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Conozca la historia de <span class="lang-es">la española que protestó durante 35 años ante la Casa Blanca </span>

Concepción Martín de Picciotto, la pacifista española que protestó durante 35 años en una tienda de campaña delante de la Casa Blanca, murió el lunes en Washington DC en N Street Village, un hogar de mujeres sin techo, por causas desconocidas, informó el diario "<em>The Washington Post</em>".

Conchita, o Connie para los estadounidenses, era la española más famosa de Washington  DC, aunque pocos conocían su nombre.

Llevaba desde el 1 de agosto de 1981 haciendo vigilia 24 horas al día y siete días a la semana contra la guerra y contra las armas nucleares en el parque Lafayette, frente a la Casa Blanca, sin importarle frío, el calor o la lluvia. Se cree que cuando murió tenía 80 años de edad.

Cuando Conchita comenzó su vigilia por la paz y en contra de las armas nucleares, Ronald Reagan (1981-1989) acababa de llegar a la Casa Blanca. Después de él, se han sentado en el Despacho Oval George H. W. Bush (1989-1993), Bill Clinton (1993-2001) y George W. Bush (2001-2009). Su último vecino fue Barack Obama, que llegó a la Casa Blanca en enero de 2009 y que en 2017 dejará la presidencia.

Conchita, una mujer de pequeña estatura, murió sin ver quién sería el sucesor de Obama en la Casa Blanca.

Esta gallega emigró en los años 60 de Vigo (España) a Nueva York, donde trabajó como recepcionista en la oficina económica y comercial de la embajada española en la Gran Manzana. 

Según explicaba ella, en Nueva York conoció a su marido, un italoamericano con el que se casó en 1969, y adoptaron a una hija.

Llegó a Washington DC amargada después de un tormentoso divorcio y de haber perdido la custodia de su hija. Decía ser víctima de una serie de conspiraciones del médicos, abogados y del gobierno y esperaba que las autoridades en Washington la ayudaran a recuperar la custodia de su hija, algo que nunca ocurrió.

Mostraba a quien le preguntara con orgullo una fotografía de su hija pequeña y otra de ella muy elegantemente vestida cuando era joven. La última vez que vio a su hija era una niña pequeña.

La primera vez que visitó la Casa Blanca fue en 1979. Y en 1981 abrazó la causa pacifista y antinuclear, cuando conoció a William “Doubting” Thomas, una pacifista que fundó la vigilia por la paz delante de la Casa Blanca.

A Conchita, la vecina más incómoda de cinco presidentes estadounidenses, le afectó mucho la muerte en enero de 2009 de Thomas, su compañero de vigilia durante casi 28 años.

En el 2012, una taxi la atropelló cuando iba con su bicicleta. Desde entonces, dado sus achaques y su avanzada edad, tuvo que recurrir a la ayuda de activistas más jóvenes para mantener la vigilia 24 horas al día para que el Servicio Nacional de Parques no la desmantelara.

Muchos pacifistas consideraban a Conchita una heroína por llevar tanto tiempo protestando contra la guerra y las armas nucleares delante de la Casa Blanca.

“Tengo que estar ahí. Esta es mi vida”, decía Conchita.  

“Son los mismos perros con distintos collares” , aseguró la manifestante en una entrevista con EFE en el 2001 al referirse a los cuatro presidentes estadounidenses que entonces habían pasado por el Despacho Oval -de Reagan a Bush hijo- desde que en 1981 comenzó su protesta contra las armas atómicas.

Conchita aseguró entonces que no se movía de su emplazamiento “ni en invierno ni en verano, ni de noche ni de día” , poco antes de interrumpir la charla ante la petición de un turista coreano para sacarle una foto junto a su hija de corta edad.

Mientras hacía el gesto de la paz y sostenía un cartel en coreano -tenía en casi todos los idiomas-, la manifestante aseguró que solo abandonaba su pequeño “garito” , junto a una pancarta “Contra la bomba atómica”  y fotos explicativas, para “ir al baño” .

Mucha gente pensaba que estaba loca. En los últimos años, llevaba un casco, cubierto con una peluca y un pañuelo. Aseguraba, en un correcto español a pesar de vivir tantos años fuera de España, que la policía y algunos radicales la quieren echar de ahí y matarla.

Muchos turistas la fotografíaban cuando acudían a visitar la Casa Blanca. Los guías turísticos paraban delante de su tienda de campaña. 

Ella está acostumbrada a las cámaras y posaba sin problemas cuando le pedían si le podían hacer una foto. Eso sí, cogía una pancarta antes para asegurarse de que su mensaje pacifista y antinuclear llegaba más allá del número 1.600 de Pennsylvania Avenue, el domicilio postal de la Casa Blanca.

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