Internacional

Capturas de capos no reducen el narcotráfico

México vive paz incierta pese a caída de los jefes de poderosos carteles. Para frenar la violencia se necesita derrumbar todos los niveles de esas organizaciones y no solo las cabezas, señalan analistas.

En menos de una semana México detuvo a dos peces gordos del narcotráfico: Óscar Omar Treviño, alias el Z-42, líder de los Zetas, y Servando Gómez, alias la Tuta, cabecilla de los Caballeros Templarios, dos de los al menos siete carteles de la droga que operan en ese país, cuyas detenciones no reducen el narcotráfico ni llega la anhelada paz.

El viernes 27 de febrero la Policía capturó a la Tuta en Morelia, Michoacán, mientras que el miércoles 4 de marzo cayó el Z-42 en un barrio lujoso de Monterrey, Nuevo León, pero el crimen organizado se reacomodará y dará origen a nuevos grupos, como ha ocurrido en las anteriores ocasiones.

Tanto la Tuta como el Z-42 son señalados como sanguinarios, torturadores y matones que aterrorizaron México, uno en el estado occidental de Michoacán, y el otro, en el noreste de ese país.

“Desmantelarlos era un paso necesario, pero no acaba con el problema de la inseguridad”, dijo Alejandro Hope, analista de seguridad. “La siguiente fase es más complicada. Hay pequeños grupos, remanentes que extorsionarán, robarán y posiblemente fabricarán metanfetaminas”, indicó.

Gómez, maestro de primaria de 49 años reconvertido en uno de los narcotraficantes más poderosos de México, fue capturado después de meses de trabajo de inteligencia junto con otras ocho personas que tenían en su poder armamento pesado, incluido un lanzagranadas, y en un operativo en el que no hubo ni un solo disparo, dijo el comisionado de Seguridad Nacional, Monte Alejandro Rubido.

El cartel de los Templarios, un grupo con inclinaciones seudorreligiosas que se escindió de la Familia Michoacana, había logrado un “control absoluto” de Michoacán, en palabras del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong.

Orquestaba la vida política, controlaba la economía, cobraba “impuestos” —extorsiones—, predicaba un particular código de devoción a Dios y a la familia, mataba, asesinaba y generaba terror.

Pero esa organización perdió poder cuando miles de civiles se alzaron en armas en el 2013 y crearon los grupos de autodefensa para luchar contra ellos y, sobre todo, cuando el gobierno federal intervino en Michoacán en enero del 2014 para poner orden en ese estado.

Respecto de la captura de Omar Treviño, alias el Z-42, considerado uno de los narcotraficantes mexicanos más sanguinarios, analistas sostienen que esa organización seguirá al frente con otro líder.

Los Zetas, surgidos a finales del siglo pasado por militares de élite desertores, pusieron una especial marca de terror en la llamada “guerra del narcotráfico” que ha azotado México desde hace más de ocho años, en los que han sido asesinadas más de 80 mil personas.

Treviño está acusado de 11 cargos relacionados con secuestro, narcotráfico, robo de hidrocarburos y lavado de dinero. Además, pesa sobre él un pedido de extradición de autoridades de Estados Unidos.

El presidente Enrique Peña Nieto, quien llegó al poder hace poco más de dos años, ha tenido éxito en la captura de importantes narcotraficantes, incluido el capo de capos y líder del cartel de Sinaloa, Joaquín el Chapo Guzmán, detenido hace un año.

Buscan al Mayo

En total, en los últimos seis años han sido arrestados o abatidos en México 10 líderes criminales, seis de ellos durante el mandato de Peña Nieto. Y de los máximos capos solo sigue libre Ismael el Mayo Zambada, del cartel de Sinaloa.

Sin embargo, las detenciones, aunque sean de líderes poderosos, parecen tener poco efecto en el tráfico de drogas. Las aprehensiones en la frontera entre México y Estados Unidos, la única manera de tener una estimación del tráfico, han fluctuado de las mil 220 toneladas del 2010 a las mil 410 del 2011 y las mil 40 del 2014, según cifras oficiales.

Los expertos dudan de los efectos a mediano y largo plazos de estos resultados. “Es peligroso sugerir que los Caballeros Templarios están desmantelados”, explicó David Shirk, profesor asociado de Ciencias Políticas de la Universidad de San Diego. “Puede que les lleve seis meses o un año, pero este es un grupo de actores ilegales que ha conservado el poder. Sus raíces se remontan a los años 80 y 90. Tienen diferentes etapas, cambian los nombres, cambian los líderes, pero el problema persiste”.

De hecho, los Caballeros Templarios surgieron como una escisión del cartel la Familia, donde la Tuta comenzó transportando marihuana antes de convertirse en uno de sus líderes, hace una década. Ese cartel se presentó como un grupo ejecutor de la justicia divina dispuesto a proteger a los michoacanos de los Zetas, pero era una organización sanguinaria que adiestraba a sus miembros en las técnicas más violentas, desde ejecuciones a desmembramientos, y que solía emboscar a militares y policías.

Testimonio

El hermano del dueño de una cadena de farmacias aseguró que todos los comercios en Altamirano pagan “cuotas” anuales que van desde US$335 a US$2 mil por el mero hecho de poder funcionar. Si no pagan, las consecuencias son claras: violencia, secuestros y la quema de negocios.

“Tengo la impresión de que las capturas de la Tuta y del Z-42 no tendrá consecuencias judiciales”, señaló Edgardo Buscaglia, experto en crimen organizado e investigador de la Universidad de Columbia. “Lo único que se pretende es reordenar el mapa para alcanzar una especie de paz mafiosa al margen del sistema de justicia que mejore la imagen de la gestión de Peña Nieto”.

De hecho, la Comisión Nacional de Seguridad dijo que la detención de la Tuta y el Z-40 puede causar un breve pico de violencia en México por pugnas para sucederlos.

Sin embargo, para frenar esta violencia se necesita derrumbar todos los niveles de los carteles y no solo las cabezas, aseguró el exfiscal antidrogas, Samuel González.

La decapitación de los carteles no ha significado la victoria del Gobierno porque muchas veces también derivan en escisiones más despiadadas, las cuales encuentran su financiación en otros crímenes contra la población como el secuestro y la extorsión.