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Navidades de antes

Eran Navidades sin televisión, sin celulares, sin internet, sin juguetes electrónicos, sin vendedores ambulantes por las calles: nada más pastores de madera, a veces con una oveja dormida al hombro.

Jornaditas en el Templo de Santa Teresa mostrando la escena de la huída a Egipto en 1915. (Foto: Hemeroteca PL)

Jornaditas en el Templo de Santa Teresa mostrando la escena de la huída a Egipto en 1915. (Foto: Hemeroteca PL)

Imagínese una Navidad sin centros comerciales con indigestión de automóviles en el parqueo. Imagínese un nacimiento sin foquitos eléctricos, iluminado con lámparas de aceite y velas. Imagínese a la gente caminando por la noche empedrada a escuchar la Misa de Gallo.


El niño llamado Jesús camina desde el taller de carpintería de su padre José en dirección a donde está María. Al fondo, unas palmeras pintadas nos indican que estamos en algún lugar exótico y lejano.

Fotografías de 1914 y 1915 muestran las “Jornadas de Jesús”, instalaciones montadas en algunas iglesias (en este caso, la de Santa Teresa) o en casa de familias piadosas, para representar escenas señaladas por la tradición, como la Huída a Egipto o la casa de la Sagrada Familia en Nazaret.

“Entre diciembre y enero iba cambiando la decoración y el escenario para representar cómo iba creciendo el Niño Jesús”, dice el historiador Haroldo Rodas. “Lamentablemente, es una tradición que prácticamente se ha perdido, pues la última familia que hacía este tipo de representación era la del altarero Ramiro Araujo, quien ya falleció”, agrega.

Nacimientos de ayer

Quizá parezcan tan diferentes a los actuales porque sus fotografías están en blanco y negro, pero los colores se adivinan.

Hoy, al igual que hace 50, 60, 70 años, los querubines de papel aún se amontonan en las nubes de celofán; el pastor con la oveja al hombro sube por una ladera tiesa de tanto aserrín y engrudo; las ovejas tienen que seguir comiendo musgo dada su inmovilidad de madera.

Estos nacimientos antiguos eran visitados por la gente, la noche de Navidad y las siguientes, pues era una época sin televisión, sin radio, sin cable, sin celulares en oferta y sin carritos a control remoto.

La ciudad no pasaba del Cerro del Carmen ni de la 18 calle. Santaclós no tenía de qué reírse y los vendedores ambulantes en la Calle Real eran inimaginables en aquellos años gobernados por el dictador Estrada Cabrera.

Hoy, en cambio, se amontonan por las aceras igual que los querubines en aquellas nubes grises de tul, pero no cantando “Gloria in excelsis Deo”, sino vociferando: “¿Qué va llevar Reina? ¿Qué le gusta caballero?”, pregunte.

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