Guatemala

En los zapatos de papá

La vida de todo hombre cambia en el momento en que se convierte en padre, una tarea nada fácil y que requiere, ante todo, mucha responsabilidad y clara conciencia de valores.

Guido Abdalla, karateca.

Guido Abdalla, karateca.

Ser padre por primera vez representa una difícil labor que conlleva adentrarse en un mundo desconocido, en el que se viven retos y preocupaciones duras pero, a la vez, alegrías y satisfacciones incomparables. Es andar por un camino en el que el padre debe convertirse en guía y el paso que imponga será fundamental en la vida de ese nuevo ser que llega al mundo.

La frase del padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, “no me cabe concebir ninguna necesidad tan importante durante la infancia de una persona que la necesidad de sentirse protegido por un padre”, resume el importante papel que los hombres juegan en la vida de sus hijos.

La premisa o prioridad de aquellos que asumen la paternidad con responsabilidad y con entusiasmo se convierte en “sacar adelante a los hijos”, esos que se convierten en la razón de ser de la vida.

En su honor

El 17 de junio se celebra en Guatemala el Día del Padre, fecha en que se aprovecha para reconocer el trabajo y cariño que los progenitores responsables aportan.

El origen de esta celebración fue en Estados Unidos, producto del deseo de Sonora Smart Dodd de agradecer a su padre, un veterano de la guerra civil estadounidense llamado Henry Jackson Smart, cuya esposa falleció al dar a luz a su sexto hijo.

Smart cuidó y educó a sus hijos sin ayuda, en una granja del estado de Washington.

La mujer propuso el cumpleaños de su padre, 5 de junio, para celebrar este día. La fecha no prosperó, pero sí la idea, que en 1924 logró el apoyo del entonces presidente, Calvin Coolidge, y en 1966 el gobernante Lyndon Johnson firmó una proclamación que declaraba el tercer domingo de junio como el Día del Padre en Estados Unidos.

La fecha exacta es lo de menos, lo valioso es que hay valientes que siguen poniéndose a diario los zapatos de papá, para guiar los pasos de hijos y nietos.

Luis Alberto Ramírez, peluquero

Dejar crecer

A pesar de que sus cuatro hijos viven en Estados Unidos, el peluquero profesional  Luis Alberto Ramírez se siente muy cerca de ellos, gracias a la constante comunicación que mantienen. “Ahora, con la tecnología, es fácil, y me siento cerca de ellos. Somos muy unidos, pero sí añoran venir a Guatemala  a vernos”, cuenta Tijerita, como lo conocen sus clientes de años.  

“Ninguno de mis hijos quiso aprender este oficio que yo desempeño desde hace 60 años y que  heredé de mi papá. A mí me hubiera gustado, pero uno no puede obligar a los hijos, como hacían en mis tiempos. Ellos toman su camino y hay que apoyarlos”, comenta Ramírez, quien desde los 14 años se desempeña como barbero y que mediante este trabajo diario sacó a sus hijos adelante.

Frente a los  espejos y sentado en una de las sillas en las que les corta el cabello a sus clientes, don Luis Alberto dice que, a su criterio, logró a la perfección enseñarles a sus hijos a ser respetuoso con todos y a ser personas de bien, que fue lo que se propuso como padre. Esa misma crianza la ve reflejada ahora en sus nietos.

“Ser padre, a pesar de que no es una tarea fácil, es algo lindo. Yo tengo tan presente cuando nació mi primer hijo. Mi felicidad era incontenible. Paré hasta en calcetines en la calle, de la alegría”, expresa Ramírez.

Walther Torres, artesano

Dar   el ejemplo

Un capirucho gigante, trompos, cuerdas de saltar y otros  juguetes de madera cuelgan en la puerta del local D’Todo en Madera, ubicado en la zona 1 capitalina. Adentro, don Walther Torres   atiende amablemente a cada curioso o interesado en los objetos que él mismo fabrica en su taller. Su sueño  de niño, de abrir un negocio,  se materializó poco después del nacimiento de  su primera hija.

“Cuando me enteré de que sería padre, realmente me dio un poquito de miedo, porque uno se enfrenta a algo desconocido, y como siempre he sido muy responsable, sabía que quería desempeñar el papel de papá lo mejor posible”, cuenta el hoy  feliz padre de tres mujeres que se convirtieron en su motivo de existencia y por quienes tomó la decisión de trabajar incansablemente para darles lo que necesitaran, entre eso, educación. La mayor  cerró esta semana la carrera de Diseño Gráfico; a la segunda le quedan dos años para ser ingeniera, y la menor  cursa Magisterio.

“Esto, para mí, es un gran logro. Lo que ellas están consiguiendo es por lo que siempre luché”, afirma, y agrega que es afortunado de ser padre y   saber que sus hijas aprendieron bien lo que con su esposa quisieron enseñarles desde su nacimiento: el respeto al resto de seres humanos. Su metodología: el ejemplo. Para él, sus hijas captaron bien su principio de que en casa siempre todos eran iguales y que en donde comía uno comían todos.

“Uno realmente se convierte en  papá en el momento en el que  entiende  que lo que uno está ganando no es para uno, que la comida no es para uno; ahora todo es para ellos”.

Juan Monge, empresario

Padre para siempre

Una de las mayores satisfaccciones en la vida del vicepresidente  del Consejo de Administración de la Corporación Castillo Hermanos, Juan Monge, es la estrecha relación con que siempre ha tenido con sus cuatro hijos. Pese a haber tenido dos matrimonios y que dos de sus hijos sean de una de sus parejas y los otros de la segunda, considera que la línea de crianza en valores y principios que les brindó, permitió que sean muy unidos y que estén incondicionalmente siempre el uno para el otro.

“El nacimiento de los hijos es algo que lo llena a uno de ilusión y orgullo. Son sentimientos difíciles de describir, que uno no comprende hasta que no es padre. Es una tarea que conlleva mucha responsabilidad y que nunca termina. Cuando uno se convierte en padre sabe que va a tener alegrías y preocupaciones para toda la vida, aunque uno ya esté viejecito, uno siempre va a estar allí”, explica el empresario, quien día a día da gracias por el premio que para él significan sus hijos y sus descendientes.

“El ser padre tiene una misión en la vida, no solo es gozarse la paternidad y   consentir a los hijos, sino que es inculcar valores y  principios y proporcionarles  los medios para que se realicen como personas. Pero también se les debe  enseñar y dejarles  claro  que en la vida hay que ganarse el sustento diario”, señala y agrega que también es importante  dejar a los hijos tomar el camino deseado y apoyarlos en todo momento. “Yo siempre quise que mis hijos trascendieran dentro de nuestra empresa, pero algunos de ellos decidieron no hacerlo así, y aunque me costó, respeté su decisión y creo que eso es lo mejor que un padre puede hacer”.

Guido Abdalla, karateca

Educar con disciplina

Cuando se enteró de  que sería padre —sueño que tuvo desde niño—, Guido Abdalla sintió mucha  emoción; sin embargo, no se comparó con lo que sintió cuando vio nacer a su hijo, lo que describe como un enamoramiento inmediato.

Para este sensei de karate-do, una de las tareas más importantes al convertirse en padre fue  educar con disciplina a sus hijos, además de asegurarse de brindarles una buena formación académica. “Creo que una de las cosas que nos hace falta  como país es educación, y yo tenía muy claro que quería que mis hijos fueran personas muy educadas y sinceras. Son el tipo de personas que son honestas acerca de lo que piensan; es algo que nos caracteriza en la familia y considero que es importante”, comenta el padre de dos hombres  que hoy, además de ser seleccionados nacionales de la disciplina deportiva que él practica, continúan con su preparación en  la universidad,  lo cual lo hace sentir muy orgulloso y crea un vínculo familiar muy especial.

“El mejor consejo que le puedo dar a los futuros padres es que no teman educar con disciplina. A los hijos hay que  educarlos o guiarlos   en lo que tienen o no que hacer, de una forma estricta, pero no abusiva. No hay que confundir términos. La disciplina es parte importante de la formación de una persona y debe ser aprendida desde pequeño. Es importante, para que sean ordenados en su vida”, afirma.

Juan Manuel Montenegro, lustrador

Amor y respeto

Oriundo de Jutiapa y residente de la capital desde los 5 años de edad, Juan Manuel Montenegro se desempeña  como lustrador de zapatos.

Antes fue agricultor, trabajó también como trailero, piloto de buses urbanos y cambista; todo con la firme intención de sacar a sus dos hijos adelante. Hoy, al detenerse y ver a sus hijos con sus respectivas familias, considera que cumplió en su labor como padre. “Para nosotros con mi esposa lo principal era criar a nuestros hijos dándoles amor, cariño y, sobre todo, respeto. Al mismo tiempo que   tratábamos de enseñarles a ser buenos hijos, nosotros aprendíamos a ser buenos padres. Responsables ante todo”, cuenta Juan Manuel, quien cada mañana se coloca en el Paseo de la Sexta, desde las 5.30 horas.

“Yo me emocioné mucho cuando nacieron mis hijos  porque   lo primero que uno espera cuando se casa  son sus hijos. Ellos se convierten en el motor de uno. Yo por eso he  trabajado mucho, por puro amor de padre. Quería que ellos estudiaran, y lo logré”, cuenta el hombre de 75 años, quien ahora disfruta a sus ocho nietos. “Con mis hijos y nietos vivimos en la misma colonia, a unas casas de distancia. Todos decidimos mantenernos cerca, para apoyarnos en cualquier cosa. Somos bien unidos y respetuosos unos con otros. Eso es la familia”, enfatiza.

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