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¿Quién convirtió en comunista al líder cubano Fidel Castro?

"El pueblo de Cuba sabe que el gobierno revolucionario no es comunista".

Lo dijo nada menos que Fidel Castro Ruz el 19 de abril de 1959, cuando la Revolución Cubana apenas daba sus primeros pasos. El entonces primer ministro cubano, fallecido el 25 de noviembre a la edad de 90 años, renegaba en ese tiempo de la “campaña” para vincular al naciente gobierno con el comunismo.

“Nuestra Revolución es tan cubana como nuestras palmas. (…) Y toda esta campaña de `comunista`, campaña falsa, campaña canallesca, que ni nos preocupa, ni nos asusta”, remató Castro en un discurso realizado en Washington D.C., donde se encontraba de visita oficial.

¿Cómo es posible que el hombre que rechazó tan vehementemente su filiación comunista en 1959 terminó convertido en el ícono socialista más importante de América Latina?

¿Fidel Castro cambió su orientación ideológica? ¿Cuándo? ¿Quién fue el responsable?

Fueron ellos

Puede ser una afirmación temeraria, pero los hechos parecen confirmarlo.

Estados Unidos orilló a Fidel Castro a refugiarse en la órbita soviética y abrazar al socialismo como horizonte de la Revolución Cubana.

Así lo señalan historiadores y estudiosos del castrismo como la investigadora Evilin Ling, de la prestigiosa Universidad de Lund en Suecia.

“Lo decisivo en el acercamiento a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y la proclamación de la revolución como marxista-leninista fue por necesidad, ya que Estados Unidos intentó impedir la independencia económica (de Cuba)”, señala Ling.

“Como Fidel Castro era el único en condiciones de realizar tal cambio, pasó que él simultáneamente se declaró comunista y convirtió a la Revolución en comunista”, señaló la académica en su ensayo “Un estudio sobre el por qué del cambio al comunismo en la Revolución Cubana”.2.JPG

El mismo comandante guerrillero reconocería en 1985 que Estados Unidos precipitó que la Revolución Cubana realice un giro abrupto del nacionalismo hacia el socialismo.

“Las agresiones del imperialismo aceleraron el proceso revolucionario”, le dijo Castro al fraile brasileño Frei Betto en una entrevista que sería la base del libro Fidel y la Religión.

Castro señala que la estrategia inicial era distinta y que el programa de la primera etapa de la Revolución buscaba la “independencia nacional” a través de “reformas sociales avanzadas”.

En “La historia me absolverá”, el alegato del joven Castro posterior al fallido asalto al Cuartel Moncada, el 26 de julio 1953, no se mencionan una sola vez las palabras socialismo, comunismo, marxismo o leninismo.

Fidel en cambio hace una vehemente defensa de la necesidad de una reforma agraria y el nacionalismo cubano.

Varios autores señalan que fue recién después de su salida de prisión, en 1955 gracias a una amnistía general en la isla, que Castro se aproximó a los textos clásicos del marxismo.

Ya en México, en 1956, mientras organizaba a su ejército guerrillero conocería a otro hombre que quedaría en lo más alto de la iconografía socialista latinoamericana: Ernesto Che Guevara.

Castro le diría a Frei Betto que, mientras estudiaba Derecho en la Universidad de La Habana, fue cuando se empapó de las ideas de Carlos Marx, Federico Engels y Vladimir Ilich Uliánov, también conocido como Lenin, entre otros pensadores revolucionarios.

Sin embargo aquello no se vio reflejado en ninguno de sus discursos y escritos antes y durante la campaña de la Sierra Maestra.

El lobby soviético

Los representantes de la Unión Soviética intentaron seducir a Castro incluso antes del triunfo de la Revolución.

Cuando el ingreso de los “barbudos” a La Habana cumplía apenas su primer año, el ministro soviético Anastás Mikoyán realizó la primera visita oficial de un representante de la URSS a la isla.

Mikoyán viabilizó acuerdos comerciales para intercambiar azúcar cubano por petróleo ruso, además de gestionar un crédito millonario para ayudar a la maltrecha economía cubana.

Los soviéticos verían los frutos de su trabajo un año después, paradójicamente gracias a un torpe movimiento de su máximo adversario ideológico y político: Estados Unidos.

El 16 de abril de 1961, Fidel Castro declaró por primera vez el carácter socialista del proceso cubano, después del entierro de las primeras víctimas de la invasión de Bahía de Cochinos.

“Eso es lo que no pueden perdonarnos, que estemos ahí en sus narices ¡y que hayamos hecho una Revolución socialista en las propias narices de Estados Unidos!”, dijo aquella vez frente al cementerio Colón de La Habana.

La fallida ofensiva para frenar al castrismo fue protagonizada por exiliados cubanos y contó con el apoyo de Estados Unidos.

“Es posible creer que Fidel Castro inicialmente pensaba que Estados Unidos iba a respetar que Cuba quisiera hacer de sí misma un Estado soberano e independiente y que fue cuando entendió que no iba a ser así que se inclinó, por necesidad, hacia la Unión Soviética”, señala la investigadora Ling.

¡Fidel, Jruschov, estamos con los dos!

El 22 de diciembre de 1961, en la emblemática Plaza de la Revolución y frente al Memorial José Martí, Fidel Castro pronunció uno de sus más audaces y recordados discursos.

Dijo unas palabras que cambiarían la historia de la isla para siempre.

“Esa capacidad de crear, ese sacrificio, esa generosidad de unos hacia otros, esa hermandad que hoy reina en nuestro pueblo, ¡eso es socialismo! (…) ¡Seremos siempre socialistas!, ¡por eso somos marxista-leninistas!, ¡y por eso seremos siempre marxista-leninistas! ¡Y por eso no son los dirigentes, es el pueblo, son las masas las que levantamos la mano y decimos y repetimos que somos y seremos marxista-leninistas!”.

En aquel entonces, la televisión cubana mostró cómo la multitud enardecida estallaba en aplausos y gritaba una consigna que era el símbolo del principio de una época: “¡Fidel, Jruschov, estamos con los dos!”.

La referencia era a Nikita Jruschov, en ese entonces Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética y Presidente del Consejo de Ministros de la URSS.

“¿No quiere socialismo el imperialismo? ¡Pues bien, le daremos tres tazas de socialismo!”, exclamó Fidel aquella tarde habanera.

Castro cerró el discurso gritando dos lemas que lo acompañarían durante décadas: “¡Viva el socialismo! ¡Patria o Muerte!”.

Fidel, que originalmente era considerado por los comunistas del occidente como un “aventurero pequeñoburgués”, se convertiría en el primer secretario del Partido Comunista de Cuba (PCC) en 1965 y mantendría ese puesto hasta el 2011.

La Constitución castrista de 1976 declararía al PCC como la “fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado”, es decir el partido único de la isla, y decretaría el carácter “irrevocable” del socialismo cubano.

Con esas premisas ideológicas es que Cuba llegó a ser admirada y condenada en el mundo entero.

Defendida por sus enormes logros sociales, pero rechazada al mismo tiempo por su modelo político unipartidista, los cientos de miles de exiliados y sus presos políticos.

Así fue como Fidel y la isla iniciaron una de las empresas más polémicas y debatidas de los últimos tiempos.

Un emprendimiento sobre el que se seguirá discutiendo apasionadamente durante décadas, una aventura llamada Cuba socialista.

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