Hemeroteca

Árbenz fue víctima de un plan difamador

El ex presidente Jacobo Árbenz Guzmán sufrió, durante su exilio, una persistente campaña de desprestigio ordenada por quien le derrocó, la Agencia Central de Inteligencia (CIA).

Retrato de Árbenz, pintado por el artista Manolo Gallardo. (Foto: Hemeroteca PL)

Retrato de Árbenz, pintado por el artista Manolo Gallardo. (Foto: Hemeroteca PL)

Así lo argumenta el historiador uruguayo Roberto García Ferreira, investigador del Departamento de Historia Americana de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República, quien publicó un libro sobre el destierro del malogrado ex gobernante.

¿Qué significó el exilio para Árbenz?
Para el ex presidente y su familia fue un inmenso dolor el forzado exilio político. Si bien no debe haber destierros que no sean dolorosos, “el caso Árbenz” es particularmente interesante por varios motivos.

El más significativo es de que no se trata de un exilio más: él y su familia no parten solos. La CIA, quien había fraguado el golpe para derrocarlo, también se encargó de controlarle de cerca y desgastarlo encubiertamente. Existen sólidas evidencias documentales que permiten apreciar cómo una buena parte de los artículos, columnas o editoriales publicados en la época no eran concebidos de forma independiente, sino que seguían las sugerencias propagandísticas de la CIA, preocupada en mostrarlo como un “dictador rojo”, “malversador de fondos”, “bebedor”, “depresivo” y “cobarde”.

Queda en evidencia cuán importante era para la CIA desprestigiarle y quitarle legitimidad, ya que operaciones de ese tipo fueron implementadas en lugares como México, Suiza, Francia, Checoslovaquia y Uruguay, además de la propia Guatemala.

Las “operaciones en contra” dicen mucho sobre cuán molesto era para EE. UU. el nacionalismo de Árbenz, cuyo exitoso ejemplo despertaba simpatías en varios países latinoamericanos.

Recordando palabras de su viuda (María Vilanova), todo indica que “los sufrimientos de su exilio no tienen comparación” y explican los momentos de “profunda y explicable depresión” en que reiteradamente cayó.

¿La forma en que fue derrocado y el exilio lo volvieron un paria?
Es difícil responder tajantemente esa pregunta. Si bien el único estudioso que le ha dedicado exclusivamente a Árbenz un pequeño trabajo —Jesús García Añoveros— señala que desaparece completamente de la historia de su país convirtiéndose en un “paria” políticamente hablando, la investigación que venimos efectuando no sólo permite matizar esa expresión sino negarla.

Desde su renuncia a la Presidencia, Árbenz aparece “periódicamente” citado en la prensa, revistas y semanarios, aunque lo interesante es recordar que esa presencia está asociada a la existencia de una operación de desprestigio por parte de la CIA.

Simplemente, su ejemplo era molesto y él personalmente odiado, ya que sus “osadías” habían llegado demasiado lejos. A su vez, el grado de agresividad con que criticaron a “Jacobo el Rojo” permite también corroborar la efectividad de la política revolucionaria emprendida por éste.

¿Por qué Árbenz no pudo superar políticamente el golpe de Estado en su contra?
Como exiliado político, Jacobo debió soportar el peso de inéditas medidas para con él, entre ellas la manifiesta prohibición de efectuar declaraciones públicas.

En México, Suiza, Francia y Uruguay, durante los primeros años del exilio, esa fue una —si no la principal— de las condiciones que estos países le impusieron para albergarlo. Constreñido, no pudo contestar ni hacer frente a la sistemática prédica orquestada fundamentalmente por la CIA, deseosa de que la opinión pública se formara una forma negativa de él.

Luego, los revolucionarios cubanos se transformaron en los grandes victoriosos del continente y su posterior consolidación supuso el declive de Jacobo, que por ese entonces sólo representaba al “gobernante depuesto por el imperialismo”. El repetido eslogan de que “Cuba no es Guatemala” le hizo mucho daño, enrostrándole una y otra vez también la derrota del ‘54, que, al decir de una amiga uruguaya cercana, “permanecía detenida en su cabeza”.

Los alejamientos de sus amigos, la confiscación de sus bienes en Guatemala, sus propias inseguridades y el suicidio de su hija preferida, Arabella, lo destrozaron sentimentalmente. Poco quedaba del enérgico ex presidente que valientemente había hecho frente a EE. UU.

¿En qué se enfoca el libro que prepara sobre Árbenz?
Busca dar a conocer, de forma documentada, cuánto, cómo y a través de qué medios la CIA ejerció un estricto control sobre Árbenz, desprestigiándolo y dañando su imagen pública.

¿Qué hallazgos ha encontrado en su investigación?
En primer lugar, corresponde citar, por su significación y volumen, la documentación liberada por la propia CIA, cuya parcial y limitada política de desclasificación ha abierto una veta de especial interés en lo que tiene que ver a su intervención en Guatemala durante “el caso Árbenz”.

El revelamiento exhaustivo de la prensa uruguaya, guatemalteca y argentina arroja cuantiosos dividendos desde el punto de vista histórico, ya que confirma la puesta en práctica de las operaciones encubiertas de prensa contra Árbenz. Sería por supuesto el ideal poder revelar la prensa de todos los países donde viviera en el exilio, Francia, Suiza, la ex Checoslovaquia, Cuba y, la más importante sin duda, México, donde residía buena parte del exilio guatemalteco y donde se hicieron cuantiosos esfuerzos de desinformación.

El Archivo Histórico de la Cancillería uruguaya contiene información muy útil al respecto. Su excelente orden y conservación posibilita al investigador estudiar la presión ejercida por EE. UU. para que Uruguay negara la visa a Árbenz.

Además, están los testimonios de personas que recuerdan y/o compartieron muchos de esos momentos del exilio en Uruguay de Jacobo, María y su familia.

Por último, los fondos ex secretos y reservados del Servicio de Inteligencia Policial uruguayo, por medio del cual la estación de la CIA en Montevideo pudo controlar los movimientos de la familia Árbenz y las amistades que los rodearon entre 1957 y 1960.

¿Cuál es la vigencia del pensamiento de Árbenz?
En su momento, Árbenz no fue lo que EE. UU. esperaba. Como presidente, —y más tratándose de un militar centroamericano—, decepcionó completamente al poderoso vecino del norte, quien interpretó que se trataba de un “oportunista” al que se podía manejar. 

A diferencia de tanto gobernante latinoamericano, Árbenz mostró que no se le podía sobornar y que, lejos de tibiezas, su programa de gobierno estaba para ser cumplido.

De esa forma, el ejemplo de Árbenz permanece intacto por cuanto supuso la defensa a ultranza de la soberanía, mostrando que toda inversión privada sería bienvenida siempre y cuando los capitales extranjeros respetasen las leyes guatemaltecas y se abstuvieran de intervenir en los asuntos internos del país.

¿Ha sido rescatado su ideario político en Guatemala?
Definitivamente, no. A diferencia de su predecesor Juan José Arévalo, Árbenz no fue un gran orador ni escribió memorias o textos con los que pudiera estudiarse “su” pensamiento. Tímido y reservado, resulta un personaje esquivo para la investigación histórica, sobre todo durante su exilio.

Pero también a diferencia de aquél, supo destacarse por su honestidad y por el apego convencido a sus convicciones democráticas. Distanciado de ese pecado tan frecuente que es la demagogia, mostró sus credenciales a través de realizaciones prácticas y hechos comprobables.

Árbenz concibió el que hasta la actualidad ha sido el único programa económico-social serio, independiente, con proyección a largo plazo y, sobre todo, realizable, que ha tenido Guatemala en toda su historia. No fue poco, entonces.

ESCRITO POR: