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El destacado y menospreciado papel del papel en la Economía

La imprenta de Gutenberg, creada en la década de 1440 por Johannes Gutenberg -un orfebre de Mainz, Alemania- es ampliamente considerada una de las invenciones más emblemáticas de la humanidad.

El invento de Gutenberg no habría llegado muy lejos sin papel. ISTOCK

El invento de Gutenberg no habría llegado muy lejos sin papel. ISTOCK

Su creador descubrió cómo hacer grandes cantidades de tipos móviles de un metal resistente y también supo cómo fijar esos tipos, de tal manera que estuvieran lo suficientemente firmes para imprimir cientos de copias de una misma página y lo suficientemente flexibles para poder ser reutilizados en una impresión completamente distinta.

Las famosas Biblias impresas por Gutenberg eran objetos tan hermosos que podían rivalizar con aquellas elaboradas a partir de la caligrafía de los monjes.

Si cierras los ojos quizás puedas ver una de sus páginas, la nítida escritura negra en latín organizada de forma minuciosa en dos densos bloques de texto, ocasionalmente destacada con una floritura de tinta roja.

Pero en realidad, uno podría realizar una pequeña objeción sobre el lugar que ocupa Gutenberg en la Historia.

No fue el primero en inventar la imprenta de tipos móviles, ésta fue originalmente desarrollada en China.

Incluso mientras Gutenberg trabajaba en su creación en Alemania, los coreanos estaban repensando todo su método de escritura para hacer más sencillas las impresiones, reduciendo decenas de miles de caracteres a sólo 28.

Se suele decir que gracias a Gutenberg el mundo logró que la alfabetización fuera masiva pero eso tampoco es cierto; seis o siete siglos antes la alfabetización era común en el califato abasí, que se extendía desde Medio Oriente al norte de África.

Sin papel no habría imprenta

Sin embargo, la imprenta de Gutenberg cambió el mundo.

Su invención fue un factor crucial en la reforma religiosa de Europa, contribuyó a la ciencia, posibilitó los diarios, la novela, el texto escolar y mucho más.

Pero no podría haberlo hecho por sí misma sin otra invención, tan esencial pero mucho menos aplaudida: el papel.

El papel fue otra idea de China, unos 2.000 años atrás. Al comienzo lo utilizaron para envolver objetos preciosos pero casi inmediatamente comenzaron a escribir sobre él: era más liviano que el bambú y más barato que la seda.

Pronto los árabes se entusiasmaron con este invento pero los cristianos en Europa no lo harían hasta mucho después: el papel llegó a Alemania apenas unas décadas antes de que Gutenberg inventara su imprenta.

¿Por qué tomó tanto tiempo? Porque por siglos, los europeos simplemente no necesitaban del papel. Tenían el pergamino, que está hecho de cuero de animal.

Pero era costoso: una Biblia escrita en pergaminos requería el cuero de unas 250 ovejas. Aunque, como tan poca gente sabía leer y escribir, la producción no era masiva.

Sin embargo, con el incremento de una clase dedicada al comercio cuyas necesidades cotidianas exigían llevar las cuentas y elaborar los contratos, ese material para la escritura utilizado por los árabes comenzó a verse atractivo.

Y la existencia de papel barato hizo que la economía de la imprenta también fuera deseable: el costo fijo de la impresión era fácilmente compensando por la cantidad de copias impresas.

Las opciones eran sacrificar a millones de ovejas o usar papel.

Multiuso

Y la impresión es solo uno de los usos que le damos al papel. Lo usamos para decorar paredes -sea como empapelado, o con posters y fotografías-, para filtrar café y té, para empaquetar leche o jugo con las cajas hechas de cartón corrugado.

Hay papel para envolver, papel de lija y papel a prueba de grasa. Hay servilletas de papel, recibos de papel y boletos de papel.

Y en la década de 1870, la misma década que produjo el teléfono y la bombilla de luz, la Compañía Británica de Papel Perforado produjo una clase de papel que era suave, firme y absorbente: el primer papel higiénico.

El papel puede parecer encantador y artesanal pero es básicamente un producto industrial elaborado a escala masiva.
Una vez que los europeos cristianos finalmente abrazaron al papel, crearon posiblemente la primera industria pesada del continente.

Inicialmente produjeron el papel de la pulpa del algodón, lo que requería alguna clase de químico para procesar la materia prima. El amonio de la orina funcionaba bien así que por siglos las papeleras europeas pulverizaron esta pulpa en baños de pis humano.

Para todo el proceso de generación de papel se requería además una tremenda cantidad de energía mecánica: la localidad italiana de Fabriano, uno de los primeros lugares de manufactura de papel, usaba los rápidos de las montañas para activar unos martillos gigantes.

Una vez que estaba macerada, la celulosa del algodón se desprendía finalmente y flotaba en una suerte de sopa espesa que luego era vertida y dejada para secar.

Tras esto la celulosa se volvía una suerte de alfombra fuerte y flexible.

El paso a la madera

A lo largo de los años, el proceso vivió innovación tras innovación: máquinas trilladoras, blanqueadores, aditivos designados para hacer papel más rápido y más baratos, aun cuando el resultado de todo esto era en ocasiones una sustancia frágil que se tornaba amarillenta y se rompía con el tiempo.

Al final el papel se volvió un producto barato, ideal para las necesidades de la vida de la clase media.

Para 1702 el papel era tan barato que se utilizó para un producto explícitamente designado a ser arrojado a la basura en sólo 24 horas: el Daily Courant, el primer diario del mundo.

Y luego, llegó una crisis industrial casi inevitable. Europa y Estados Unidos se volvieron tan hambrientos de papel que comenzaron a quedarse sin textiles para procesar.

La situación se volvió tan desesperada que cartoneros peinaban campos de batalla para quitarles los uniformes manchados de sangre a los muertos para vendérselos a las papeleras.

Pero había una fuente alternativa de celulosa para hacer papel: madera.

Los chinos conocían hace mucho tiempo cómo hacerlo pero la idea no había despegado en Europa.

En 1719 un biólogo francés, René Antoine Ferchault de Réaumur, escribió un artículo científico haciendo hincapié en que las avispas podían hacer nidos de papel mascando la madera, entonces, ¿por qué no podían hacer algo similar los humanos?

Sus palabras fueron ignoradas por años y cuando su idea fue redescubierta, los productores de papel notaron que la madera no es una materia prima tan fácil de trabajar y que no contiene tanta celulosa como los trapos de algodón.
Recién en la mitad del siglo XIX la madera se volvió una fuente importante de la producción papelera en Occidente.

¿Fin del papel?

Actualmente, el papel se hace cada vez de sí mismo, reciclado generalmente en la China que lo inventó.

Una caja de cartón surge de las papeleras de Ningbo, unos 250 kilómetros al sur de Shanghái; es usada para empaquetar una computadora portátil; la caja se embarca y cruza el Pacífico; la computadora se usa y la caja se recicla en un tacho de basura en Seattle o Vancouver; luego regresa a Ningbo para ser reconvertida en otra caja.

Pero en lo que respecta a la escritura, algunos dicen que los días del papel están contados, que la computadora nos conduce a la era de la “oficina sin papeles”.

El problema es que esta clase de oficinas han sido anticipadas desde los días de Thomas Edison, allá por las últimas décadas del siglo XIX, cuando el inventor decía que los memorandos no serían más redactados sino grabados en sus cilindros de cera.

Mientras tanto, las ventas de papel siguen en alza. Las computadoras hacen más fácil la distribución de documentos digitales pero las impresoras hacen igual de fácil imprimir estos documentos en papel.

En Estados Unidos, las fotocopiadoras, máquinas de fax e impresoras siguen tragando cada cinco años una cantidad de papel suficiente para empapelar todo el país.

La idea de la “oficina sin papeles” se ha vuelto menos una predicción y más un eslogan.

Pero quizás las cosas están finalmente cambiando, en 2013 el mundo alcanzó su pico en producción papelera. Aunque muchos de nosotros todavía preferimos dar vueltas las páginas de un libro o de un periódico, el costo de la distribución digital es tan bajo que terminamos inclinándonos por la opción más barata.

Lo digital le está haciendo al papel lo que el papel le hizo al pergamino con la ayuda de la imprenta de Gutenberg: lo que define el cambio no es la calidad sino el precio.

El papel puede estar en declive pero sobrevivirá no solo en las góndolas de los supermercados o al lado de los inodoros sino también en la oficina.

Las viejas tecnologías tienen el hábito de resistir. Todavía usamos lápices y velas y en el mundo se producen más bicicletas que automóviles.

El papel no ha sido sólo un lugar donde imprimir hermosas páginas, es un elemento cotidiano.

Y para garabatos, listas de compras y dibujitos no hay nada que le gane a la parte de atrás de un sobre.

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