Guatemala

Hacinadas cuatro correcionales

El constante ingreso de adolescentes en las correccionales, los abusos contra ellos, la falta de personal y el hacinamiento son las deficiencias que aún dificultan su reinserción en la sociedad, después de haber cometido extorsiones, asesinatos, robos, violaciones, homicidios y femicidios.

Foto Prensa Libre Esbin García

Foto Prensa Libre Esbin García

En el 2012, según la Secretaría de Bienestar Social de la Presidencia , había 530 menores en las correccionales del país pero ahora hay mil 99.
Ciento cuarenta y tres mujeres se encuentran en la correccional Los Gorriones, en la ruta a San Juan Sacatepéquez; 562 hombres permanecen en Las Gaviotas, zona 13; 196 en el anexo de ese mismo centro, y 198 en Etapa 2, San José Pinula.

Enrique Leal, subsecretario de Bienestar Social, aseguró que hay un hacinamiento global de cien por cien en las correccionales.
“El sistema está a un punto de quiebre porque no hay espacios físicos, la cantidad de adolescentes está aumentando de manera exponencial y sobrecarga la tarea de los juzgados, de la Defensa Pública y del Ministerio Público”, expuso.

Afirmó que los de litos en que más incurren los menores son extorsiones, asesinato, robo, violación, homicidio, asociación ilícita y femicidio .
En cuanto a las denuncias de supuestos abusos contra los menores, el subsecretario indicó que se controlan las acciones del personal en las correccionales y no se han tenido casos concretos que revelen agresiones contra los menores.

Pese a esta situación, Leal expuso que solo el 8 por ciento de los menores reinciden y el resto buscan o consiguen un trabajo.

Testimonios

“Cuando entran los menores generalmente ya van algo cuentaciados —golpeados—”, refirió un monitor que ha trabajado en las correccionales Etapa 2 y Las Gaviotas.

Durante su paso por estos centros aseguró que ha observado situaciones que aún lo aturden y por lo cual decidió renunciar. “En una ocasión un grupo de 20 menores encerró e intentó violar a una maestra en un salón, por lo que fue necesario que 20 elementos de seguridad tuvieran que recurrir a los golpes para controlarlos; otra forma no había “, indicó.

La fuente dijo que estuvo presente en el momento en que desmembraron al profesor Winter Vidaurre, en marzo del 2009, en Etapa 2.
“No entiendo cómo le hicieron eso al profesor, si él era como un papá para ellos. Lo desangraron, lo lapidaron y le sacaron el corazón. Incluso un patojo salió con el corazón en la mano y pidió cinco libras de marihuana”, aseguró.

Ese día los menores dijeron que si en tres horas no tenían información de sus líderes —a quienes habían trasladado sin que ellos lo supieran—, matarían a uno de los 11 rehenes que tenían, entre ellos el profesor Winter.

Pertenencia

El entrevistado indicó que cuando los menores llegan al correccional les quitan la ropa y deben usar el uniforme del centro. Se le pregunta a qué grupo de pandillas pertenecen, para sectorizarlos.

Una psicóloga evalúa su estado emocional, para determinar si llevan una misión en contra del centro o de algún interno.
“Casi todos son tratados por igual, porque algunos sí gozan de privilegios, por su buen comportamiento y tienen más tiempo para salir de su celda”, expresó. Afirmó que en los últimos años se logró reducir las violaciones a menores, debido a los controles más estrictos en los dormitorios.

El monitor indicó que, pese a los controles, persiste la intención de ingresar teléfonos y drogas. “Tenemos el caso de un menor que después de la audiencia se quejó de dolor en el estómago, lo pasaron a la clínica y le dieron una pastilla, pero como no mejoraba y se retorcía del dolor lo llevaron a un hospital. Ahí observaron que tenía un cargador y un teléfono en el organismo”, expuso.

Lamentó que las familias también contribuyan a las acciones de los menores.
“Los de la mara Salvatrucha celebraron el día de la Santa Muerte y las familias les llevaron 60 libras de carnitas, se tuvo que revisar pieza por pieza y servirlo de una vez”, dijo el monitor.

Refirió: “Un menor se burló de mí porque le dije que ganaba Q2 mil 500 mensuales, cuando él aseguró que como jefe de clica ganaba Q30 mil a la semana, por las extorsiones en Nimajuyú, zona 21”.

Una visita a Los Gorriones

“Buenas tardes, señores visitantes, un adolescente en proceso de reinserción le saluda”, dice al unísono un grupo de al menos 10 mujeres adolescentes que reciben clases de panadería en la correccional Los Gorriones.

Una visita a este centro permitió observar la disciplina que han adoptado meses después de su consignación.
Por la vivienda, rodeada de un espeso bosque que un día utilizó el general Jorge Ubico, permanecen 143 adolescentes a quienes solo se les permiten utilizar pants gris y playera blanca. Los directivos del lugar dicen que es para evitar que se originen diferencias por cuestiones de marcas.
Algunas temen hablar de su vida, debido a que en el mismo centro están internas líderes de pandillas rivales.

Las adolescentes expresan que al salir no regresarán a la colonia donde residían, como parte del proceso de comenzar una nueva vida lejos de quienes las obligaron a inmiscuirse en las pandillas.

El 65 por ciento de las mujeres en ese lugar están comprendidas entre 15 y 16 años. El 15 por ciento son analfabetas.
Muchas han sido abusadas física y sexualmente, algunas viven en la correccional con sus hijos, otras aún se reponen del dolor de haber sido separadas de ellos por enfrentar otros procesos.

En las pequeñas celdas, a las 20 horas la luz debe estar apagada. Durante el recorrido la mayoría permanece en sus celdas, algunas dicen que sus familiares no las visitan, debido a sus trabajos.

Historias

Gimena tiene 19 años e incurrió en los delitos de asociación ilícita y asesinato. Aún le falta un año y medio para salir, pero dice haber aprendido una lección: “valorar a su familia y su libertad”
Cuando empezó a delinquir cursaba primero básico, ahora continúa sus estudios de cuarto bachillerato dentro de la correccional; su sueño es ser arquitecta.
La joven asegura que la razón por la cual se vinculó a una pandilla fue la poca atención de su familia. “Solo en ellos —en la pandilla— pude conseguir distracción, pero no logré amistad”, refiere.

Como Gimena hay muchas en ese lugar, donde, según la directora, hay 10 o 15 por ciento de reincidencia, debido a que las adolescentes se van dos o tres meses y regresan por el mismo delito.

En una pequeña celda de concreto, con una ventana protegida por barrotes de hierro, desde la cual se observa un frondoso bosque, se encuentra Lorena, 16, quien recién había regresado de una terapia espiritual; también está aprendiendo a leer y escribir,
Ella debe pasar seis años en ese centro por haber asfixiado y causado la muerte de una de sus compañeras de habitación en una correccional de San José Pinula, de donde fue trasladada por problemas de conducta.

En un aula de aprendizaje también se encuentra Zuleida, quien dice no tener problemas para criar a su hijo de 2 años,
Solo le faltan dos meses para salir, después de haber sido detenida por portar un arma de fuego en Villa Canales, donde se vinculó con las pandillas.
Por aparte está Yulisa, quien tuvo a su hijo en la correccional, pero sus familiares se lo quitaron semanas atrás, ya que tiene otro proceso abierto por plagio y secuestro.
La joven cuenta que participó en dos secuestros y recibió Q5 mil por cada uno.
Pese a su situación, en la correccional estudia cuarto secretariado y espera ganar los exámenes para continuar estudios universitarios.

ESCRITO POR:

José Manuel Patzán

Periodista de Prensa Libre especializado en temas de seguridad, con 18 años de experiencia en periodismo escrito, radial y televisivo. Reconocido con el premio Periodista del Año de Prensa Libre en 2016.