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Seis mitos sobre el hombre moderno

¿Qué se esconde detrás de esa imagen de hombre fuerte y autosuficiente?. Lea este artículo publicado el 7 de junio de 2007.

Ellos son sensibles. Tanto o incluso más que las mujeres. Lloran, —aunque la mayoría de veces a solas—, ríen, y también se preocupan por su belleza.

Lo que pasa es que la sociedad los ha reprimido. Sino vea lo que contestó un asistente de unos 40 años de edad, cuando el médico colombiano Carlos Montoya le preguntó ¿qué le cansa de ser hombre?, —durante la charla Hacia una nueva masculinidad, que formó parte del Congreso Nacional contra el Maltrato y Abuso Sexual a Niños y Adolescentes, Conacmi—.

“Me cansa lo que la sociedad nos exige, nos exige ser muy machos”. Y es que así como él, la mayoría de hombres acarrea un peso muy grande: “Se les ha enseñado a ser fuertes y mostrar esa dureza, escondiendo sentimientos que erróneamente los haga parecer débiles”, añadió Montoya.

El psiquiatra y consejero familiar Otto Dany León, expone que estos comportamientos estriban en los estereotipos que se fundan en un prejuicio, entendiendo éstos como una actitud que asumen hombres y mujeres para aceptar o rechazar “x” conducta.

Sin embargo —añade León— el prejuicio es aprendido, en principio por las personas que nos dan nuestra formación inicial, y conforme voy creciendo con ese pensamiento, lo imito y lo reproduzco. Los esterotipos están basados en hechos reales o no, pero que carecen de comprobación científica. Entonces, hombres del mundo: ¡identifiquen sus mitos y desháganse de ellos!

Los hombres deben ser fuertes y rudos

Falso. Un hombre al igual que una mujer está en todo su derecho de incrementar sus músculos y poseer un cuerpo atlético, pero nadie será mejor hombre por ello. La valía de su ser está dada por otras cualidades que no tienen que ver con su robustez.
Tampoco es cierto que los ademanes masculinos deban ser necesariamente toscos y violentos: los hombres también deben saber dar caricias a su pareja o hijos.

Mientras más mujeres, más hombre

Falso. Lo que pasa es que a los hombres, culturalmente también se les ha erotizado, tanto que hasta llegan a creer que su valía está únicamente en su virilidad y eso los hace mostrarse conquistadores. Esto, hasta cierto punto es permisivo, pues aunque se rechacen esas actitudes, en el fondo se aceptan por el simple hecho de ser “hombre”.

En todo caso, la experiencia demuestra que son más felices aquellas parejas y familias en donde la fidelidad es un valor aplicado.

Tienen que ganar más dinero que ellas

Falso. Lo que pasa es que a lo largo de la historia, los hombres han tenido mayores oportunidades de educación, y como consecuencia mejores puestos que las mujeres, lo cual conlleva a mejores salarios. Asimismo, el varón ha tenido el papel de proveedor del hogar, lo cual ejerce una fuerte presión.

Ello ha conducido a que, lamentablemente, algunos hombres se resientan cuando su esposa tiene un mejor salario. “La sociedad ha reproducido el estereotipo de que ellos deben ganar más”, dice la terapeuta Ana Lucía Rosel.

Los hombres no lloran

Falso como un billete de Q3. Culturalmente se les enseña a los varones a reprimir el llanto. Desde que son pequeños, los padres de familia le dicen al chiquito “No llore, los hombres no lloran”, y estas ideas se van guardando en el subconsciente.

Reprimir esos deseos de desahogo, genera frustración por no poder liberarse, pues el llanto ayuda a enfrentar con mayor valor y serenidad las cuestiones difíciles.

Los hombres no deben ser afectivos

Falso. Las muestras de afecto a través de palabras, gestos y acciones, son imprescindibles en todo ser humano. Quienes las dan, además de mostrar su lado más sublime, logran generar seguridad, confianza y respeto.

Los hombres, no cocinan ni lavan platos¡Mentira!, dice Susana, quien se siente una mujer afortunada porque su esposo es de aquellos pocos que cocina, plancha su ropa, cambia pañal a sus pequeños, lava pachas, entre otras cosas. Y eso es lo que necesitan las mujeres, alguien que les ayude en el rol que culturalmente les pertenece a ellas. De nuevo, cita Rosel, un hombre no va poner en juego su virilidad, por ayudar en las ocupaciones del hogar. 

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