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1985: Hombre vivía con cinco amantes

Una nota insólita publicada en Prensa Libre el 31 de marzo de 1985 informaba de la captura de un hombre que tenía cinco amantes, cuatro de ellas menores de edad, con las cuales convivía en la misma habitación.

De izquierda a derecha, Pedro Abrigo Herna?ndez; su mujer, Patrocinia Contreras, y el suegro del primero, Pedro Contreras Herna?ndez. Posan con varios mun?ecos y otros objetos que usaban en pra?cticas de brujeri?a. (Foto: Hemeroteca PL)

De izquierda a derecha, Pedro Abrigo Herna?ndez; su mujer, Patrocinia Contreras, y el suegro del primero, Pedro Contreras Herna?ndez. Posan con varios mun?ecos y otros objetos que usaban en pra?cticas de brujeri?a. (Foto: Hemeroteca PL)

El detenido era Pedro Abrigo Hernández, y según la información de la Policía y de las mismas jovencitas, él las había seducido con engaños, ofreciéndoles sueldos hasta de Q50 al mes.
 
La Policía inició las pesquisas después de recibir la denuncia de Francisco Ismatul, sobre que una hija suya, de 11 años, estaba desaparecida desde hacía ocho días. Esta denuncia fue interpuesta en la Policía de Fraijanes, pues la niña había desaparecido de la aldea Santa Rosita, Villa Canales.
 
La Policía estableció, después de intensa investigación, que en la aldea El Cerinal, Barberena, Santa Rosa, se encontraba la menor, pues por ese lugar había sido vista. Los investigadores llegaron hasta El Cerinal, y efectivamente comprobaron que la menor se encontraba en ese lugar y que además, había más niñas en la vivienda.
 
Las cuatro menores dieron declaraciones a Prensa Libre, aunque no se proporcionan los nombres.
 
La primera de ellas, de 16 años, relató que vivió cuatro meses con Pedro Abrigo, y que se había ido con él porque fue a pedirla con sus padres en la aldea El Cerinal, para que fuera a trabajar, a lo cual su familia accedió. Sus papás le dijeron que era cosa de ella si se iba con él; como le habían ofrecido dinero y ropa dispuso irse. A los pocos días de estar en la casa, el hombre la hizo su mujer.
 
Otra muchacha, también de 16 años, dijo que había venido a la capital para visitar a sus padrinos, y cuando bajó la camioneta procedente de la aldea Plan Grande, Palencia, se encontró con la mujer Patrocinia Contreras Gaborit, concubina de Abrigo Hernández, quien le dijo que se fuera a trabajar con ella y su marido. No deseaba hacerlo, dijo, pero la amenazaron y prácticamente la secuestraron, y se quedó con ellos.
 
Estando en la casa, expresó, el hombre le principió a pegar con una “guarizama” (machete), diciéndole que tenía que darle “calorcito” en la noche porque é sentía mucho frío. Una noche la forzó y pasó a ser su “esposa”, dijo la muchacha.
 
Preguntada por qué no trató de huir, dijo que no, porque la había amenazado que si se iba, moriría; el hombre le mostraba una pistola.
 
Otra niña, de 13 años, informó que tenía nueve meses de vivir con Abrigo Hernández. Expresó que Patrocinia se la conquistó en Tiquisate, y se vino con ella y cuando ya estaban en la casa de El Cerinal, un día de tantos cierto hombre a quien no conoce, se la llevó y al llegar a unos matorrales, la hizo suya. Luego se hizo “esposa” de Abrigo Hernández, dijo.
 
La niña de 11 años, cuyo padre la buscó por ocho días, dijo que una noche de esas, Abrigo Hernández trató de violarla, pero que como no soportó, dio de gritos y éste ya no pudo hacer su fechoría. Informó que se había ido con él y la mujer de Abrigo, porque le ofrecieron pagarle Q50, darle zapatos, ropa bonita y buena comida. Dijo que el hombre le había pegado cuando en principio no pudo hacerla su mujer. Después todo fue normal, dijo. Se acostó con él. Todas declararon que la mujer de Abrigo Hernández se enojaba cuando él se acostaba con una de ellas, pero que no pasaba de enojarse.
 
Pedro Abrigo Hernández, que también se dedicaba a la hechicería, es padre de 12 hijos, de los cuales ocho son varones y cuatro mujeres.
 
La Policía decomisó cierta cantidad de amuletos, fotografías enfrascadas, muñecos y otra serie de objetos que servían a Abrigo para la hechicería.
 
El “musulmán” era de regular estatura, delgado, de aspecto humilde. Usaba sombrero estilo tejano. Hablaba como ladino. Usaba botas tejanas. Tenía el aspecto de un campesino.
 
Cuando los periodistas le preguntaron si es cierto que poseyó sexualmente a las jovencitas, dijo que no. Pero tampoco explicó por qué dormía con ellas en una misma habitación. Como el reportero insistía para llegar al fondo de las cosas, el hombre—que parecer ser un poco listo— se encastilló en una frase repetitiva: “Mire, usté, mejor no me pregunte, porque yo no sé nada”.
 
El 15 de agosto de 1985 trascendía el resultado del juicio en contra del “califa”. El juzgado tercero de primera instancia penal encontró culpable de substracción propia continuada, estupro mediante inexperiencia o abuso de confianza, violación continuada y portación ilegal de armas.
 
Por cada uno de los delitos, le impusieron tres años de prisión, en total sumó 21 años. También le correspondieron otros seis años por substracción propia.

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