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Efraín Ríos Montt alaba su programa “Fusiles y Frijoles”

Corría 1982. Eran los años dorados del entonces jefe de Estado Efraín Ríos Montt. También era el tiempo de recrudecimiento de la guerra interna. Ríos Montt se consideraba, entonces, un enviado de Dios para salvar al país.

El jefe de Estado, Efraín Ríos Montt (i) junto a Gonzalo Asturias, secretario presidencial. (Foto: Hemeroteca PL)

El jefe de Estado, Efraín Ríos Montt (i) junto a Gonzalo Asturias, secretario presidencial. (Foto: Hemeroteca PL)

El 17 de diciembre Prensa Libre publicó una nota sobre el mal recordado programa “Fusiles y Frijoles”, el estandarte de Ríos Montt para contrarrestar las acciones guerrilleras, especialmente en Quiché y otros departamentos del Altiplano guatemalteco.

Las patrullas de autodefensa civil se convirtieron en uno de sus bastiones más temidos. Sin embargo, Ríos Montt, cuya filosofía cristiana ocultaba su verdadera personalidad, sembró el miedo por medio de su famoso programa “Fusiles y Frijoles”, detrás de cuya fachada de trabajo y alimentos se escondió la intención funesta de persecución.

Esta es la nota publicada el 17 de diciembre de 1982, en la cual se le menciona como “Presidente de la República” cuando en realidad llegó al poder por un golpe de Estado.

“Hemos superado las metas impuestas en el programa fusiles y frijoles, y en enero próximo iniciaremos la segunda fase que llevará el nombre “techo, tortilla y trabajo”, dijo ayer el presidente de la república, general Efraín Ríos Montt.

El mandatario expresó que todos los objetivos del programa en mención fueron cumplidos y que se había hecho más de lo propuesto. Añadió que en enero (de 1983) se daría paso a la segunda fase del plan de acción, que consiste en apoyar el desarrollo de las denominadas áreas en conflicto.

“El programa llevará el nombre de las tres tees, que quieren decir “techo, tortilla y trabajo”. Comprende además, salud y educación, para millares de compatriotas que fueron víctima de la violencia.

Guerrilla todavía existe

El jefe del Ejecutivo hizo ver entonces que todavía hay reducidos grupos de insurgentes en diversas partes del país, que tratan de sobrevivir, a pesar que casi han sido erradicados por las fuerzas de seguridad.

“Estas células subversivas son como el pez atrapado que da coletazos. Ellos están dando los últimos suspiros porque están prácticamente derrotados”.

Dialogar con la guerrilla

En otra parte de sus declaraciones, el mandatario guatemalteco expresó que hay países donde la comunidad internacional obliga a las autoridades a dialogar con la subversión.

“Aquí ocurre lo contrario. Yo les pedí que quería hablar con los insurgentes; incluso les di la oportunidad a que depusieran las armas. Muchos aceptaron, pero los comprometidos desoyeron las buenas intenciones del gobierno.
Nadie participará con armas”.

Por aparte, el máximo jefe de la nación agregó que el 23 de marzo próximo (1983) se promulgarán las leyes que pondrán en vigencia el funcionamiento de los partidos políticos y aspectos electorales.

“Quiero enfatizar que todos los grupos, partidos y comités políticos podrán participar en el evento electoral para formar la constituyente”.
“Eso sí, nadie va a participar con los fusiles y rifles. Ningún grupo tomará parte por medio de la violencia. La ley fijará los reglamentos que normarán el evento electoral, pero no habrá oportunidad a quienes quieran tomar el poder por las armas”, dijo entonces Ríos Montt.

La economía mejorará

Más adelante manifestó que la economía del país tiende a superarse, pues si hubiese seguido como el régimen anterior, Guatemala habría llegado a una debacle. (Guatemala había estado gobernada desde 1979 por Romeo Lucas García, tildado de ineficaz durante su gestión).

“El éxito de la administración actual está en sostener la situación, no dejar que caiga al abismo. De no haber sido por el golpe de estado del 23 de marzo, en estos momentos el quetzal ya se habría devaluado considerablemente”, dijo el entonces hombre fuerte del país.

Su discurso parecía anticipar el fin del conflicto armado interno, lo cual no sucedió sino hasta catorce años después, en diciembre de 1996.

Ríos Montt tampoco vio culminado su período, porque Óscar Humberto Mejía Víctores, otro de los integrantes de la Junta de Gobierno que lo llevó al poder, le dio contragolpe de Estado el 8 de agosto de 1983. Entre las razones de su caída estuvieron haber fastidiado a la población con sus discursos religiosos moralizantes, utilizar los medios de comunicación para autoproclamarse líder religioso y casi omnipotente, y espiar, casi en forma dictatorial, a todo aquel que se opusiera a sus designos.

Sin embargo, tampoco Mejía Víctores vio el fin del conflicto armado interno. En las elecciones de 1985 se abrió la democracia y empezó una nueva etapa. 1996 sería el año del cese de las hostilidades, que dejarían heridas profundas en una sociedad polarizada, dividida y llena de temor.

El conflicto armado interno, las patrullas de autodefensa civil. (Video: tomado de Youtube)

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