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¿Por qué los niños holandeses son los más felices del mundo?

Holanda tiene fama mundial por ser un país liberal hacia el sexo y las drogas pero quizás pocos conocen que bajo esa reputación hay una sociedad relativamente conservadora que gira en torno al hogar y que pone firmemente a los niños en el centro de la vida doméstica.

Quizás por eso los niños holandeses están recurrentemente en la cima de la lista de los más felices del mundo, según las encuestas de Unicef, la organización de Naciones Unidas para la infancia, cuyo último informe es del 2013.

Rina, asiático-estadounidense, y Michelle, británica, son dos madres casadas con holandeses que tuvieron oportunidad de observar de cerca con sus propios hijos los secretos del estilo parental de esta sociedad y decidieron recogerlos en el libro Los niños más felices del mundo: la crianza al estilo holandés.

Aquí te contamos algunas de sus conclusiones. No todas son exportables a otros países del mundo pero pueden ser una fuente de inspiración.

El enfoque holandés en el día a día

  • Los niños desayunan regularmente en familia: las comidas familiares empiezan con el propio desayuno, una oportunidad para charlar sentados juntos en la mesa antes de empezar el día laboral y escolar.

Esta práctica, que en otros países se salta o se pierde en medio de las carreras mañaneras, es una constante en Holanda. Según el informe de Unicef del 2013, el 85% de los jóvenes de 11, 13 y 15 años encuestados toman desayuno todos los días.

Y esta importante primera comida del día incluye casi invariablemente una pequeña indulgencia nacional: unas virutas de chocolate llamadas hagelslag, que vienen de todas las formas, tamaños y colores.

Aunque podría parecer que desayunar chocolate contradice el ideal de una dieta equilibrada, en Holanda la obesidad infantil no es un problema. Quizás porque…

  • Van en bicicleta al colegio: además de disfrutar del aire libre y hacer ejercicio los niños pueden circular ellos solos por el carril bici de manera segura, en un ejercicio de confianza por parte de los padres que ayuda a desarrollar su independencia.
  • No hay presión académica en la escuela primaria: los niños más pequeños no tienen exámenes ni suelen tener deberes. El sistema se centra en fomentar el aprendizaje de una manera muy positiva, con el objetivo de que esa actitud se mantenga de por vida.

En efecto, las cifras de Unicef confirman que los jóvenes holandeses tienen más probabilidades de continuar los estudios después de la escuela secundaria que en países como Reino Unido, por ejemplo.

  • Se ven muchos padres en las puertas del colegio: el gobierno holandés tiene políticas para ayudar al equilibrio entre la vida laboral y la familiar. Legisló, por ejemplo, a favor de la creación de “días sin paga del papá”, para fomentar que las familias se repartan las responsabilidades de la crianza de los niños.

Como consecuencia, los niños holandeses tienden a pasar más tiempo con sus madres y padres que los niños de otros países.

  • Hay una cultura de jugar en libertad: se anima a los niños a jugar al aire libre sea el clima que sea y sin una supervisión constante de los padres.

Un resultado natural de criar niños independientes es que los padres tienen más tiempo para ellos mismos, lo cual repercute en su propio bienestar. Y con padres más felices, hay niños más felices.

“Los holandeses se decantan por el tiempo, no por el dinero, y por lo práctico en lugar de lo lujoso”, dicen Rina y Michele en su libro.

Es habitual jugar con juguetes de segunda mano y no hay que impresionar a nadie con elaboradas fiestas de cumpleaños.

Rina Mae Acosta, coautora del libro, resume el enfoque holandés de crianza de los hijos como “una vuelta a lo más básico”.

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