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Cómo se vive el ramadán en la asfixiante Mosul, tomada por el Estado Islámico

La prohibición de salir a las mujeres, el veto a los juegos y el cierre de los restaurantes son algunas de las medidas impuestas en Ramadán en la ciudad iraquí de Mosul por los yihadistas, que castigan a los infractores con latigazos y la amputación de miembros.

Militantes del Estado Islámico en las afueras de Mosul son entrenados para pelear por el califato. (Foto Prensa Libre: AP).

Militantes del Estado Islámico en las afueras de Mosul son entrenados para pelear por el califato. (Foto Prensa Libre: AP).

La celebración del mes sagrado musulmán bajo el dominio del grupo terrorista Estado Islámico (EI), cuya policía religiosa “hesba” patrulla las calles para asegurar el cumplimiento de las normas, dista mucho este año de los festejos del pasado.

Desde cuarenta latigazos a la amputación de la mano, el EI extiende su política de terror en el mes de ramadán, periodo en el que aprovecha además para impartir clases obligatorias de su visión extremista del islam en las mezquitas y reclutar nuevos yihadistas.

“Este Ramadán difiere mucho de los anteriores porque ya no están con nosotros personas queridas y las familias están separadas”, lamenta en declaraciones a Efe Um Moauiya, de 29 años, que añade que algunos de sus parientes han sido asesinados por los terroristas y otros han huido de Mosul.

Desde 40 latigazos hasta la amputación de un miembro o la muerte son los castigos que impone el Estado Islámico por violar el ramadán.


Con nostalgia, Moauiya recuerda cómo antes compartía con los vecinos, amigos y familiares las noches de Ramadán y frecuentaba las antiguas mezquitas de Mosul con motivo del rezo nocturno “Al Tarauih”, propio de este mes.

“En cambio, el (Ramadán) de este año no tiene ningún sabor. (Los yihadistas) han destruido las mezquitas de nuestra ciudad y nos prohíben a las mujeres salir a la calle, salvo en caso de extrema necesidad”, denuncia.

Sobre los templos, un clérigo de Mosul, que se identifica como jeque Abu Ali, señala que el EI demolió con explosivos las mezquitas y mausoleos de santos patronos donde los fieles de la ciudad practicaban su culto durante Ramadán.

“Ahora en este mes de ayuno los yihadistas han obligado a la población a acudir a clases de religión en las mezquitas impartidas por imanes fieles a la organización”, explicó a Efe Abu Ali.

Además de continuar con su política de lavado de cerebro, el EI intensifica estos días sus esfuerzos para captar nuevos miembros, ya que el ramadán es para este grupo un mes de “yihad” o guerra santa.


El jefe del Comité de Seguridad de la provincia de Nínive, cuya capital es Mosul, Mohamed al Bayati, dice a Efe que el mes de ayuno es “una buena época para reclutar nuevos suicidas”, por lo que las fuerzas de seguridad permanecen en estado de alerta en previsión de atentados.

La ciudad se mantiene además desierta durante el día. Los yihadistas prohíben la apertura de los restaurantes, tiendas de zumos y cafeterías antes del ocaso, así como la práctica de juegos tradicionales de apuestas típicos de Ramadán, como el “meheibes” y el “fanayin”.

El propietario de un restaurante y un café, Yalil abu Karam, explica a Efe que antes de la toma de Mosul por el EI, el 10 de junio de 2014, el Gobierno permitía la apertura de algunos establecimientos durante el día en Ramadán para atender a los enfermos y viajeros que no pueden ayunar.

Abu Karam rememoró también una estampa que ya no se repite en las cafeterías de la ribera del río Tigris: la de los hombres jugando al “meheibes” y al “fanayin”, y fumando “shisha” (pipa de agua), que está prohibida, al igual que el tabaco, en los feudos del EI.

A estas restricciones se suma la carestía de alimentos y el alza de los precios, debido al cerco impuesto por las fuerzas de seguridad iraquíes, las tropas kurdas “peshmergas” y los ataques de la coalición internacional a esta urbe.

El EI ha fijado los precios de algunos alimentos para evitar que se disparen y ha amenazado con aplicar severos castigos como la amputación de manos y latigazos a los comerciantes que infrinjan esta norma.

La escasez y el alto precio de algunos ingredientes han impedido a la población preparar muchas de las comidas y postres típicos de Ramadán, como los dulces “zulabia” y “baqlaua”.

Basema Aziz Um Jaldun, una mujer de 35 años, reconoce echar de menos “las apetitosas y ricas comidas” que cocinaba antaño. Ahora se tiene que conformar con “platos simples”, propios de tiempos de guerra, comidas y postres típicos de Ramadán, como los dulces “zulabia” y “baqlaua”.

Muchos de los habitantes de Mosul solo esperan que Alá escuche sus plegarias en este mes sagrado y puedan volver a tener la vida que tenían antes de la llegada del EI.

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