Esta imagen casi surrealista ocurre cuando las temperaturas avecinan los 35 grados Celsius en la ciudad y que las penurias de agua y de electricidad son frecuentes desde hace meses.
“Antes, íbamos a la piscina en el centro de la ciudad. Hoy, las piscinas son cráteres dejados por los barriles de explosivos que (el presidente Bashar al Asad) nos lanza”, afirma Abdel Kader, de 12 años, cuyo cuerpo está casi sumergido en el agua sucia.
“Hace mucho calor y no podemos dormir, ni durante el día, ni durante la noche”, explica.
Según los residentes, un barril de explosivos cayó sobre un conducto de agua y formó el charco de agua fangosa.
Mustafa, un adolescente, se alegra de poder “nadar aquí”. “No tenemos agua para ducharnos. A veces, venimos aquí para buscar agua (de este charco)”, dijo.