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Pregón Cuaresmal: Tercer viernes

El primer estigmatizado con las llagas de Cristo que se registra es San Francisco de Asís y es uno de los más famosos inicialmente incomprendido por la Iglesia.

Con Francisco de Asís el mundo comprende el sufrimiento de Cristo por medio de sus llagas (las manos, los pies y el costado). Dicho sufrimiento fue real en Jesucristo, porque fue crucificado y su costado abierto por una lanza.

A este misterio del sufrimiento, unido al de la pobreza, quiso entregarse Francisco de Asís en el siglo XIII, en medio de una sociedad hastiada de riquezas y con profundas diferencias sociales.

Giovanni di Bernardone, más conocido como Francisco de Asís, nació en Asís, Italia, en 1182, y murió en ese mismo lugar en 1226. Era un joven adinerado, y su padre un próspero comerciante de telas de la burguesía de Asís. Por lo tanto, ¿de qué habría de preocuparse?

Francisco recibió la educación regular de la época, en la que aprendió latín. De joven se caracterizó por su vida despreocupada.

En sus años juveniles la ciudad estaba envuelta en conflictos, por lo que participó en varias batallas hasta que en una ocasión escuchó una voz que le recomendaba regresar a Asís, y así lo hizo, pero envuelto en meditaciones solitarias.

Entregado a la pobreza

Francisco lo dejó todo para asumir la pobreza y predicar el evangelio más puro. Su vida religiosa fue austera y simple, por lo que animaba a sus seguidores a hacerlo de igual manera. Fundó las órdenes Franciscana, de las Clarisas y la Seglar, bajo la autoridad de la Iglesia.

Sin habérselo propuesto, Francisco empezaba un movimiento de revolución de la Iglesia, entonces envuelta en escándalos y orientada hacia los bienes terrenales. Su ejemplo de pobreza y humildad cambiaría para siempre la visión terrenal y espiritual del hombre.

El monte Alvernia

Entre julio y agosto de 1224, Francisco salió de Asís con algunos compañeros rumbo al monte Alvernia, a unos 160 kilómetros de Asís, donde permaneció en oración y contemplación.

Al cabo de unos días Francisco, queriendo conocer lo que el Señor quería de él, tomó los evangelios, oró y los abrió tres veces. En las tres ocasiones el texto hablaba del anuncio de la pasión de Jesús, como dándole a tender que tenía que seguir combatiendo angustias y tribulaciones.

Francisco decidió prolongar su estancia allí durante toda una cuaresma de ayuno, entre las fiestas de la Asunción de la Virgen (15 de agosto) y del Arcángel San Miguel (29 de septiembre), de quienes era especialmente devoto.

Buscó el lugar más apartado que pudo. Lo encontró al otro lado del precipicio, a donde se podía acceder sólo mediante un tronco atravesado a modo de puente. Entonces pidió a los hermanos que le prepararan una celda, y les dijo: “Ninguno de vosotros debe acercarse aquí, ni ningún seglar. Sólo tú, fray León, vendrás una vez, durante el día, a traerme agua y un poco de pan, y otra vez por la noche, para rezar maitines. Te acercarás a la pasarela y dirás: Señor, ábreme los labios. Y si no te respondo, márchate enseguida”. Tales precauciones eran debidas a que no le gustaba que lo sorprendieran en uno de sus frecuentes éxtasis.

Apenas se quedó solo, pidió al Señor otra señal de que aquello era voluntad suya. A la mañana siguiente, mientras rezaba, creyó ver la respuesta en los pájaros que, uno por uno, sobrevolaban la celda, alegrándolo con sus trinos.

“¿Quién eres, mi Señor?”

El verano de 1224 tocaba su fin. Una noche de luna llena, fray León fue, como siempre, a rezar maitines con Francisco, mas éste no respondió. Entre preocupado y curioso, el hermano cruzó la pasarela y fue a buscarlo. Lo encontró en un claro del bosque, de rodillas, en medio de un gran resplandor, con el rostro levantado, mientras decía: “¿Quién eres tú, mi Señor, y quién soy yo, gusano despreciable e inútil siervo tuyo?”, y levantaba las manos por tres veces.

El ruido de sus pasos sobre la hojarasca delató a fray León, que tuvo que confesar su culpa y explicar al Santo lo que había visto. Entonces éste decidió explicarle lo sucedido: “Yo estaba viendo por un lado el abismo infinito de la sabiduría, bondad y poder de Dios, pero también mi lamentable estado de miseria. Y el Señor, desde aquella luz, me  pidió que le ofreciera tres dones. Le dije que sólo tenía el hábito, la cuerda y los calzones, y que aún eso era suyo”.

“Entonces me hizo buscar en el pecho, y encontré tres bolas de oro, y se las ofrecí, comprendiendo enseguida que representaban los votos de obediencia, pobreza y castidad, que el Señor me ha concedido cumplir de modo irreprochable. Y me ha dejado tal sensación, que no dejo de alabarlo y glorificarlo por todos sus dones”.

En uno de esos días se apareció un ángel  a Francisco y le dijo: “Vengo a confortarte y avisarte para que te prepares con humildad y paciencia a recibir lo que Dios quiere hacer de ti”. “Estoy preparado para lo que él quiera”, fue su respuesta.

Las llagas

La madrugada del 14 de septiembre, fiesta de la Santa Cruz, antes del amanecer, estaba orando delante de la celda, de cara a Oriente, y pedía al Señor “experimentar el dolor que sentiste a la hora de tu Pasión y, en la medida de los posible, aquel amor sin medida que ardía en tu pecho, cuando te ofreciste para sufrir tanto por nosotros, pecadores”; y también, “que la fuerza dulce y ardiente de tu amor arranque de mi mente todas las cosas, para que yo muera por amor a ti, puesto que tú te has dignado morir por amor a mí”.

De repente, vio bajar del cielo un serafín con seis alas. Tenía figura de hombre crucificado. Francisco quedó absorto, envuelto en la mirada bondadosa de aquel ser, que le hacía sentirse alegre y triste a la vez. Y mientras se preguntaba la razón de aquel misterio, se le fueron formando en las manos y pies los signos de los clavos, tal como los había visto en el crucificado.

En realidad no eran llagas o estigmas, sino clavos, formados por la carne hinchada por ambos lados y ennegrecida. En el costado, en cambio, se abrió una llaga sangrante, que le manchaba la túnica.

Explicaba fray León que el fenómeno fue más  real de lo muchos creen, y que estuvo acompañado de otros signos extraordinarios corroborados por testigos, que creyeron ver el monte en llamas, iluminando el contorno como si ya hubiese salido el sol.

Evidencia real

La aparición de Francisco con los brazos en cruz y bendiciendo a los frailes reunidos en Arlés, mientras San Antonio de Lisboa o de Padua predicaba acerca de la inscripción de la cruz (Jesús Nazareno Rey de los Judíos) debió de ser una confirmación del prodigio, pues los capítulos provinciales,  se celebraban en septiembre, en torno a la fiesta de San Miguel.

Así parece darlo a entender San Buenaventura, cuando escribe que “más tarde se comprobó la veracidad del hecho, no sólo por los signos evidentes, sino también por el testimonio explícito del Santo”.

Cuando fray León acudió aquella mañana a prepararle la comida, Francisco no pudo ocultarle lo sucedido. Desde aquel instante, él fue su enfermero, encargado de lavarle cada día las heridas y cambiarle las vendas, para amortiguarle el dolor y las hemorragias; excepto el viernes, ya que el Santo no quería que nadie mitigara sus sufrimientos ese día.

Célebres heridas

San Francisco sufrió los estigmas de Jesucristo, reflejándose en su cuerpo las cinco célebres heridas que sufriera Jesús en la cruz: los clavos en manos y pies, así como la lanza en el costado. Sin embargo, Francisco -al igual que otros santos estigmatizados- hizo todo lo posible para ocultarlos a la vista de los demás por considerarse indigno, no del dolor que sentía, sino de ser portador de las señales de la Pasión de Cristo. Por eso, desde entonces caminaba con las manos metidas entre las mangas del hábito, y con los pies cubiertos por medias y zapatos.

Francisco pidió a Cristo, como en su momento lo hicieron Brígida y Margarita María de Alacoque, la transmisión y revelación humana de su dolor, lo cual, según los biógrafos de estos tres grandes videntes, se cumplió al pie de la letra. Esta concesión, sin embargo, les causaría dolores intensos, lo cual refuerza el hecho histórico y real del sufrimiento de Cristo.


Pregón de la Tercera Semana de Cuaresma

Viernes 26 de febrero

  • JOCOTENANGO, SACATEPÉQUEZ. Velación de la Consagrada Imagen de Jesús Nazareno, el Dulce Rabí. Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción. De 7 a 24 horas.

Sábado 27 de febrero

  • ANTIGUA GUATEMALA. Procesión infantil de las réplicas de Jesús Nazareno de la Dulce Mirada y Santísima Virgen de Dolores. Aldea Santa Ana. De 13 a 19 horas.
  • TEMPLO DE SAN FRANCISCO, ZONA 1. Procesión Infantil del Cristo de la Preciosa Sangre y Santísima Virgen de Dolores. De 15.30 a 18.45 horas.

Domingo 28 de febrero

  • PARROQUIA LA DIVINA PROVIDENCIA, GUARDA VIEJO, ZONA 8: Procesión Infantil, Salida: 8 horas. Entrada: 11.30 horas.
  • PARROQUIA DE SANTA MARTA, ZONA 3. Procesión Infantil de las réplicas de Jesús Nazareno y Santísima Virgen de Dolores. De 10 a 13 horas.
  • CATEDRAL METROPOLITANA. Procesión Infantil del Niño Jesús Nazareno y Santísima Virgen de Dolores. Sale a las 8.45; La Merced, 9.50 hrs.; Isabel La Católica, 10.52 hrs.; San Sebastián, 11.30 hrs; La Recolección, 12 hrs.; Santa Catalina, 12.50 hrs, Palacio Nacional, 13.20 hrs. entra a las 13.30 horas.
  • JOCOTENANGO, SACATEPÉQUEZ. Procesión de la Consagrada Imagen de Jesús Nazareno el Dulce Rabí y Santísima Virgen de Dolores. Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción. De 10 a 23 horas.
  • BASÍLICA DE NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO, ZONA 1. Procesión de Jesús Nazareno de la Buena Muerte. Salida: 10 hrs; Arco de Correos: 11.45, Catedral: 14 hrs.; El Sauce: 16.30 hrs.; Recolección: 17.15 hrs.; Isabel La Católica: 19.20 hrs.; Barrio Moderno: 22 hrs.; La Merced: 23 hrs.; Entrada: 24 horas.
  • PARROQUIA DE SAN JOSÉ OBRERO, ZONA 7. Procesión de Jesús Nazareno de las Angustias y Santísima Virgen de Dolores. De 15 a 21 horas.
  • PARROQUIA DON BOSCO, ZONA 1. Procesión de Jesús Nazareno de la Paz y Santísima Virgen de Dolores. De 12.30 a 20.00 horas.
  • PARROQUIA SAN CRISTÓBAL, ZONA 11: Procesión de Velación de Jesús Nazareno de los Desamparados. Salida: 15.30 horas. Entrada: 18 horas.

Marcha fúnebre “Tu última mirada”, de Alberto Velásquez. (Video, tomado de Youtube)

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