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Detalles arquitectónicos contra el mal

Los mascarones en las fachadas de las casas, además de adornar, tenían un sentido protector.

Figuras grotescas observan desde lo alto de las viviendas. (Foto: Hemeroteca PL)

Figuras grotescas observan desde lo alto de las viviendas. (Foto: Hemeroteca PL)

Al caminar por las calles del Centro Histórico y pasar frente a una casa antañona, interrumpa su paso, levante la mirada y encontrará a unos personajes peculiares que observan desde lo alto de esas construcciones.

Las casas más antiguas del centro

Muchas veces pasan inadvertidos. Se les conoce como mascarones y son caras deformes, fantásticas o caricaturescas. Estos fueron empleados como adornos arquitectónicos hechos en piedra, mármol u otro material, y colocados en balcones, puertas, entablamentos o capiteles.

Edgardo Rodríguez Noyola, quien en los últimos años se ha dado a la tarea de ubicar los mascarones que quedan en residencias del Centro Histórico, explica que eran adornos para proteger los hogares de malas influencias o maleficios, significado que tenían en los barcos, donde servían para alejar las tempestades.

Pero además de haber sido empleados como elementos de decoración, servían para identificar a una sociedad marinera no alfabetizada —de los siglos XIV y XIX—.

El historiador Aníbal Chajón explica que su uso en las fachadas guatemaltecas fue tomado de una costumbre europea, cuando José María Reyna Barrios (1892-1898) quiso transformar la ciudad al estilo francés.

En el siglo XX se consolidó “un movimiento dentro de las artes plásticas, con un grupo de discípulos de la generación de artistas que vinieron —al país— en la época de Reyna Barrios y Manuel Estrada Cabrera (1898 -1920), haciendo su aparición la arquitectura Art Nouveau, hacia los años 1930, con su variada gama de expresiones estéticas”, cita el texto Arquitectura del siglo XX en la ciudad de Guatemala, de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de San Carlos de Guatemala.

Rostros bien definidos fueron obras de artistas especializados. (Foto: Hemeroteca PL)

Las figuras destacaban a hombres vigorosos y mujeres voluptuosas con abundante cabellera. Sin embargo, al ser tomadas por la arquitectura guatemalteca, variaron, por ser un país conservador. A los artistas modernos se les limitó el espacio en las construcciones y se tuvieron que adaptar a los gustos y exigencias de los patrocinadores o dueños de las obras, cuenta el historiador.

Eso hizo que se dieran esas manifestaciones de arte en las viviendas, pero en forma discreta, y los mascarones son pequeños, solo rostros, donde sobresalían los de mujeres, por ser consideradas más estéticas que los de hombres. “Eran cachetoncitas, con hoyuelos; el prototipo de las mujeres de aquel entonces, no famélicas como ahora”, destaca Chajón.

“La llegada del Art Nouveau coincidió con la etapa de reconstrucción, posterior a los terremotos de 1917 y 1918, pero no hay grandes construcciones en las que se utilice esta concepción estética, originada por el arquitecto Belga Víctor Horta en 1893”, señala el estudio de la Facultad de Arquitectura.

Un ejemplo característico es el antiguo hotel Fénix, en la 7a. Av. y 15 calle, zona 1. El paso de este estilo fue efímero en la arquitectura guatemalteca, y se manifestó principalmente como elemento decorativo, de volutas vegetaliformes en fachadas, herrajes en los balcones con formas inspiradas en este estilo. Predominan las líneas dinámicas y asimétricas, uso de caras y figuras femeninas, según el documento.

El arquitecto José María Magaña afirma que los mascarones son piezas con un encanto especial, ya que son muy expresivas, “como las imágenes griegas de la tragedia y la comedia”. No había un modelo que se repitiera, pues cada uno era propio de la casa donde se colocaba. “Algunos se asemejaban a retratos, aunque no se sabe de quiénes. Lo que sí es seguro es que no eran hechos por cualquier persona, sino por un artista, pues sus trazos eran finos”, agrega.

Uno de los mascarones de la edificación de lo que fue el hotel Fénix. (Foto: Hemeroteca PL)

Sus orígenes en el mundo

Los mascarones tienen sus raíces en la cultura romana, donde se acostumbraba a usar máscaras, en especial de dioses. “También eran colocados en los sitios donde azotaba el viento, porque servían como precaución”, agrega el historiador. Al parecer, los romanos tomaron la tradición de los griegos, quienes marcaban puntos del camino con piedras. “Desde allí viene la tradición”, dice Chajón. Estas prácticas llegaron a España y fueron readaptadas por el cristianismo, donde las figuras religiosas se basaban en representaciones de Jesús y la Virgen.

En la ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala se hicieron algunos mascarones, como los del primer edificio de la Universidad de San Carlos de Guatemala, y se volvieron comunes con la introducción de la imprenta, en 1440, ya que para llenar espacios en blanco se colocaban elementos decorativos como rostros. “Estos se copiaron para hacer los adornos arquitectónicos, la casa de estudio los relacionó con los libros”, destaca Chajón.

Aunque en la cultura prehispánica también fueron usados mascarones, catalogados entre los objetos escultóricos de menor tamaño que se encuentran en diferentes lugares, no tienen conexión con los de la arquitectura de principios del siglo XX, explica el historiador, ya que para el gobierno de Reyna Barrios todo lo guatemalteco era poco estético, por lo que se debía copiar el estilo de Europa.

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