Guatemala

Paseada en moto

Han corrido los proverbiales ríos de tinta. ¡Cómo es posible que se perpetrara semejante daño contra el Centro Cultural Miguel Ángel Asturias a causa de una actividad de… moto-cross y moto-enduro totalmente fuera de lugar! ¡Qué les pasa! Ya seguramente el lector, la lectora, saben a qué me refiero. No es necesario que abunde en detalles de lo que todo mundo ha comentado por todos los medios disponibles. Se han pegado los respectivos gritos en el cielo. Se ha convocado a manifestaciones en contra del atropello. Se han señalado responsables (que, en efecto, son muchos). Ante la presión pública y la evidencia vergonzante de estos actos, algunos han asumido la parte que les toca; otros se han desentendido o no han sabido dar la cara.

PorPaulo

PorPaulo

Se ha encontrado el chivo expiatorio perfecto en el director del Teatro, a fin de desviar la atención y depositar la culpa en el menos culpable de todos. Sin embargo, el asunto que parece perderse en todo este enredo es el hecho de que el Centro Cultural en nada se beneficia con que se reparen los daños causados (si es que realmente los llegan a reparar). Apenas se restablecen las condiciones en que se encontraba el sitio antes de los desmanes causados por acciones tan zafias (si es que realmente se restablecen). Apenas se lavan las conciencias aquéllos que jamás debieron haber avalado tamaña desfachatez y, aun así, se han atrevido a fingir desinformación y desconocimiento (si es que realmente se lavan algo que no sean sus manos…).

Si las instancias municipales y, ante todo, las del ministerio cultural, en verdad cuentan con los recursos —financieros y humanos— para restaurar las condiciones físicas del Teatro Nacional, ¿por qué no los emplean en mejorarlo y apoyarlo materialmente? Si pueden reconstruir lo destruido y desagraviar lo agraviado, ¿por qué esperan a que se dé una tal ofensa para empezar a actuar? ¿Por qué no se dan por aludidos sino hasta que alguien se pronuncia en contra del ultraje? ¿Qué hubiera sucedido si nadie se hubiera dado cuenta? ¿Seguirían “paseándose” —literalmente— en el Centro Cultural?