Internacional

Conozca el perfil de los candidatos republicanos

Marco Rubio, un conservador pragmático de origen cubano; Ted Cruz, el ultraconservador que amenaza a Trump, la fuerza bruta que cambió la campaña electoral en EE. UU. conoza el perfil de cada uno de ellos.

Aunque comparten la ideología del partido son diferentes, los tres candidatos republicanos más votados en los caucus de Iowa comienzan una lucha sin cuartel para disputarle la presidencia de EE. UU. a los demócratas Hillary Clinton o Bernie Sanders.

Marco Rubio

Haciendo gala de sus dotes de orador, el senador de origen cubano Marco Rubio ha proyectado una imagen de conservador pragmático y representante del futuro del liderazgo republicano, que espera lo catapulte a la Casa Blanca como el primer presidente latino de Estados Unidos.
 
Orgulloso de su historia de hijo de inmigrantes pobres que logró el sueño americano, el político de 44 años llega, según encuestas, en la tercera posición a las primarias en el estado de Iowa del lunes, que abren el proceso de nominación del candidato presidencial para las elecciones de noviembre.
 
En Iowa, Rubio marcha bien por detrás del grandilocuente millonario Donald Trump y el ultraconservador Ted Cruz, otro senador de origen cubano, pero ha ido ganando terreno en New Hampshire, segunda escala de las primarias, donde busca un triunfo que le dé el empujón que necesita para saltar a la cabeza de los republicanos.
 
Este católico, esposo de una mujer de origen colombiano y padre de cuatro hijos, es conocido por su sonrisa y sus excepcionales talentos de comunicador, que ha empleado para mostrar un dominio en temas de seguridad nacional y política exterior, en su intento por seducir a los conservadores.
 
Rubio ha buscado un equilibrio delicado en las primarias, ubicándose entre la retórica ideológica de Cruz y el discurso moderado de su antiguo mentor, Jeb Bush, preferido por la clase dirigente del partido pero con una campaña que se ha desinflado.
 

Anticastrista

Rubio nació en Miami, Florida, en 1971 en el seno de una familia cubana, que llegó 15 años antes para escapar de la pobreza. Después de la llegada al poder de Fidel Castro en 1959, su familia decidió que no regresaría nunca a la Isla, por lo que Rubio no la conoce.
 
 Esa es una historia familiar que él cuenta invariablemente, discurso tras discurso. Yo soy hijo de inmigrantes, exiliados de un país con problemas. Ellos me dieron todo lo que pudieron, escribió en su autobiografía, “Un hijo estadounidense”, publicada en el 2012.

Hijo de un camarero y una empleada doméstica, el anticastrista Marco Rubio creció entre la comunidad cubana de Miami, aunque pasó un período de cinco años en Las Vegas, donde su familia se convirtió temporalmente a la fe mormona, antes de regresar al catolicismo.

Muy influenciado por su abuelo cubano, desarrolló una gran pasión por la política.

Los estadounidenses lo descubrieron en el 2010 con su elección fulgurante al Senado contra el favorito del “etablishment” republicano, sobre la ola del Tea Party. Desde ese momento ha sido mencionado en ocasiones como un posible primer presidente hispano.

Sólo dos años después de obtener su título de abogado, en 1998 fue elegido para el Consejo de la ciudad de West Miami. Un año más tarde, a la Cámara de Representantes de Florida, que presidió desde el 2006 hasta el 2008, mientras Jeb Bush era el gobernador del estado.

Conservador no tradicional

Rubio rompe el cliché del conservador tradicional. Va a misa con su esposa Jeanette y sus hijos, pero desde su adolescencia escucha el rap de Grandmaster Flash. Es bilingüe inglés-español, una gran ventaja para el Partido Republicano, abandonado por los votantes hispanos.

Cuando llegó a Washington, los conservadores traumatizados por la elección de Barack Obama creyeron haber encontrado a su salvador. Sin embargo, su índice de aprobación cayó en picada en el 2013, cuando promovió sin éxito una reforma ambiciosa de las leyes de inmigración, que incluía la regularización masiva de inmigrantes indocumentados.

Católico, esposo de una mujer de origen colombiano y padre de cuatro hijos, es conocido por su sonrisa y sus excepcionales talentos de comunicador, que ha empleado para mostrar un dominio en temas de seguridad nacional y política exterior, en su intento por seducir a los conservadores.


El senador desde entonces ha logrado remontar la cuesta. Ha multiplicado las propuestas de ley para probar que además de sus talentos de comunicación también puede encarnar una renovación ideológica, defendiendo al mismo tiempo los valores tradicionales.

“Debemos admitir que la sociedad se está desmoronando y que demasiados estadounidenses no tienen valores como el trabajo, el sacrificio, el autocontrol”, dijo en una entrevista en el 2013.
 
También se interesa por los asuntos internacionales.
 
Más intervencionista que aislacionista, cree que las crisis obligan a Estados Unidos a tener una mayor participación en los asuntos mundiales. Una visión que lo llevó a clasificar a Cuba en la misma categoría que Irán y Siria, y liderar la oposición contra Barack Obama respecto al levantamiento del embargo comercial a la isla.

Ted Cruz, el ultraconservador que amenaza a Trump

El senador estadounidense Ted Cruz llegó a ser considerado un loquito por sus pares del partido Republicano, por su obsesión con el cierre del estado federal mediante el bloqueo al presupuesto, pero ahora prepara el salto para llevar a su ultraconservadora facción Tea Party a la Casa Blanca.
 
A apenas dos días del inicio de las primarias, en el estado de Iowa, Cruz aparece ya pisándole los talones al favorito de los sondeos, el millonario Donald Trump, en la disputa por la nominación presidencial republicana.
 
El abogado de 45 años tiene apenas tres años de experiencia en Washington como senador, pero su condición de rebelde tiene éxito entre electores republicanos furiosos con el acomodado sector del partido que no desea comprarse demasiados problemas con el presidente demócrata Barack Obama.
 
Para los políticos y electores del partido Demócrata, Cruz es un demagogo peligroso a quien odiar resulta fácil.
 
Pero para los sectores conservadores religiosos, Cruz es un patriota, un representante del hombre de a pie mandado al Congreso  (y quizá la Casa Blanca) para defender el ideario de un estado mínimo y apoyo a la iniciativa privada.
 

Para los sectores conservadores religiosos, Cruz es un patriota, un representante del hombre de a pie mandado al Congreso (y quizá la Casa Blanca) para defender el ideario de un estado mínimo y apoyo a la iniciativa privada.


Con ello, se convirtió en una suerte de estrella de los sectores más conservadores del partido, y en especial del ultraconservador Tea Party, aunque no son pocos los que lo consideran parte del problema por su insistencia en trabar la actividad del estado federal.
 
Eximio orador, Cruz ya enfureció a la dirigencia partidaria de más edad por su completa falta de obediencia o respeto por los líderes tradicionales, a quienes les roba cámara cada vez que puede.
 
En su discurso, Cruz insiste en que el gobierno ha destruido la economía, limitó las libertades religiosas, dejó los derechos constitucionales “bajo asalto”, aplasta a los estadounidenses con impuestos y además desea sacarles sus armas.
 
“Yo sé cómo se arregla esto. Y es hacer que Washington deje de destruir todo”, dijo recientemente en un acto.
 
En septiembre del 2013, Cruz se tornó una celebridad cuando pronunció un discurso de 21 horas de duración para bloquear el Senado y evitar que se discutiera una ley sobre gastos públicos, gesto que tuvo como consecuencia el cierre del gobierno federal por falta de un presupuesto legalmente aprobado.
 
Este interminable discurso para obtener el cierre del gobierno llevó a la exasperación al veterano senador John McCain, candidato presidencial republicano en el 2008, quien clasificó a Cruz y otros legisladores del Tea Party como los “loquitos de la derecha”.

De Harvard al Congreso

Nacido en Canadá y criado en Texas, hijo de un inmigrante cubano, Cruz se graduó en derecho en Harvard y en 1996 pasó a trabajar para un juez de la Corte Suprema, William Rehnquist.
 
Cruz se unió al equipo legal de George W. Bush durante el caos del recuento de votos en Florida en el 2000, y luego ocupó altos cargos en el Departamento de Justicia y en la Comisión Federal de Comercio.
 
En el 2003 retornó a Texas y fue nombrado jefe del ministerio público, por lo que debió argumentar numerosos casos ante la Corte Suprema en Washington.
 
En el 2012, Cruz disputó una plaza al Senado apoyado por el Tea Party, la vertiente radical, antigobierno y antiimpuestos, y aplastó tanto a sus adversarios dentro del partido Republicano y a sus opositores demócratas.
 
Y fue así que el hijo de un inmigrante cubano, que siempre se jactó del enorme apoyo que tiene en Texas, un estado repleto de inmigrantes, se tornó un férreo opositor a cualquier medida para regularizar a los indocumentados.
 
En el 2014 atacó con virulencia a Obama por la tentativa de proteger millones de inmigrantes de la deportación, medidas a la que llamó una “amnistía ilegal”.

Corriendo por la derecha

 En la carrera interna republicana para la nominación presidencial, Cruz pasó a correr en una ruta con mucho tránsito: el neurocirujano Ben Carson, el exsenador Rick Santorum y el gobernador de Arkansas Mike Huckabee también salieron el buscar el voto de la derecha más dura, pero Cruz los superó a todos.
 
Solamente Trump, un multimillonario inmobiliario que se reinventó como populista conservador, se interpone ahora en el camino entre Cruz y la nominación republicana.
 
O por lo menos de una victoria en la primaria de Iowa.
 
En momentos en que Trump decidió elevar más el tono y bajar aún más el nivel de sus declaraciones y ataques a sus adversarios, Cruz salió al cruce afirmando que no se enterraría  “en el lodo” de una batalla de insultos.
 
Durante el último debate entre los republicanos  (que Trump boicoteó) , Cruz expresó su convicción de que “los temas y la substancia, la visión y los antecedentes deben ser el centro de la política”.
 
Trump concentró sus ataques a Cruz por haber nacido en Canadá, afirmando que no puede ser presidente de Estados Unidos. El punto se convirtió en una polémica nacional, pero Cruz afirma que es un “ciudadano natural” estadounidense.
 
En la recta final antes del inicio de las plenarias, Cruz insiste en la necesidad de “coser una mayoría vencedora”, uniendo a los conservadores, los ultraliberales y a los evangélicos.

Trump, la fuerza bruta que cambió la campaña electoral en EE. UU.

 Hace seis meses nadie le apostaba un centavo. Pero a golpe de declaraciones incendiarias y ningún reparo por la corrección política, Donald Trump cambió el curso de la campaña presidencial estadounidense, y se impuso como el republicano ineludible, para pesar del partido.
 
El extravagante magnate de 69 años, que construyó su fortuna en la construcción, nunca ha ocupado un cargo público. Hasta anunciar su candidatura, su nombre era solo sinónimo de torres y casinos, matrimonios y divorcios de farándula, y El Aprendiz, el programa de telerrealidad del cual era el animador estrella.
 
Pero este populista que ya había ojeado una carrera hacia la Casa Blanca, se ha revelado como un animal político formidable, dueño de un sobredimensionado ego, tan resaltante como su inverosímil cabellera amarilla.
 
Osa decir de todo, y en ocasiones dice lo que sea. Con un instinto temible, golpea donde más duele. No duda de nada.
 
Insulta a las mujeres, mexicanos, musulmanes, y sin embargo, su aparente cruda honestidad, desafío a la corrección política y un desdén hacia la clase política, lo mantienen en la cima de los sondeos desde que lanzó su candidatura en junio pasado.
 

Es carismático, brutal y se imagina como el salvador de Estados Unidos, a su juicio un país moribundo y convertido en el chiste del mundo.


Si es elegido a la Casa Blanca, promete construir un muro en la frontera mexicana, pagado por México, para combatir la inmigración ilegal. También quiere expulsar de Estados Unidos a los 11 millones de inmigrantes indocumentados, en su mayoría de origen latinoamericano.

Frente al terrorismo, habla de prohibir la entrada de los musulmanes a Estados Unidos. Afirma que “destruirá”  el grupo yihadista Estado Islámico y “tomará el petróleo”.
 
El presidente ruso Vladimir Putin es un “líder”, dice elogiosamente. El “concepto de calentamiento global fue creado por los chinos”, denuncia.
 
Es carismático, brutal y se imagina como el salvador de Estados Unidos, a su juicio un país moribundo y convertido en el chiste del mundo.
 
Miles de estadounidenses, afectados por la globalización y que se sienten traicionados por las élites políticas, acuden a sus mitines. Impecablemente vestido, Trump llega en su Boeing 757, rotulado en letras gigantes con su nombre.
 
Denuncia a los “idiotas”  que dirigen el país, atiza los miedos y promete “hacer a Estados Unidos grande de nuevo”, su eslogan de campaña. 
 
Por doquier lanza insultos a sus rivales: Ted Cruz, que le pisa los talones  en Iowa, donde arrancan el lunes las primarias, es un tipo “desagradable”, que “a nadie le cae bien”, un mentiroso que flirtea con Wall Street. Jeb Bush es “realmente patético” y “falso”.
 
Hillary Clinton, invitada a su boda, “miente como una loca” y “fue vergueada”  por Obama en el 2008, dice sin tapujos. Bernie Sanders es un “desastre”.
 
Maestro de la hipérbole, juega con estadísticas y sus promesas carecen generalmente de planes concretos. Pero siempre sale ganando: sus declaraciones belicosas le aseguran una indetenible cobertura mediática con la que los otros candidatos solo sueñan.
 
Impotentes de encontrar una alternativa a Trump, quien conquista cerca del 36% de las intenciones de voto republicano a nivel nacional, la dirigencia del partido se desespera.

“Oportunista político”, “charlatán”, “egocéntrico”, denunciaron recientemente las plumas conservadoras en un número especial de la revista “National Review” . Es una “amenaza”.

Lucha libre y modelos

Nacido en Nueva York, fue el cuarto de cinco hijos de un importante promotor inmobiliario neoyorquino. Luego de estudiar comercio, se unió a la empresa familiar en 1968. Su padre le ayudó en sus inicios con un “pequeño préstamo de un millón de dólares”.
 
 En 1971, Donald Trump tomó el control de la empresa paternal. Si su padre construía viviendas para la clase media de Brooklyn y Queens, el hijo prefirió las torres de lujo, los hoteles, casinos y campos de golf, desde Manhattan a Bombay, desde Miami a Dubai.
 
Su fortuna es objeto de debate. Trump divulgó que tiene más de US$10 mil millones, pero la revista Forbes insiste que es menos de la mitad.
 
Su carrera ha tenido tropiezos, incluyendo decenas de procesos judiciales sobre sus negocios. Entre 1991 y el 2009, cuatro de sus casinos y hoteles cayeron en la bancarrota.
 
Seguidor de la lucha libre, ha escrito populares libros sobre negocios y hasta el 2015 fue copropietario de los concursos Miss Universo y Miss Estados Unidos.
 
Inscrito como demócrata hasta 1987 y republicano hasta 1999, desde entonces Trump ha oscilado entre los dos partidos, e incluso fue por un tiempo independiente.
 
Abandonó sus viejas posturas liberales sobre las armas y el aborto, y ahora abraza a la derecha del partido Republicano.
 
Trump tiene cinco hijos, tres con su primera esposa, la exmodelo checa Ivana, de la cual se divorció agriamente en 1992; una hija con su segunda esposa, la actriz Marla Maples; y un hijo con su esposa actual, Melania, una exmodelo eslovena. Tiene siete nietos.
 

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