Según datos de la Asociación Nacional del Café (Anacafé), unas 193 mil hectáreas están infestadas, equivalentes al 70 por ciento.
Aunque recién el viernes se declaró oficialmente la emergencia, con Q110 millones destinados solo a pequeños productores, aún no hay una estrategia clara para la distribución equitativa o el proceso de recuperación en los 204 municipios afectados, en los cuales la pérdida se traduce en inseguridad alimentaria y desempleo.
Afligidos
La palabra “tragedia” es común entre pequeños caficultores de la cuenca del Lago de Atitlán, debido a la propagación del hongo Hemyleia vastatrix, que causa la roya.
Pueblos que nunca antes se habían visto afectados, como San Pedro La Laguna, San Juan La Laguna, San Marcos La Laguna, Santiago Atitlán y San Lucas Tolimán, tienen ahora en común una cosecha apresurada para salvar el café que queda, cuya calidad será inferior a la usual, su precio de venta se reducirá y con ello los ingresos.
Mauricio Méndez, caficultor de San Pedro La Laguna, ha cultivado café toda su vida, pero recuerda que su plantación no fue afectada en la década 1980, gracias a la altura a la cual se encuentra. Se asustó al hallar las temidas manchas anaranjadas en el revés de las hojas. “Nunca pensé que me fuera a pasar esto”, aseguró Méndez.
Moisés Misa, de San Lucas Tolimán, teme que la calidad de su café, catalogado como de primera, caiga. Tan solo alrededor del Lago hay ocho mil productores que podrían perder hasta una quinta parte de la producción y sufrir la depreciación del resto, explicó Otto Cabrera, asesor técnico de Anacafé.
En oriente también
En Santa Rosa se reporta que el 90 por ciento de plantaciones tienen roya. “Estamos afectados por la masiva propagación del hongo, que deja sin hojas la planta, lo que reducirá la producción, y con ello se pinta un panorama adverso para los próximos años”, refirió Kelvin Giménez, mayorista de café en la comunidad agrícola xinka de Jumaytepeque, Nueva Santa Rosa, donde ya se ha perdido el 60 por ciento. “El grano se seca estando verde, los cafetales se ven como si los hubieran quemado; prevemos un año de crisis”, indicó.
Mientras la ayuda llega, los caficultores se preocupan por su economía familiar.
Silvestre González, de la aldea El Copante, San Rafael Las Flores, expresó que tuvieron que cortar el grano aún sin madurar para salvarlo, aunque la calidad resultante sea menor. Las 28 organizaciones de pequeños caficultores del departamento aglutinan a unos 10 mil productores, entre grandes, medianos y pequeños, de los cuales son estos últimos quienes más padecerán, debido a deudas.
Panorama incierto
La plaga de roya no es exclusiva de Guatemala. De hecho, según el Organismo Internacional Regional de Sanidad Agropecuaria, el primer brote fuerte se produjo en Honduras entre septiembre y noviembre del 2012, con rápida repercusión a los países vecinos.
En la década 1980 hubo una plaga que llevó varios años controlar. Sin embargo, expertos advierten de que no es posible erradicarla totalmente.
Al declarar la emergencia por la roya, en enero recién pasado, Anacafé calculó que podría perderse el 15 por ciento de la cosecha, pero para el siguiente año podría llegar hasta el 40 por ciento, debido a que para combatir el hongo se deben eliminar las plantas infectadas y sembrar nuevas.
Por si fuera poco, se descubrió el 29 de enero que del fideicomiso del café, creado para estas situaciones, el Ministerio de Finanzas había retirado Q393.49 millones de los Q395.84 millones de saldo. Tan solo quedó en la cuenta del Banco de Guatemala un remanente de Q2.35 millones.