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1944: Ponce Vaides, el último rostro del ubiquismo

El 4 de julio de 1944 inicia el régimen del último bastión del ubiquismo al mando del general Federico Ponce Vaides, un militar poco conocido que intentó imitar a su predecesor y cayó con el triunfo de la Revolución del 20 de octubre de ese mismo año.

Federico Ponce Vaides el 4 de julio de 1944. (Foto: Hemeroteca PL)

Federico Ponce Vaides el 4 de julio de 1944. (Foto: Hemeroteca PL)

La renuncia que el pueblo exigió al dictador Jorge Ubico, quien gobernó el país entre 1931 y 1944, dio al también general Federico Ponce Vaides los tres meses de protagonismo que nunca imaginó. El suceso se registró a partir del 1 de julio de 1944 y concluyó el 20 de octubre del mismo año.

El militar saltó del anonimato a la escena política del país, al ser uno de los tres militares en quienes Ubico delegó, transitoriamente, sus funciones presidenciales, al presentar su renuncia.

Ponce Vaides, quien para ese entonces contaba con poco más de 40 años de trayectoria militar acumulada en diferentes jefaturas policiales y militares en varios departamentos —el más reciente en El Progreso— vio cómo las circunstancias hicieron que su carrera diera un giro inesperado.

“Fue un general incoloro, inodoro e insípido. No tenía ninguna trayectoria, había militares más distinguidos. La casualidad hizo que estuviera en el Palacio Nacional. Ese accidente lo hizo presa de los diputados liberales, que lo consideraron manipulable. No era culto”, registra el historiador Jorge Luján.

El período de Ponce Vaides duró 108 días. Aunque fue designado desde el 1 de julio por el propio Ubico, no fue sino hasta el 4 del mismo mes cuando la Asamblea Legislativa lo reconoció en el cargo. Su gestión culminó el 20 de octubre de 1944 y fue contra su gobierno que se gestó la Revolución de Octubre, cuyo 67 aniversario se conmemora este jueves.

El día que el presidente de la Asamblea Legislativa, Luis F. Mendizábal, dio posesión a Ponce Vaides en el cargo de Presidente provisorio de la República de Guatemala, el militar inició un improvisado discurso donde expresó su sorpresa de estar en dicho cargo: “Jamás soñé, nunca creí que pudiera algún día llegar a tener una responsabilidad tan grave como la que hoy ponen ustedes en mis manos. Soy un humilde soldado, fiel a las instituciones del país”.

Se va Ubico

El sábado 1 de julio, el Diario de Centroamérica tituló su portada: El general Jorge Ubico depositó hoy la presidencia de la república en un triunvirato militar. En la nota se detalla que la dimisión se presentó a las 9 horas y que dos horas y media después abandonó el Palacio Nacional y se dirigió a su casa particular, situada en la 14 calle Poniente —hoy 14 calle, entre la 4ª y 3ª avenidas, zona 1—.

El dictador dejó el cargo después de recibir, el 30 de junio, una solicitud firmada por más de un centenar de personas, muchas de ellas ciudadanos distinguidos y conocidos del militar. “Se sintió muy desconcertado al ver que entre los 133 que firmaron la petición aparecían los nombres de amigos y de gente a quien consideraba allegados”, dice Luján.

En en su renuncia el dictador plasmó lo siguiente: “Volveré a mi vida privada, después de consagrar al servicio del país mis energías y mi experiencia en la vasta labor de dirección de un gobierno de orden y progreso. Me retiro del poder dejando tras de mí una obra realizada… Jamás mis antecesores tuvieron que hacer frente, como yo, a una época tan preñada de dificultades y peligros, y me satisface poder asegurar que los que juzguen mi actuación, hoy y mañana, con espíritu ecuánime y sereno ajustarán su veredicto a la medida de mis pretensiones”.

Rompe lo esperado

Los hechos y la interpretación que algunos historiadores dan a los mismos muestran que Ubico no encomendó el poder a las personas que correspondía, tanto por las leyes como por confianza.

El historiador Alfredo Guerra Borges explica que el director de la Policía era el ubiquista David Ordóñez, por lo cual se perfilaba como una persona de su total confianza del general, así como también los delegados que contemplaba la Constitución de entonces: Pedro Reyes, Carlos Herrera Dorión y Demetrio Maldonado.

Guerra Borges considera que Ubico sopesó que era contraproducente designar a los mencionados, debido a que podría interpretarse por los diferentes sectores que solicitaron su renuncia como un deseo de continuidad. Por ello nombró el triunvirato integrado por Buenaventura Pineda, Eduardo Villagrán Ariza y Federico Ponce Vaides.

El 1 de julio el triunviro firmó un manifiesto en el cual mencionaba que su principal función sería “mantener el orden y la tranquilidad mientras el pueblo guatemalteco, en uso de sus legítimos derechos, designe a la persona que deba substituirlo como presidente de la república”.

Al citar la obra El dictador y yo, publicada por Carlos Samayoa Chinchilla (1898- 1973) —quien fue secretario particular del general Ubico—, Guerra Borges relata que lo más probable es que el dictador solicitara a Ordóñez que de entre quienes “estuvieran disponibles” en el Palacio Nacional —edificio con apenas siete meses de inaugurado— seleccionara a tres para integrar una junta militar, la que finalmente conoció la renuncia presidencial.

Luján enfatiza en que los elegidos no resaltaban por tener un cargo fijo, sino que parte de su labor era estar a disposición del despacho presidencial. Guerra Borges complementa el perfil del triunvirato al indicar que ninguno había tenidos hasta ese momento un papel relevante en la administración ubiquista.

Al trascender la noticia de la renuncia de Ubico hubo júbilo entre la población, a la cual, entre otros derechos, se le había vedado la libertad de asociación. El 2 de julio hubo una gran manifestación popular “que se inició en la plaza de los ferrocarriles, siguió por la 18 calle hasta la 5ª avenida y de ahí se dirigió hacia el Parque Central, para desembocar frente al Palacio Nacional.

Según los órganos de prensa de ese entonces, “hacía ya muchísimos años que no se había reunido una multitud tan grande como la que desfiló ese día”, recoge Óscar de León Aragón, en su libro Caída de un régimen Jorge Ubico – Federico Ponce, publicado en 1995 por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales.

Inicio promisorio

Según la Historia General de Guatemala, los primeros días del gobierno de Ponce Vaides transcurrieron en relativa paz, aunque bajo el influjo de las nuevas ideas libertarias y de democratización que se generalizaban en el mundo.

“La caída sorprendentemente fácil de un régimen que parecía inconmovible impuso ciertas aperturas: algunos emigrados políticos retornaron al país, la prensa informó con mayor libertad, surgieron diferentes asociaciones y sindicatos, y se constituyeron varios partidos políticos nuevos”, consta en el tomo V de la Historia General de Guatemala, publicación coordinada por Luján.

Diferentes hechos en los albores de la gestión de Ponce Vaides hicieron pensar que el suyo sería un período exitoso de transición. La intención entonces era convocar a elecciones y, popularmente, elegir un nuevo presidente para el país.

De León Aragón describe en su libro que se fundaron aproximadamente 20 partidos políticos y surgieron la Asociación de Estudiantes Universitarios y la Asamblea Nacional de Maestros. También asociaciones de agricultores, comerciantes e industriales; se agremiaron los zapateros, tejedores, albañiles y tipógrafos.

Se fundaron agrupaciones de abogados, artistas, trabajadores de artes gráficas, ferrocarrileros y trabajadores de las compañías fruteras. El fin de la mayoría era la mejora salarial, pues Ubico mantuvo una extrema política de austeridad económica.

“Los derechos de petición y de organización se hicieron efectivos tan pronto como asumió el poder el general Ponce Vaides. Como el nuevo gobierno se estaba consolidando, no había más remedio que acceder a las solicitudes que se presentaban”, apunta De León Aragón.

Viene la represión

Con el transcurrir de las semanas el panorama de aparente apertura fue cambiando conforme iba creciendo el interés de Ponce Vaides de perpetuarse en el poder.

“Aquel gobernante de facto siguió la huella de su antecesor en lo que respecta a la mano dura impuesta. La represión no se hizo esperar y la persecución de políticos continuó en el ámbito nacional, razón por la cual muchos salieron al exilio”, menciona el escritor Héctor Gaitán en el libro Los presidentes de Guatemala: historia y anécdotas.

Guerra Borges considera que el militar fue un dictadorzuelo interesado en la posibilidad de ser candidato para las elecciones que luego convocó y a las cuales, por ley, no podía aspirar.

“El partido oficial (Liberal Progresista) al ver que era imposible su candidatura, comenzó la represión girando órdenes de captura y la gente principió a asilarse y a preparar el movimiento que el 20 de octubre culminó en una revolución”.

Comenzaron a registrarse hechos como la expulsión del país del presidente de los maestros, Edelberto Torres —padre del actual investigador del PNUD que lleva el mismo nombre—, lo cual desencadenó una serie de descontento y reacciones, que derivaron en huelgas de hambre.

Resurgen, por parte de la Policía, las detenciones sin fundamento, no solo a estudiantes sino a activistas y simpatizantes políticos. En plena campaña electoral asesinan al director de El Imparcial, Alejandro Córdova, que era el medio escrito de mayor peso de la época.

Poco a poco las intenciones del oficialismo se hicieron evidentes: postular y perpetuar a Ponce Vaides en el poder, para lo cual, desde un inicio, influyó en las decisiones de la Asamblea Legislativa, para favorecer al mandatario provisorio, y para captar el voto campesino empezó a ofrecerles tierra, lo que provocó tensiones en el tema agrario.

Para la celebración del 15 de septiembre, movilizó a varios indígenas que, en supuesto apoyo al partido oficial, desfilaron por las avenidas de la ciudad.

El descontento entre la población civil trascendió a las filas del Ejército. Se convocó a una huelga de servicios, y para el 17 de octubre era un secreto a voces que un alzamiento estaba por suceder. Ello se concretó en la madrugada del día 20. Ponce Vaides dejó el país luego de la Revolución.

“Alrededor del mediodía, el cuerpo diplomático lo fue a ver y le dijeron que lo más sensato era dejar el país”, dice Luján. El general vivió solo en México, aproximadamente una década y en condiciones precarias. Su familia continúo en Guatemala. En la madrugada del 20 de octubre, Ponce Vaides perdió a uno de sus hijos, quien también era militar y estaba en uno de los dos frentes que fueron bombardeados. “El ex presidente era cobanero, y volvió a su tierra a mediados de 1954, en donde murió en enero de 1956. Sus restos descansan en el cementerio del lugar”, puntualiza Luján.

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