Pero esa legislación encara un futuro breve en la Cámara de Representantes, donde la mayoría republicana sigue la dirección que marca su facción Tea Party opuesta a la legalización de inmigrantes indocumentados.
El mandatario Barack Obama, quien ya ha expresado firmemente su respaldo a la legalización de los indocumentados, tendrá durante la semana un espaldarazo de flanco paradójico: el expresidente republicano George W. Bush, quien ya en el 2007 fracasó cuando intentó una reforma inmigratoria.
Bush hablará este miércoles durante una ceremonia de naturalización y foro de inmigración en el centro presidencial de Dallas que lleva su nombre, y se espera que describa los beneficios que él ve para EE. UU. en una reforma.
Los republicanos encaran un dilema que concierne a la supervivencia misma de su partido: las mayorías conservadoras que se oponen a la legalización de inmigrantes indocumentados pronto serán minoría de votantes a medida que crece la población de origen latinoamericano, especialmente en estados del Sur como Texas.
La legislación aprobada por el Senado asigna cientos de miles de millones de dólares al fortalecimiento de la vigilancia de la frontera sur de EE. UU., donde los adversarios de una legalización de indocumentados cree que está la mayor parte del problema.
Pero casi la mitad de los indocumentados en EE. UU. ha ingresado legalmente en el país con visas temporales y se ha quedado a trabajar y estudiar, contribuyendo a una mayor diversidad demográfica que amenaza al Partido Republicano.