Hemeroteca

Figuras olímpicas: Ian Thorpe

Esta es la historia de uno de los íconos de la natación mundial, que pasó de ganar infinidad de medallas de oro a deambular por la calle, debido a una fuerte depresión. La natación australiana había creado una máquina perfecta físicamente, pero con desequilibrios psíquicos.

Ian Thorpe participó por última vez en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004. (Foto: AS Color)

Ian Thorpe participó por última vez en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004. (Foto: AS Color)

EN 2014 Ian Thorpe abandonó el Hospital de Sídney después de haber sufrido una infección en el hombro izquierdo que, incluso, le había llevado a permanecer algunos días en la Unidad de Cuidados Intensivos.

Aunque su agente negó todos los rumores cuando se le preguntó por su estado, la prensa australiana sacó a la luz que hubo cierto riesgo de que perdiera el esa parte del cuerpo y que le acechara la muerte.

Era el enésimo susto del Torpedo, el nadador más brillante que ha dado Australia en toda su historia, ganador de cinco medallas de oro olímpicas, entre otros muchos logros, desde el 2000 hasta 2004, su auténtica época dorada.

Este soy yo

El giro que le ha dado la vida a Thorpe refleja el lado oscuro del deporte. En el 2004, el nadador podía ser lo que se propusiera. Venía de ganar cuatro medallas en los Juegos de Atenas —dos de oro— y de agrandar su palmarés hasta los nueve metales en el mayor acontecimiento deportivo de su especialidad.

Era un referente dentro y fuera de las piscinas, una especie de gurú en su país: portada de periódicos, reclamo de campañas de publicidad e incluso personaje apetecible por la política.

Aquel chico de 1.95 metros y de tan solo 22 años, con un cuerpo privilegiado para la natación y una carrera extraordinaria, no estaba bien. La natación australiana había creado una máquina física, pero con desequilibrios psíquicos.

Como explicó el propio nadador en su biografía, titulada Este soy yo, entre el 2002 y el 2004 sufrió grandes depresiones que lo llevaron a consumir alcohol y a verse al borde del suicidio. En aquellos tiempos oscuros, en los que Thorpe encontraba en la natación su único consuelo, apenas tenía 20 años de edad, aún no había madurado y parecía que la vida se le estaba consumiendo.

Para entender el inicio de su declive hay que remontarse a sus inicios, cuando con 14 años fue reclutado por el Instituto Australiano de Deporte.

El padre de Thorpe había sido un buen jugador de cricket y su madre había practicado un deporte llamado netball, que es parecido al baloncesto. La cultura deportiva siempre formó parte de la vida de Ian, quien con 5 años comenzó su carrera acuática a pesar de tener un grave problema de salud. Un denominador común en muchos nadadores, que descubren el agua de este modo y, gracias a su fuerza de voluntad, lo superan.

El caso de Thorpe fue más extraño que el resto. El pequeño Ian, mucho más alto que sus compañeros, era alérgico al cloro. Eso lo obligó a nadar con la cabeza fuera del agua hasta los 7 años, cuando logró corregir ese defecto y pudo comenzar a pulir su técnica. Para entonces, Thorpe ya apuntaba alto. Su gran tamaño le hacía destacar y ganar carreras.

Con 13 años y ocho meses, su entrenador lo hizo competir en los Campeonatos Nacionales para ganarse un puesto con vistas a los Juegos de Atlanta, en 1996. Como era obvio, el joven nadador, aún un adolescente casi imberbe, no logró el billete, pero aquella experiencia le valió para comenzar su carrera internacional, cada año con más éxitos, imparable. La alergia al cloro se había convertido en un vicio.

Después de esos campeonatos, la preparación de Thorpe se profesionalizó. El Instituto Australiano de Deportes es uno de los campus más sofisticados. Los nadadores, por ejemplo, disponen de cámaras subacuáticas que graban todos sus movimientos para poder mejorar la técnica.

Perfeccionar el rendimiento se convirtió para él en una obsesión, sobre todo porque Sídney, la ciudad de Thorpe, acogía los siguientes Juegos Olímpicos. Solo había un horizonte, convertir a Thorpe en el rey de esos juegos. Y lo lograron. Ganó tres oros y dos platas.

Su figura dio la vuelta al mundo. Desde Mark Spitz no se había visto otro nadador igual, tan dominante, versátil, imponente y elegante. Australia se aupó al segundo lugar en el medallero y había recuperado el prestigio tras el fiasco de Atlanta, donde había quedado quinto, por debajo de otros países de menor historia como Hungría.

La vida de Thorpe fue un torbellino de emociones positivas. Un año después de su eclosión en Sídney, el Torpedo se convirtió en el primer nadador en ganar seis medallas de oro en un mundial. Fue en Fukuoka, Japón, en pleno aterrizaje de Michael Phelps, un joven de 16 años que empezaba a despuntar.

Thorpe pasó de ser un ícono en Australia a ser uno del deporte mundial; lo mismo que lograría Phelps posteriormente. Ídolo en Japón e invitado a la Casa Blanca, recorrió el mundo como embajador del deporte, un espejo para los jóvenes. Pero el espejo era más opaco de lo que parecía. Detrás de ese corpachón se escondía un hombre débil, frágil, depresivo y repleto de dudas, las que lo llevaron, poco a poco, a dejarse ir en los años de barbecho de la natación.

El primero de ellos fue en el 2002, cuando comenzó su decadencia y sus flirteos con el alcohol, con apenas 19 años. Un año después, en el 2003, compitió en el Mundial de Barcelona, en el que ganó cinco medallas, tres de ellas de oro. Solo pudo defender la mitad de su botín cosechado dos años antes.

La emersión de Phelps también le hacía daño, porque la natación comenzó a olvidarse rápido de Thorpe y a sustituirlo por el deportista más grande, una apuesta de Speedo, quien se obsesionó con superar a Spitz. El capítulo final de Thorpe y el reflejo del cambio generacional con apenas 21 años se vivió en los Juegos de Atenas 2004.

El Torpedo llegaba dispuesto a desafiar a Phelps, pero los seis oros del estadounidense eclipsaron los dos oros, una plata y un bronce del australiano, un buen botín para cualquier estrella, aunque pobre para un nadador como Thorpe.

El australiano comunicó que se tomaba un año sabático. Un año que se convirtió en toda una vida, porque en el 2005, cuando pretendía retomar los entrenamientos, una mononucleosis infecciosa le impidió regresar. El australiano quiso cambiar de aires un año más tarde y programó una serie de entrenamientos en Estados Unidos. Entrenamientos que nunca realizaría.

El 21 de noviembre del 2006 comunicó que se retiraba. Su anuncio fue televisado por una cadena australiana. Thorpe esgrimió como causa principal la falta de motivación.

Poco se conoce de la vida de Thorpe. En el 2011 intentó regresar y clasificarse para los Juegos de Londres. Fue un intento fallido, que desembocó en una nueva desilusión y una vorágine de acontecimientos fatalistas relacionados con la depresión y el alcohol, como aquel día en el que lo encontraron deambulando por la calle, solo, a altas horas de la noche.

Capítulos, algunos de ellos, que explica en su biografía, como negar una y otra vez ser homosexual, uno de los rumores que circulaban, quizás otro enigma sin resolver del mejor nadador que ha dado Australia, una máquina con un software poco resistente.

La aparición de Phelps, la nueva apuesta de la marca Speedo, agravó todavía más los problemas de Thorpe.No hace mucho se le vio deambulando por las calles de Sídney, sin ninguna compañía, a altas horas de la madrugada. Según la prensa australiana, hace poco estuvo a punto de perder el brazo izquierdo e incluso la vida por una infección. Thorpe reveló en su biografía Este soy yo que el alcohol y las depresiones lo hicieron pensar varias veces en el suicidio.

ESCRITO POR: