Comunitario

10 Ángeles: 2 mil 192 niños

Gricelda, de 7 años, toma con sus manos el envase plástico con el que riega las remolachas en una mesa de invernadero. Sonríe y con timidez voltea a ver a la cámara, mientras cuidadosamente vierte agua en ese cultivo, el cual es para el consumo de las 21 niñas que viven en el Hogar para Niñas Las Marías, en la zona 1 capitalina.

Foto Prensa Libre: Mynor Álvarez

Foto Prensa Libre: Mynor Álvarez

La madre Miriam Gómez Hernández, directora de ese hogar, explica que las niñas aprendieron a cultivar remolacha, lechuga y rábano, y que utilizan esos alimentos en su cocina.

La religiosa, de la orden Marta y María, es una de muchas personas que son verdaderos ángeles guardianes de cientos de niños guatemaltecos, quienes viven en orfandad, abandono, maltrato o pertenecen a familias pobres que no pueden sostenerlos.

Gómez, al igual que los otros 10 “ángeles” consultados —quienes en conjunto ayudan a 2 mil 192 pequeños—, tiene una sola meta en mente: un mejor futuro para sus protegidos.

“Nuestra intención es que llegue el momento en que no dependan de nadie y sean mujeres de bien”, asegura Gómez.

Amor y entrega

Aunque Navidad es la época en que afloran con facilidad los sentimientos y acciones positivas, estas iniciativas se realizan durante todo el año. Las motiva el amor, el deseo de cambiar en algo el mundo y la ternura hacia los pequeños.

“A mí me motiva sobre todo el amor a Dios, porque con el amor a Dios todo es posible. Él me ha dado tanto, que eso me motiva a servir al prójimo”, expone Evangelina Domínguez, directora de la Asociación del Niño por el Niño (Anini), casa hogar que se encuentra en el kilómetro 29.5 de la carretera a El Salvador.

Con ese sentir coincide Claudia Leonor, directora del Hogar Nuestra Señora de los Remedios, en Jalapa, donde viven cien niñas. “Se les da el cuidado y el cariño que en su casa muchas de ellas lamentablemente no tuvieron”, dice.

Ricardo García, director del Centro Ecuménico de Integración Pastoral (Ceipa), en Quetzaltenango, encontró en su propio entorno la motivación para ayudar a niños en estado de vulnerabilidad. “En principio me sentí motivado porque mi padre fue un niño abandonado, mi abuela lo entregó porque vivían en extrema pobreza”, refiere. Ceipa apoya a niños de escasos recursos para que puedan estudiar.

“Nuestra motivación más grande es saber que nuestras acciones comunitarias aseguran a los niños y niñas una vida digna”, expone Juan Pablo Romero, director de Los Patojos, una organización que brinda educación alternativa a niños y jóvenes en situación de vulnerabilidad, en Jocotenango, Sacatepéquez.

Otra misión, la de cuidar a los niños afectados con virus de inmunodeficiencia humana (VIH), fue la emprendida en 1989 por el padre Francis O’Leary (1931-2000), al fundar el Hospicio San José, hoy bajo la dirección de Elena Clavijo. “Me motiva darle luz, esperanza y amor a la niñez que vive con VIH. Me siento realizada, pues la mayoría de gente piensa que los niños con este padecimiento no pueden desarrollarse, pero hemos luchado para vencer ese tabú”, asegura. Están en Santa Lucía Milpas Altas, Sacatepéquez.

Expectativas

Como todo buen sembrador, los ángeles de la niñez esperan que cada semilla germine y produzca un buen fruto, que los niños que apoyan lleguen a tener una vida exitosa y de servicio.

La religiosa Silvia del Valle Chazarreta es argentina y tiene 15 años en el país. Actualmente dirige el hogar mixto Ciudad de la Felicidad, en Esquipulas, Chiquimula.

“Esperamos que estos niños y niñas puedan desenvolverse de forma positiva y que se rompa el círculo vicioso, que todos puedan seguir una carrera”, expone.

Sor María Eva Amortegui, subdirectora del Hogar del Niño Nuestra Señora Consoladora, que pertenece a la Congregación Pequeñas Apóstoles de la Redención, que atiende a 160 niños, 125 de ellos internos, expresa: “Yo espero que todos sean hombres de bien, que sean profesionales, que les sirvan no solo a sus familiares, sino a la patria”.

Carlos Vargas, presidente de la Fundación Esperanza de Vida, que atiende a niños con desnutrición, cuenta que espera que al crecer estos pequeños sean “hacedores de sueños”.

“Queremos que los niños que atendemos se desarrollen como infantes sanos y normales, que ellos sepan que su enfermedad no les impide ser parte de la sociedad”, manifiesta sor Sandra Flores Ramírez, directora del hogar para niños con VIH Madre Ana Vitiello, ubicado en el kilómetro 46.5 de la carretera a Chimaltenango.

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