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“Qué gran alivio fue cuando cesaron los ataques de la aviación”: 25 años de los acuerdos de paz de El Salvador

"Qué gran alivio fue ese silencio, cuando cesaron los ataques aéreos". Así recuerda María Teresa, quien prefiere omitir su apellido, el fin de los 12 años de guerra civil en El Salvador.

Los guerrilleros que se iban al frente perdían todo contacto con la familia. GETTY IMAGES

Los guerrilleros que se iban al frente perdían todo contacto con la familia. GETTY IMAGES

A ella, como era guerrillera del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), el anuncio la agarró en el monte.

Los acuerdos de paz que le dieron fin a aquel conflicto se sellaron en el castillo de Chapultepec, en la capital mexicana, el 16 de enero de 1992.

Y con motivo del 25 aniversario de los mismos, María Teresa cuenta a la BBC cómo vivió aquella guerra que dejó según la Comisión de la Verdad 70.000 muertos, el 80% de ellos civiles, y 8.000 desaparecidos.

Empezó a militar siendo estudiante de periodismo, en Universitarios Revolucionarios “19 de julio” (UR-19), una organización de estudiantes adscrita al Bloque Popular Revolucionario.

En ese tiempo “te ponían a leer El capital (de Carl Marx) y ese tipo de literatura, te daban una mínima formación política y militar”, le cuenta al periodista Mike Lanchin, para el programa Witness de la BBC.

“A mí me enseñaron cómo se arma un G3, uno de esos fusiles grandotes”.

Al frente

Pero pasaron años para cuando la guerrilla la mandó al frente.

No fue hasta agosto de 1980, cuando mataron a Giovanni, su pareja y padre de su hijo, cuando la guerrilla decidió que debía ir al frente, que ya se estaba organizando.

Ocurrió un domingo de agosto, en 1980, hacia las 17:30.

De camino a casa “el transporte se paró y nos dijeron que no podíamos pasar, porque la policía nacional había puesto un retén y había cerrado la calle”, recuerda María Teresa.

Junto al retén había unos muertos.

Cuando por fin llegó a casa, Giovanni no estaba.

“Pasó el tiempo, las 22:00, las 24:00 y no había regresado”.

Al día siguiente llegaron unos empleados de la funeraria a contarles de un cuerpo que había que identificar. Era él.

“Mi responsable (de la guerrilla) llegó a la casa y me dijo que por seguridad me iba para el frente”. Y ella no pudo elegir: “Te enseñaban a ser obediente”.

Se fue por fin en enero de 1982, después de haber pasado meses en casas de seguridad.

Dejar al hijo

Para entonces ya había dejado a su hijo, de apenas dos años. “Eso fue lo más difícil”, recuerda.

“Aunque al menos no me tocó recurrir a gente externa, porque muchas compañeras dejaron a sus hijos a familias que no eran las suyas“, dice.

“Bien que mal, fue mi hermana la que asumió quedarse con él”.

Fue convencida, dice.

“Yo ya había adquirido cierto nivel de conciencia de por lo que estábamos luchando. Además, Giovanni, quien sabía que tenía problemas serios de seguridad, me hizo prometer que no iba a abandonar la lucha“, explica.

“Aunque él creía que la guerra se iba a resolver a corto plazo”.

Pero se prolongó más de una década.

De ese tiempo, lo mejor fue el trabajo en la radio clandestina en Chalatenango: “Yo siempre soñé con ser corresponsal de guerra y había un gran ambiente de solidaridad”.

Y lo más difícil no tener ningún contacto con su familia: “Nunca más volvía saber de ella”.

Después se movilizó en la zona del volcán de San Salvador y en una zona entre los departamentos Cuscatlán, Cabañas y San Salvador, “un área dificilísima”.

“Allí incursionaban las PRAL (Patrulla de Reconocimiento de Alcance , unas fuerzas especiales del ejército) y si esos te encontraban en el camino te…”, empieza a decir.

“Su misión era entrar y aniquilar, y eso obligaba que minaran las zonas”, explica. “Y el horrible miedo mío era perderme y meterme en esas zonas”.

Además, agachados en los cafetales, cuenta que se topaban hasta tres veces al día con los soldados.
Y estos les gritaban que no corrieran.

“En esos momentos te cuestionás: ¿qué estoy haciendo aquí? Algo se te desmoraliza la conciencia”.

Era 1988. “Y sentíamos que no terminaba”.

La paz

Todavía tuvieron que pasar cuatro años para que se firmaran los acuerdos de paz.

El fin del conflicto le generó a María Teresa “una mezcla de sentimientos”, desde alegría por volver a ver a la familia a incertidumbre por qué iba a pasar con su vida.

Y lo más difícil de la vida de civil fue rehacer la relación con su hijo, ya adolescente.

“Dejás a un niño de 2 años y te encontrás con un adolescente, de 13, complicado”.

Le reclamaba mucho. “No le veía sentido. Por qué su padre morir, lo tuve que dejar…”.

Sobre si mejoró la situación en El Salvador en comparación con los años previos a la guerra, María Teresa dice que cambió el papel del ejército y que terminó la represión.

“Pero continúa la pobreza, la inseguridad… porque los problemas estructurales siguen sin resolverse”.

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