Internacional

Colegio Rébsamen, epicentro del drama y tragedia del terremoto en México

Los tres pisos de la escuela se derrumbaron y quedaron como una pila de concreto. Los cuerpos de 21 niños y cuatro adultos fueron rescatados de los escombros. Sin embargo, aún se escuchan algunos sonidos a la distancia. Nadie sabe si son sobrevivientes que pedían ayuda o solamente los crujidos de la caída de la estructura.

Niños y personal del Colegio Rébsamen quedaron atrapados entre los escombros luego del terremoto de ayer de 7.1 grados en México. (Foto Prensa Libre: EFE)

Niños y personal del Colegio Rébsamen quedaron atrapados entre los escombros luego del terremoto de ayer de 7.1 grados en México. (Foto Prensa Libre: EFE)

El derrumbe del colegio Rébsamen se convirtió en la escena más trágica del terremoto en México. La estructura aplastó a decenas de niños, profesores y otros empleados, cobrando la vida de al menos 21 menores, según los últimos reportes oficiales.

Los rescatistas y voluntarios buscaron entre los escombros, y los soldados ponían vigas para prevenir cualquier otro derrumbe.

Las labores de rescate continuaron durante toda la madrugada. Frente a la escuela corría el rumor entre una multitud de que dos familias habían recibido mensajes de Whatsapp de niñas atrapadas entre los escombros. Nadie, sin embargo, podía asegurar que fuera verdad.

Pedro Serrano, un médico de 29 años, fue uno de los mexicanos que se unió a las labores de rescate. Se arrastró por una grieta entre los restos del edificio. “Hicimos hoyos, luego pecho a tierra entramos”, dijo Serrano.

Con muy poco espacio, se movió como pudo para ir lo más profundo posible entre los restos de la escuela destrozada y la escena era devastadora.

“Logramos entrar a un salón colapsado, vimos unos sillones, una mesas de madera”, relató el doctor. “Y de allí lo primero que encontramos fue una pierna. De allí empezamos a mover escombros y encontramos una niña y dos adultos, una mujer y un masculino”.

Dramáticos momentos

Más de 10 ambulancias se encuentraban a media calle de la escuela Rébsamen a la espera de que fueran requeridas.

Los gestos de solidaridad no se hicieron esperar y los alimentos, cobijas y café entraban y salían del lugar.

“Son cuatro amigos los que están dentro, ya sacaron el cuerpo de tres y solo falta el de mi tío”, dijo al Universal uno de los voluntarios a punto de soltar el llanto.

No son solo estudiantes los que se encuentran atrapados entre los escombros de esta escuela que ayer le tocó sufrir las consecuencias del terremoto. También personal de limpieza se encuentran entre las personas.

“Allá dentro está mi hermana, Jessica Castrejón, tiene 32 años. Dice una maestra que envío un mensaje que está debajo de las escaleras con dos niñas”, explicó su hermana Sandra a El Universal, quien está en el lugar desde las dos de la tarde con la esperanza de tener noticias de ella.

Padres buscan a sus hijos

Los padres de los niños están frente al edificio. Hablar con ellos es difícil, no sólo por el momento que se vive ahora sino porque elementos de la Marina les protegen, relató la BBC Mundo.

A unos metros de la escuela levantaron una carpa blanca, donde se colocan los cuerpos de los niños fallecidos. Los padres de algunos les identificaron en ese sitio.

Los escombros se retiran a mano, se introducen en cubetas y éstas pasan de mano en mano hasta una calle más adelante, donde se depositan.
 
A unos metros un joven delgado y pelirrojo lucha por hacerse oír en el caos. “¡Traigo una grúa industrial, una grúa grande!”, grita hasta que un oficial de la Policía Federal le escucha. “Tráela, de volada (rápido)”.

De pronto suena un silbato y los rescatistas levantan los brazos con las manos empuñadas. Es la señal para pedir silencio pues se escucharon ruidos y una voz bajo los escombros.

Así ha ocurrido durante toda la tarde y ahora que llegó la noche. Algunos niños lograron comunicarse con sus teléfonos aunque desde que ocurrió el movimiento, al mediodía del martes, la señal de los móviles fue casi inexistente.

Los voluntarios gritan el nombre de algunos niños y a veces hay respuesta. Entonces regresa la cadena de gritos.

“¡Familiares de Diego Sánchez Rivera, tercero B!” y el mensaje corre por la cadena humana hasta que una mujer de pelo castaño con ropa deportiva oscura y un hombre maduro llegan con prisa.

“¿Su hijo?”, le pregunto al paso. “No, sobrino. No sé cómo está” y se agacha para cruzar bajo la cuerda con que policías federales pretenden aislar la zona del desastre.


Y minutos después otro nombre. “¡Papás de Santiago Diego!”, es el coro. Otro: “¡Diego Hernández. Familiares de Diego Hernández!”.

¿Fueron rescatados con vida? No está claro en esos momentos. Lo único que se conoce son los nombres.

Una ambulancia abandona el lugar. Se alcanza a ver a los paramédicos que atienden a alguien.

Cinco minutos después una buena noticia. “¡Mónica Soriano, la llevaron al Hospital Naval!”, gritan los soldados, policías y voluntarios.

La tarea de sacar a los niños y maestros atrapados es para toda la noche pero no importa, dicen los voluntarios que, a unos 300 metros de la escuela colapsada, organizan y separan las provisiones que llevaron cientos de personas.

Por momentos es demasiado. “Ya no necesitamos agua. Se está derramando”, dice Sofía, una de las voluntarias en el rescate.

* Con información de El Universal, BBC Mundo y Sin Embargo México

ESCRITO POR: