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Un paseo histórico por la Calle Real

Una frase que ha sido muy común de la sociedad guatemalteca es “vamos a la Sexta” o "vamos a sextear", la cual significa hacer un recorrido por ese emblemático lugar; que en un tiempo era el punto de referencia de grandes almacenes costosos.

La 6a. avenida busca recobrar su brillos de antaño, pese a los problemas que aquejan a la capital. (Foto: Hemeroteca PL)

La 6a. avenida busca recobrar su brillos de antaño, pese a los problemas que aquejan a la capital. (Foto: Hemeroteca PL)

Ha tenido tanta influencia entre los guatemaltecos a través del tiempo, que se llegó acuñar el término sexteo o sextear, para el conocido paseo por la Sexta Avenida, donde se encuentra todo tipo de productos y servicios.

No es cualquier calle, tiene muchas cosas por las que es considerada importante. Fue la primera dirección de la ciudad y también donde se colocó por vez primera el alumbrado público. El escritor José Milla hace referencia a la avenida en una de sus obras, dijo “ella que se empeñaba en seguir llamándose Calle Real, era la más famosa de todas. Partiendo de San Francisco, va en línea recta a desembocar en la plaza mayor, formada por dos hileras de espaciosas y cómodas construcciones”. En el siglo XVII, era de pequeñas dimensiones, tenía únicamente 600 varas de largo.

En los inicios de la Nueva Guatemala de la Asunción, se le bautizó Calle Real (1776-1863), ese nombre recibía por la construcción del Palacio Real, pues conducía a la sede del Gobierno. Además, era la calle que pasaba frente a las residencias de la alta sociedad.

Fue la primera en recibir alumbrado público con faroles de cebo, en 1835. Guillermo Navarro fue quien diseñó una línea entre el barranco del norte y el cerro de Buena Vista, que va de norte a sur y divide el oriente del poniente, de allí surge esta arteria. Toda ciudad de origen español, por lo regular siempre tiene una calle principal, y este era el caso de la capital guatemalteca.

Con la victoria de Rafael Carrera, en 1863, sobre el salvadoreño Gerardo Barrios, se construyó un arco en la entrada de la Calle Real, para recibir al Ejército; esto era en las inmediaciones de lo que fue el cementerio de San Francisco, lo que había sido el predio para la parroquia de los Remedios, era una manzana. Fue llamado Parque La Victoria. Después se levantaron más construcciones hacia el sur, con las que la calle llegaba hasta la loma de El Calvario.

Cambio de nombres

En 1877, el nombre de la calle cambió, cuando se aplicó la nomenclatura por número a las vías. Se les dio el título de avenidas a las que tenían dirección norte-sur, y calles a las de oriente-poniente, correspondiéndole a la Calle Real el nombre de Sexta Avenida. De la 8a. a la 18 calle se le conoció como Sexta Avenida Sur, y de la 8a, hacia el Parque de Jocotenango, Sexta Avenida Norte. En la del sur era donde estaban asentadas las altas esferas de la sociedad guatemalteca.

Dos años más tarde, 1879, se estrenó el alumbrado público que funcionaba a base de gas; en 1882 fue instalado el tranvía. En 1884 se instalaron los primeros teléfonos en los edificios ubicados en esta vía; y en 1885 el alumbrado público ya era eléctrico.

A partir de 1952, desaparecieron los puntos cardinales, por lo que se le conoció solo como la Sexta Avenida.

Majestuosos edificios

Aunque la avenida se caracterizó por tener en sus bordes las residencias más sobresalientes, pues la élite de la ciudad habitaba allí, como los Herrera, Samayoa, Saravia y Arzú, fue a inicios de los años 1900 que empezaron a construirse imponentes habitaciones. Para 1914, la Sexta Avenida estaba rodeada por grandes inmuebles, entre los primeros está el que utilizó granito, diseñado por el canadiense Henry Morgan, para María Samayoa Boniface (construcción que aún permanece en la esquina de la 12 calle).

Almacenes importantes abrieron sus puertas para vender productos exclusivos y lo último en la moda; como el Femina, de Julia Uberschaer y Cía, y Rosa de Francia, de Magdalena de Morales, de ropa femenina de París. El Ancora, de Gustavo Oetker y Co., de alfombras y tapetes; la talabartería La Americana y la joyería El Empaque, de Daniel Hernández. Hoteles como el Internacional, frente a la Concordia, de Basilio Sáenz; el León Restaurant et Patisserie, propiedad de León Campagnolle.

Muchos de los propietarios de estos almacenes eran inmigrantes —alemanes, judíos, españoles, árabes—, es por ello que se encontraban allí las novedades europeas.

Aparece el esplendor

Los terremotos de 1917 y 1918, destruyeron casi en su totalidad la ciudad. Muchas de las estructuras de mampostería no soportaron el impacto, casi se tuvo que reedificar la urbe, y se dio énfasis a la Sexta Avenida, pues era la más importante.

Una oportunidad dorada para los diseñadores, que fueron contratados para edificar construcciones resisten- tes a los sismos. Los materiales se convirtieron en un símbolo de estatus, eran costosos y representaban durabilidad. Se abandonó el diseño tradicional por uno que hiciera más eficiente el espacio y que permitiera la realización de actividades bancarias, comerciales, hoteleras y de distracción, por lo que se construyeron edificios de varios niveles, lo que creó un nuevo paisaje urbano. Ya que muchos de los propietarios eran inmigrantes alemanes, se dio ambiente euro céntrico.

En 1924, Roberto Hoegg construyó el Teatro Capitol, para Stadler, ese año se concluyó el edificio de la Empresa Eléctrica. En 1927, Whillheim Krebs y Hoegg levantaron los edificios La Perla, con locales comerciales y apartamentos, e Hispania, para tiendas y oficinas. Un año después se inauguró Mansión San Francisco, para comercios y hotel, propiedad de Enrique Engel. El Pasaje Rubio, con el apellido de esa familia, fue concluido en 1929, por el español Cristóbal Azori, para pequeños negocios, oficinas y apar- tamentos. En 1931 fue estrenado el edificio París, para comercios y oficinas. Entre 1934 y 1936, los alemanes Rodolfo Bader y Hoegg edificaron el Teatro Lux, también de Engel. En 1937, se terminó el Hotel Astoria, obra del italiano Giracca.

Para modernizar por completo la importante vía, en 1931 se terminó el sistema de drenajes y se pavimentó con asfalto, los trabajos fueron financiados por los propietarios de los inmuebles del lugar.

Ese espacio volvía a convertirse en el centro de las actividades sociales, comerciales y políticas de la ciudad de Guatemala. Entre los años 1930 a 1970 se dio el esplendor de la Sexta Avenida, cuando la mayoría de esas edificaciones estaban concluidas. Era el paseo de las familias, en especial por la tarde y noche, iban a ver vitrinas. Para la época navideña los almacenes lucían sus mejores galas.

Además de que era una calle para el consumo, en especial para el disfrute exclusivo de la élite, pues era el corazón de la ciudad, no estaba restringida solo para un grupo, cualquier persona podía caminar en ella, siempre se iba bien vestido, los hombres con saco y sombrero y las mujeres con vestido y zapatos de tacón.

Los comercios anunciaban sus nombres con rótulos luminosos de gas neón. Las vitrinas estaban llenas de artículos de lujo, abrigos, trajes, telas, aparatos eléctricos y fotográficos, platería, joyería y juguetes.

Hoteles, restaurantes, cafeterías y clubes nocturnos ofrecían sus servicios. En los teatros Capitol, Lux y Palace se presentaban óperas, conciertos, y funciones de teatro y cine. Dos clubes eran los centros de reunión, Granada y Ciro’s, casualmente uno estaba frente al otro. En el segundo funcionó también la primera radio privada de Guatemala, con el mismo nombre Ciro’s. En cada esquina, había un policía de tránsito subido en una tarima, con una sombrilla, quien dirigía el tránsito, la calle era de dos vías.

Se cuenta que en ese paseo llamado sexteo aparecían las llamadas gringueras, eran las mujeres que salían para enamorar a algún militar estadounidense que estaba en el país por causa de la Segunda Guerra Mundial.

Otro punto de esta arteria era el llamado peladero, eran las bancas del Parque Centenario que quedaban justo en la orilla de la Sexta Avenida. Allí se sentaban los diversos transeúntes, en su mayoría jubilados, y mientras les lustraban los zapatos criticaban al Gobierno, alguna actividad o a las personas que deambulaban por allí, por eso muchos evadían pasar frente a ellos.

Decaimiento del lugar

Esa magia fue cambiando, dejó de ser el lugar donde se adquiría lo más exclusivo. Un hecho importante fue el sucedido el 19 de diciembre de 1969, cuando 15 establecimientos comerciales, dos de ellos ubicados en la Sexta Avenida, fueron incendiados por la guerrilla. Uno de ellos fue La Paquetería, de los más emblemáticos del lugar, pues proveía los gustos a la elite. Durante en el gobierno de Ydígoras Fuentes fueron masacradas unas personas en la esquina del cine Lux.

Otra causa fue que los hijos de las familias acomodadas empezaron a abandonar el centro para instalarse en las zonas 9, 10 y 15. Por eso a inicios de la década de 1970, muchos propietarios de comercios se trasladaron a otros establecimientos al sur, cerca de las viviendas de sus principales clientes. Empezaron a aparecer los centros comerciales, el primero fue Montúfar, de 1967, lo que fue una competencia fuerte para los negocios de la antigua arteria real, pues poseían parqueos y eran más cómodos y seguros para los compradores.

La última inversión realizada en la Sexta Avenida fue la construcción del Centro Comercial Capitol, en 1976, para lo cual se demolió el teatro Capitol, señala el libro De Calle Real a Sexta Avenida. El comercio informal se acrecentó después del terremoto de aquel año, cuando miles de personas emigraron de los departamentos hacia la capital. Empezaron con puestos de revistas, golosinas y cigarrillos; después aparecieron ventas de ropa, zapatos, hasta los discos de música y películas, lo que fue aumentando hasta invadir todas las aceras.

Para finales de la década de los años 1970, la Sexta Avenida era la arteria más congestionada, circulaban buses y todo tipo de vehículos, lo que hizo que la estructura urbana se deteriorara, desde el pavimento hasta el color de las fachadas, oscurecidas por el humo de los automotores.

Rescate de la Sexta

Desde el año 2010, la municipalidad capitalina inició un proyecto para devolver sus brillos de antaño a tan emblemática avenida. El primer paso fue reubicar a los vendedores, quienes fueron trasladados a la plaza “El Amate”, construida por la comuna.

Se inició con la ampliación de las aceras, y la pavimentación de un solo carril para que circulara el Transmetro, aunque después se tomó la decisión de utilizarla únicamente para el paso peatonal.

Fueron instaladas diferentes esculturas dentro de las que destaca la del escritor Tasso Hadjidodou, que se encuentra colocada en una de las bancas. La iluminación fue cambiada en su totalidad por lámparas led, con cableado subterráneo.

Sin embargo a pesar que los trabajos continúan en la Sexta Avenida, durante los últimos años se observa nuevamente a vendedores “ambulantes” ofrecer sus productos lo largo del paseo. Inescrupulosos han dañado las esculturas, personas fuman marihuana a plena luz del día, asimismo se han dado casos de robo, peleas de estudiantes e incluso asesinatos.

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