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David Vela dio vida a <em>La Chalana</em>

El 25 de febrero de 1901 nace en la ciudad de Guatemala el prolífico escritor y periodista David Vela Salvatierra, co autor de la letra del himno de la Huelga de Dolores, "La Chalana". 

Periodista David Vela nació el 25 de febrero de 1901 en la ciudad capital. (Foto: Hemeroteca PL)

Periodista David Vela nació el 25 de febrero de 1901 en la ciudad capital. (Foto: Hemeroteca PL)

Tenía apenas 12 años, cuando David Vela contrajo el vicio de las salas de redacción, en el periódico escolar del Instituto Zardá, de San Antonio Suchitepéquez.

Los maestros de ese centro estudiantil no podían imaginar entonces que Vela llegaría a dirigir el diario más influyente de su tiempo, El Imparcial, donde laboró más de 60 años, a lo largo de los cuales su pluma destacó por afilada y elegante.

Analizar la producción literaria de Vela no es fácil. En la mañana podía llenar algunas cuartillas sobre arqueología maya y en la tarde, escribir una poesía erótica. Su producción fue tan amplia que su biógrafo, el periodista Julio Mendizábal, lo considera “El Polígrafo del siglo XX”.

Tinta, en vez de sangre

Vela nació el 25 de febrero de 1901 y falleció el 14 de febrero de 1991. Durante su vida demostró tener tinta y no sangre en las venas.

Fue un fanático de las letras. Era un escritor tan prolífico que cuando ocupó cargos diplomáticos, como por ejemplo delegado de Guatemala ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, sus informes a la cancillería los presentaba en verso. Esto causó que en más de alguna ocasión tuviera que aclarar dudas respecto del contenido del documento.

Vela no fue diplomático de carrera, pero por su erudición y talento fungió ocasionalmente como delegado ante la ONU entre 1972 y 1983. Viajó por casi todo el mundo como enviado extraordinario y, a veces, ministro plenipotenciario.

Escribió de todo

Vela es un exponente de la generación de 1920. Fue multifacético en actividades relacionadas con la cultura y la vida nacional. Abogado, se dedicó al periodismo e incursionó en la narrativa, la poesía, la historia y la arqueología maya.

Su obra fue abundante. En el campo de la crítica , publicó “Literatura Guatemalteca”, un libro de consulta obligado para los estudiantes universitarios. “Martí en Guatemala” abarca temas históricos y el análisis literario. “Barrundia ante el Espejo de Su Tiempo” es una obra que evidencia también el interés histórico de Vela.

La poesía fue un género que cultivó “posiblemente sólo para él y que se publicó muy poco”, señala Augusto Vela Mena, hijo del escritor.

“La Marimba” y “La Plástica Maya” son dos libros que se gestaron en la sala de Redacción de El Imparcial. Para publicar ambos, Vela compiló una serie de artículos sobre esos temas específicos.

No tenía una hora fija para escribir. Lo hacía todo el tiempo: en su oficina o en su casa donde tenía un archivo incomparable y una de las mejores bibliotecas del país, “pero fue en el periódico donde escribió la mayor parte de su obra”, señala Mendizábal.

“Él se cayó”

Los lectores de El Imparcial siempre buscaban con avidez “el muñequito” de la caricatura editorial. Pocos sabían que la crítica mordaz del personaje que se cubría el rostro con un periódico provenía del ingenio del director. “Mi papá escribía el texto, pero el dibujo era obra de un caricaturista que usaba el seudónimo de Mon Crayon”, señala el hijo del escritor.

Las caricaturas mostraban con sátira los sucesos del momento. Hubo algunas muy célebres, como la que ilustró la caída de Jorge Ubico.

En ese entonces, el edifico de El Imparcial fue ametrallado y clausurado por orden del dictador. Pero cuando Ubico fue derrocado, el periódico circuló nuevamente. El muñequito salió con un pie que decía “Yo me callé, pero él se cayó”, recuerda Vela Mena.

En la Redacción de El Imparcial transcurrió, prácticamente, toda la vida de David Vela. Llegó a este medio escrito en 1922, como jefe de Redacción. A raíz del asesinato del fundador, Alejandro Córdova, ascendió a director.

Sus grande momentos periodísticos los vivió a la par de César Brañas, Pedro Pérez Valenzuela, León Aguilera, Ernesto Samayoa Chinchilla y Francisco Méndez, entre otros destacados periodistas de la época.

En ese tiempo, El Imparcial era un periódico vespertino, de tendencia totalmente informativa y de opinión. Su principal competidor en la tarde era el diario La Hora, dirigido por Clemente Marroquín Rojas, de línea más combativa.

“Comenzó tarde”

La capacidad de Vela pudo haberlo llevado a conquistar galardones literarios, pero se dedicó a otros géneros. “Pudo ser un Nobel, pero le entró a la narrativa muy tarde”, señala Mendizábal.

A los 70 años, Vela escribió su novela con vena humorística: “La Cosa” y un poco antes “Un Personaje sin Novela”. Según Mendizábal, el círculo literario guatemalteco discutió ampliamente la naturaleza y calidad de ambas obras.

Anecdótico

La vida de Vela estuvo llena de chispa. “El mismo era una anécdota sonriente”, señala Mendizábal. “Un día le preguntaron que por qué tenía los ojos azules, y simplemente contestó: Yo soy un buen indio, pero mi papá se hizo el sueco”.

La escritora Irina Darlee asegura que ese ingenio era heredado. Relata que un día, la madre de Vela, Matilde Salvatierra, pasó varios días sin probar bocado. Su hijo le imploró que comiera, pues tenía mucha ilusión de celebrar su centenario.

La señora Salvatierra le respondió: “Sabes hijo, a lo mejor ya cumplí los cien, pues hay años que valen por dos y hasta por tres, según las alegrías o las penas que nos producen”.

A su regreso de las Naciones Unidas, Vela acostumbraba visitar la casa de Darlee para relatarle sus aventuras en Nueva York. “En sus visitas a mi casa y la de mis padres nos leía estos versos, donde en rimas aclaraba que los derechos del hombre, también lo eran de la mujer y hasta de los niños, pero asegurando que no era lo mismo el hombre de la calle, que la mujer de la calle”, recuerda Darlee.

Maestro de maestros

Vela fue un apóstol de la enseñanza. Fue catedrático de Humanidades, en la Universidad de San Carlos de Guatemala, pero su labor docente la ponía en práctica en todos los ámbitos de su vida.

Su hijo, el arquitecto Vela Mena, recuerda los paseos con su padre. Cuando sus hijos aprendieron a conducir bicicleta, él también compró una y se iba con ellos. Toda la gente que lo encontraba lo saludaba. “Yo no sé cómo encontraba tiempo para todo lo que hacía y sus hijos”, recuerda Vela Mena.

Los escritorios de El Imparcial fueron testigos de las enseñanzas de Vela.

“El jamás hacía una crítica destructiva; cualquier corrección la hacía bromeando”, señala la actual directora de la Hemeroteca Nacional, María Eugenia Gordillo.

Gordillo considera que Vela hizo escuela entre los periodistas de la época. Ella misma se considera discípula de Vela, pues lo conoció en 1954, cuando ella tenía 14 años y editaba un periódico escolar del English American School, EAS.


Escritor prolífico

La obra literaria de David Vela no está cuantificada. Su hijo Augusto Vela estima que supera la treintena de títulos. Algunos son:

  • Nuestro Belice. (1937) El Nombre en su Aspecto Social y Jurídico (1938)
  • El Hermano Pedro en la Vida y en las Letras. (1935)
  • Vida Pasión y Muerte de los Códigos de Livingston (1943)
  • El Mito de Colón. Geneonomía Maya-Quiché. Instituciones y Normas Jurídicas entre los Pueblos Maya-Quiché (1944)
  • Las Personas Morales o Jurídicas en la Legislación Guatemalteca (1943)
  • La Nueva Lírica Americana (1948).
  • Literatura Guatemalteca (1943 y 1944).
  • Barrundia en el Espejo de su Tiempo. También Sueños ( 12 poemas)

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