LA BUENA NOTICIA

Misericordia Divina

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El segundo domingo de Pascua tiene nombre propio: a partir especialmente de San Juan Pablo II, viene llamado “Domingo de la Divina Misericordia”, identidad que sustentan los textos bíblicos de hoy. Pero la curiosa, si bien discutida, etimología de “misericordia” solo puede entenderse desde el sentido grecolatino de “miseria”: según algunos el “mi = “sin” y “er = de “eros” o amor, que conlleva a que la “miseria” sea una carencia no económica, sino de amor/caridad, de cercanía, de solidaridad. Así, “misericordia” es “acercarse desde el corazón” (la raíz “cor” = corazón) al no amado, abajándose al empobrecido en todas las formas materiales y espirituales. ¿Algo más que “filantropía” hacia los pobres, marginados, excluidos y sufrientes?: sí, definitivamente, pues dicha filantropía puede moverse por la simpatía (o no) para con el de “la misma especie”: la pura filantropía siempre arriesga ser expresión del egoísmo del que da, aunque sean millones, como bien sintetizó Pablo de Tarso: “Aunque diera todo lo que tengo, pero si no tengo amor, nada soy” (cfr. 1 Corintios 13, 1ss). La Buena Noticia de este domingo plantea un cuadro de misericordia como transformación de las relaciones sociales, ciertamente sobre los bienes (según Hechos de los Apóstoles: “Nadie pasaba necesidad, todo lo tenían en común”) que está bien más allá de un “comunismo blanco” como define la crítica liberal al cristianismo. Es más bien creer a fondo en el otro como “hermano” y “abajarse a su situación” para levantarlo no solo desde fríos análisis socioeconómicos, sino a través del “encuentro” del que tanto da ejemplo el Papa Francisco. Por ello, “en cristiano” la razón de buscar el bien integral del otro, en lo económico, en lo espiritual, etc. se fundamenta en la “presencia/relación” con la persona viva de Jesucristo que no solo ejerció la misericordia para con los pecadores, sino que transformó los parámetros de la justicia religiosa de entonces (“ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, piel por piel”), al decir de Santo Tomás de Aquino: “La justicia sin misericordia es crueldad”. El volver del Resucitado por segunda vez a visitar el Cenáculo no buscaba tanto “reclamar a Tomás su falta de Fe”, sino brindar a su Iglesia el ejemplo de misericordia, de aquel “dar una segunda oportunidad” a todos, especialmente a los “duros para creer” que tanto abundan en la sociedad postcristiana embelesada por los logros científicos y técnicos. En conjunto, la misericordia es “divina” como rostro íntimo de Dios y sello propio de actuar en toda la historia “porque es eterno su amor” dice el Salmo 135, pero urge a los creyentes a imitarlo, según las palabras de Jesús a S. Faustina Kowalska: “Te doy tres formas de ejercer misericordia al prójimo: la primera, la acción; la segunda, la palabra; la tercera, la oración”.

Que la invitación del Papa Francisco apenas ayer a vivir un Año Jubilar de la Misericordia provoque deseos de “dejarse envolver por el Dios misericordioso que se ajaba en Cristo” y reflejarle, aunque sea pálidamente, pero como está escrito: “Sean misericordiosos, como su Padre del cielo es misericordioso”.

ESCRITO POR:

Víctor Hugo Palma Paul

Doctor en Teología, en Roma. Obispo de Escuintla. Responsable de Comunicaciones de la CEG.