El extraordinario acontecimiento sin precedentes en los anales de la asistencia social del país, motivó interés en los profesionales de la medicina que prestaban sus servicios en el Hospital Roosevelt y constituyó un hecho notable.

Los nacimientos principiaron a las cero horas del sábado de gloria y continuaron hasta pocos minutos antes de las veinticuatro horas del mismo día, provocando intenso trabajo a los siete médicos y tres enfermeras que se encontraban de turno.

De los partos, solamente tres fueron sépticos, es decir, que no se produjeron en condiciones normales. El número de recién nacidos prematuros fue sumamente bajo y no se practicaron cesáreas. De los tres niños nacidos en la sala destinada a los partos sépticos, uno sólo vivió; los otros nacieron muertos. 

Cinco salas abarrotadas

El crecido número de partos puso en movimiento continuo a las cinco salas de partos que funcionaban en el servicio de maternidad. En cada sala habían cinco camas para atender, cuando era necesario, a cinco mujeres simultáneamente. Normalmente cada sala era atendida por un médico y una enfermera. Las horas de mayor trabajo fueron de las cero a las veintidós horas. 

Las salas cunas se descongestionaron al día siguiente, tras haber sido enviadas a sus casas, diecisiete de las madres que se “compusieron” el sábado de gloria. Casi todas las demás serían dadas de alta el día lunes.

En los años 1956, 1957, 1958 y 1959 se habían registrado en el servicio de maternidad del hospital roosevelt 31 mil 493 nacimientos en 31 mil 143 partos. El numero de nacimientos era superior al de los partos, porque algunas madres dieron a luz más de un niño. 

Las estadísticas de la época indicaban que los números de partos eran los siguientes: en 1956 ocurrieron 63 mil 315 partos y 6 mil 397 nacimientos; en 1957, 7 mil 396 partos y 7 mil 499 nacimientos; en 1958, 8 mil 337 partos y 8 mil 415 nacimientos; en 1959, 9 mil 95 partos y 9 mil 182 nacimientos. 

En la actualidad el Hospital atiende un promedio de 60 a 120 partos diarios.