecos para juntos cambien las situaciones adversas que afectan al país.  “Queremos que nos eduque el Estado, pero no hay una educación de fondo”, manifestó.

También hizo el llamado a las autoridades electas para que respeten a la población y no saqueen el país.  A criterio del caminante, los funcionarios municipales y de los tres poderes del Estado deben estar conscientes de que el pueblo despertó.

Informó que este martes tiene planeado llegar a San Lucas Sacatepéquez, donde pernoctará y este miércoles partirá hacia Mixco, Guatemala, para llegar a la capital el próximo jueves cuando asuma el cargo el nuevo gobierno. 

El caminante comenzó su viaje el viernes último en la cabecera de Quetzaltenango, donde fue despedido por estudiantes universitarios y vecinos.

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Ochoa salió en viernes último del parque central de Quetzaltenango  en su caminata contra la corrupción.

Primeras hazañas

Era la mañana del 14 de junio del 2015 y el reloj marcaba las 9 horas cuando Ochoa decidió iniciar su primera caminata desde Quetzaltenango hacia la capital.

En esa ocasión, el caminante indicó que el viaje comenzó por inspiración en el pensador Mahatma Gandhi y al ver las  manifestaciones contra la corrupción.

En julio del mismo año,  efectuó  su segunda travesía desde Xela.  Previo a su salida, hizo sonar su corneta siete veces para recordar  la caída de los muros de la ciudad de Jericó, según un relato bíblico, y como un acto simbólico para quitarles el poder a los políticos corruptos.

 

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