BBC NEWS MUNDO

“Estaban registrados como propiedad en esas escrituras”: el reto de los descendientes de esclavos para encontrar a sus antepasados

La Universidad de Georgetown afirmó que dará un trato preferencial a los solicitantes que son descendientes de los esclavos que en el pasado estuvieron vinculados a la institución. Pero ¿cuán fácil es en Estados Unidos encontrar datos sobre los que fueron esclavos?

En 1838, sacerdotes jesuitas vendieron 272 hombres, mujeres y niños que habían sido esclavizados en plantaciones en Maryland.

La venta, valuada en US$3,3 millones de hoy en día, ayudó a la importante universidad católica conocida como Georgetown College a pagar una enorme deuda y asegurar su supervivencia.

Hoy, la Universidad de Georgetown, reconocida internacionalmente, quiere expiar el maltrato tanto de esos esclavos como el desconocido número de otros que fueron forzados a trabajar para el colegio.

Está creando un archivo en internet y trabajando con genealogistas para rastrear a sus descendientes.

Los potenciales estudiantes que sean capaces de rastrear este linaje tendrán trato preferencial cuando presenten su solicitud, dice la universidad.

Los jesuitas mantuvieron registros detallados e inusuales de los esclavos en sus plantaciones en Maryland, los cuales pueden ayudar a sus descendientes a establecer un vínculo.

Pero para millones de afroestadounidenses, la mayoría de los cuales se cree que descienden de esclavos, el proceso es notoriamente complicado.

Esto es algo que Shonda Brooks experimentó de primera mano cuando comenzó a buscar sus raíces hace tres años.
“Era como si chocara contra un muro detrás de otro”, dice.

Brooks comenzó sus investigaciones después de que su abuela enfermó de cáncer, y decidió que no sabía mucho sobre sus familiares distantes.

“Yo no sabía a quién debería contarle que mi abuela estaba enferma”, dice.

Así que pidió a los parientes que conocía que le dijeran todo lo que sabían sobre su pasado familiar.

“Algunos miembros de la familia y amigos, cuando comienzas a hablarles sobre esclavitud, sientes de inmediato su enojo e indignación”, afirma.

“Pero yo quería centrarme en el panorama más amplio de quiénes eran mis familiares y quiénes son hoy en día”.

“Tenía ganas de hacerlo, estaba abierta a ello y no me importaba lo que iría a encontrar”.

Primero, Brooks tenía que centrar su búsqueda en los documentos históricos.

Los registros de censos, certificados de nacimiento y de matrimonio pueden dar claves a los genealogistas, pero cualquiera que busque información sobre personas esclavizadas en plantaciones y hogares en América del Norte, entre los siglos 17 y 19, se verá defraudado.

Los afroestadounidenses sólo fueron registrados con su primer nombre y apellido en el primer censo después de la abolición de la esclavitud en 1865.

Antes de eso los esclavos no fueron identificados en registros, dice Meaghan Siekman, un investigador de la Sociedad Histórica Genealógica de Nueva Inglaterra.

“La mayoría de la gente se encontró con un muro de ladrillos alrededor de 1870 y no supieron dónde más buscar”, dice.
“La gente a menudo se limitaba a identificar a los esclavos por los registros de contabilidad e inventarios de los dueños de esclavos”, agrega.

Encontrar la identidad de los dueños puede ser difícil, afirma Siekman, especialmente porque los esclavos a menudo eran una “mercancía” trasladada a las hijas y sobrinas como herencia o como regalo de bodas.

Se asume comúnmente que las familias afroestadounidenses llevan los nombres de los dueños de esclavos. Pero de hecho los esclavos recibieron nombres o los escogían ellos, por una variedad de razones, afirma la experta.

Y cuando el dueño de un esclavo finalmente es identificado, las escrituras, testamentos y facturas de venta ofrecen sólo información básica, como la edad, género y color de piel del esclavo.

Debido a la escasa información, los investigadores a menudo se ven forzados a hacer “deducciones lógicas” sobre vínculos familiares, dice Sharon Morgan, fundadora de Our Black Ancestry (Nuestros antepasados negros), una organización que ofrece asesoría y material para investigación genealógica afroestadounidense.

“Es realmente difícil porque nuestros antepasados estaban registrados como propiedad en esas escrituras, y sólo puedes adivinar“, afirma.

A pesar de lo concisos que son estos documentos, es extremadamente emotivo leerlos, expresan Siekman y Morgan.

“Te hace llorar”, dice Morgan. “Es el conocimiento de lo que la gente pasó para que tú pudieras estar aquí, de que experimentaron esas terribles condiciones para poder sobrevivir”.

Morgan supo que su propia tatarabuela había tenido 17 niños en un período de 28 años con el sobrino de su dueño.
“No puedo creer que esa fuera una relación amorosa”, agrega.

Del otro lado de su familia, encontró un bisabuelo que había sido vendido por US$1.000, mientras que su madre había sido valorada en US$400.

“Es una bofetada en la cara, es como si fueran un juego de comedor.”

Aunque estas historias pueden ser dolorosas para algunas familias, también deberían inspirar respeto, dice Morgan.
“Deberíamos sentirnos orgullosos de que nuestros antepasados sobrevivieran esta experiencia. Fueron personas increíbles”, afirma.

Shonda Brooks, que ahora tiene 32 años y tres hijos propios, dice que se obsesionó con la búsqueda de los ancestros esclavos de su familia y hasta ha sido repudiada por algunos familiares que no quieren saber nada de sus descubrimientos.

Pero, tras escudriñar los registros y tomar varias pruebas de ADN, encontró la persona que cree fue su tercera bisabuela, una esclava llamada Hannah, nacida en Georgia en 1828.

Encontró actas declarando que, en 1840, un amo de esclavos blanco llamado Edward Covington dio “una particular niña negra amarilla de 11 años llamada Hannah” de regalo de matrimonio para su sobrina Ann Culifer.

Ann Culifer se casó con Perry Daniel Radney, quien se convirtió en el amo de Hannah. Él tuvo varios hijos con esta niña esclava, relata Brooks.

Sin embargo, Brooks no alberga resentimiento hacia la gente que tuvo algo que ver con la esclavitud de Hannah.

“Mi familia tenía una perspectiva tan negativa sobre quién era el amo”, dice. “Pero yo quería decir con firmeza que no iba adoptar una actitud negativa sobre esto”.

“Aún si no hubo amor entre Hannah y su amo, por lo menos yo puedo demostrar amor tratando de hacer contacto con los otros miembros de mi familia”.

Actualmente, Brooks está planeando hacer un viaje para visitar familiares en Georgia y ver el cementerio de su familia.
No todos han tenido el mismo éxito desenredando la historia de sus familias.

Deandra Givens, una programadora de computación de Arkansas, se ha estrellado contra el “muro de ladrillo” al que tantos investigadores se refieren.

Sólo este año, ha invertido US$1.000 en pruebas de ADN que han confirmado que tiene herencia africana occidental, europea e indígena norteamericana, entre otras.

Pero no ha podido encontrar ningún documento que le ayude a descifrar cómo y cuándo se encontraron estas tres ramas de su historia.

La indicación más fuerte de que muchos de sus ancestros fueron esclavos es la falta de información disponible, dice. “Me supongo que eso fueron la mayoría de mis ancestros porque han sido tan difíciles de encontrar”.

No obstante, continúa determinada en seguir buscando detalles para llenar esas “brechas” en la historia de su familia.

“Siento que voy a tener que invertir mucho más dinero o tiempo o ambos”.

ESCRITO POR:

ARCHIVADO EN: